El calor no siempre molesta

La Profesora María del Rosario Ramallo analiza usos y costumbres alrededor de la palabra "calor".

Profesora Consulta por la Universidad Nacional de Cuyo

En estos días, una de las expresiones más usadas por todos nosotros es "¡qué calor!": la usamos, no solo para exteriorizar la molestia de un fenómeno en la temperatura sino, además, para otro tipo de vivencias que se dan en nuestras vidas.

Por supuesto, la acepción más común del vocablo es la de "sensación que se experimenta ante una elevada temperatura"; asimismo, insiste en este concepto la segunda acepción académica, "temperatura alta"; los sinónimos más conocidos, en este caso, son ‘ardor, ardentía, bochorno, calorina, quemazón, calidez, canícula'. De ellos, nos llaman la atención ‘bochorno' y ‘canícula': el bochorno es, precisamente, lo que hemos experimentado en estos días, pues designa el calor sofocante y el aire caliente y molesto que se levanta en el estío: "Andar en la calle, en estas jornadas, era imposible por el bochorno que te impedía respirar bien". Sin embargo, tiene también otros valores, como es el de "encendimiento pasajero del rostro": "Me dio tanta vergüenza que sentí, en mi cara, un súbito bochorno". El otro vocablo, ‘canícula', es de género femenino y alude al período del año en que es más fuerte el calor; por eso, equivale a "verano, estío". El término proviene del ámbito astronómico y se explica porque se refería al tiempo en que Sirio, la estrella más brillante de la constelación del Can, aparecía junto con el Sol; antiguamente, se consideraba, entonces, que coincidía con la época más calurosa del año en el hemisferio boreal. Precisamente, existe una frase, ‘calor canicular', que se usa para designar ese calor excesivo y sofocante.

Si dejamos de lado la temperatura, hay acepciones totalmente positivas; así, se habla de ‘calor' para nombrar el favor o la buena acogida de algo o de alguien: "Me puse muy contenta al ver con qué calor era recibida esta noticia". También, puede actuar como sinónimo de "entusiasmo, vehemencia, cariño": "Cuando el viejo director de la orquesta subió al escenario, fue ovacionado con calor por el público asistente".

En el ámbito de la Física, se define ‘calor' como la "energía que pasa de un cuerpo a otro y que causa la dilatación y los cambios de estos": "Con el calor se ha expandido la chapa de zinc que cubre el techo".

Con las diferentes acepciones del término, se forman locuciones que connotan distintas realidades: así, ‘ahogarse de calor' quiere indicar, coloquialmente, que se está muy agobiado por la excesiva temperatura; otras locuciones dan la misma idea, como ‘asarse/freírse de calor': "Nos refugiamos bajo los álamos para no asarnos de calor". "En estos días, te ahogás de calor al caminar un rato". ‘Al calor de' constituye una locución prepositiva que equivale a decir "al amparo o con la ayuda de ": "Al calor de la lucha, fue cambiando su opinión". La locución ‘dar calor' puede tener dos valores: el que señala que hay una fuente física que proporciona mayor temperatura o, en sentido figurado, que se ayuda a otro para acelerar algo. Entonces, diferenciamos "Los leños dan calor al ambiente" y "Sus emocionadas palabras dieron calor al acto, hasta entonces protocolar y frío".

Existe la locución gastar el calor natural' que, seguida de la preposición "en" y con carácter coloquial, puede señalar dos cosas: que se pone en algo más atención de lo que merece o que se emplea en ello el mayor empeño y esfuerzo: "No gaste su calor en una empresa inútil".

A veces, una situación determinada nos hace sentir vergüenza: para indicarlo usamos la locución ‘pasar (un) calor': "Su actitud tan desvergonzada nos hizo pasar calor en esa situación". Y, en cambio, si nos ‘metemos en calor' estaremos señalando que movemos nuestro ánimo eficazmente, hacia algún intento: "Hay que meterse en calor si se quiere conseguir el objetivo". Algo similar sucede con ‘tomar con calor' algo, que significa que se pone mucha diligencia en ejecutarlo: "Veo que el nuevo jefe ha tomado con calor esta empresa y que la llevará hacia adelante".

¿Y qué decir del ‘calor humano'? Se llama así a la calidez y al afecto brindados a alguien por una persona o grupo: "Te hacen sentir bien esos compañeros por el calor humano que demuestran".

Hay que observar que los diferentes valores de ‘calor' se replican en el adjetivo ‘caluroso': en efecto, no solo equivale a "cálido", sino también a "entusiasta": "Tuvimos una tarde calurosa". "Le ofrecieron una calurosa recepción".

Otro tanto ocurre con el verbo ‘acalorar' que tan pronto equivale a "causar calor" como a "fatigarse con el excesivo trabajo o ejercicio": "Me acaloré por la prolongada caminata"; en cambio, si decimos ‘acalorarse', podemos interpretarlo como "encenderse, excitarse": "Los ánimos se acaloraron y todo se transformó en una áspera disputa".

Para concluir, dos notas que son interesantes: la primera es si puede decirse ‘la calor'. Es el Diccionario panhispánico de dudas el que nos responde: "Es voz masculina en la lengua general culta. Su uso en femenino, normal en el español medieval y clásico, se considera hoy vulgar y debe evitarse. El femenino puede aparecer también en textos literarios, con finalidad arcaizante". Después de esta respuesta, corregiremos a quien nos diga "Hará mucha calor esta tarde". Diremos, en cambio: "Hará mucho calor esta tarde". (Recordamos que este signo es la bolaspa, destinada por la Real Academia Española a indicar formas consideradas incorrectas).

Pero, nos parece interesante incluir una voz distinta, proveniente de la Fundéu, cuando dice: "Las Academias de la Lengua señalan en el diccionario que el femenino es válido en Andalucía y algunos lugares de América con el sentido de ‘sensación que se experimenta ante una elevada temperatura', es decir, cuando se refiere específicamente al calor atmosférico, de modo que se distingue del resto de los sentidos del vocablo".

La segunda nota interesante es saber si debemos decir ‘verano' o ‘estío': hoy se consideran sinónimos y los analizamos como sustantivos, pero originalmente eran adjetivos y designaban momentos diferentes de esta parte del año, pues se decía "veranum tempus" y "aestivum tempus", para aludir, respectivamente, a la primera época de esta estación y a la época álgida del calor.