La historia del vino: un viaje a través de los tiempos
Juan Marcelo Calabria da cuenta en forma sintética, pero cabal, de los orígenes nobles y milenarios de la vitivinicultura, con un especial acento en su ingreso a la liturgia cristiana.
La Semana Santa es un momento perfecto para reflexionar sobre la historia del vino y su papel en la humanidad. Desde la antigüedad, el vino ha sido un compañero constante en momentos de alegría y reflexión. Y por ello nos pareció un tiempo propicio para explorar brevemente la fascinante historia del vino y cómo ha influido en la cultura y la sociedad a lo largo de los siglos.
El origen del vino tiene un poco de tradición oral, historia y leyendas, que se conjugan para arrojarnos algunos indicios que comienzan en la región del Cáucaso, donde se cree que se domesticaron las primeras vides hace más de 8.000 años. Los antiguos georgianos descubrieron que el jugo de uva fermentado tenía propiedades únicas y lo utilizaron en rituales religiosos y ceremonias. Desde allí, el vino se extendió por todo el Mediterráneo, convirtiéndose en un símbolo de riqueza y poder principalmente con el desarrollo de las civilizaciones de la antigua Grecia y Roma.
En la antigua Grecia, era considerado un regalo de los dioses y se utilizaba en rituales de ofrenda y también en festivales públicos. Los griegos perfeccionaron técnicas de viticultura y vinificación que son antecedentes de las que aún se utilizan hoy en día. Los romanos, por su parte, llevaron el vino a todas partes de su imperio, extendiendo y mejorando los cultivos de viñedos en regiones tan dispares como Francia y España, hasta África y Asia, a partir de las mejoras en las obras de infraestructura como caminos, acueductos y las rutas de productos de todo el imperio.
Pero fue en la Edad Media cuando la ya milenaria bebida se convirtió en un elemento fundamental tanto en las cortes como principalmente de la vida monástica. Los monjes europeos cultivaban viñedos y producían vino para uso litúrgico y comercial, ayudando a venderlo y distribuirlo por todas las regiones. Así la Iglesia Católica jugó un papel importante en profesionalización, preservación y difusión del conocimiento vitivinícola durante este período y para el devenir de los tiempos.
Años después en el Renacimiento, el vino se convirtió en un símbolo de la riqueza y el refinamiento, y pasó a ser la bebida por excelencia en los banquetes de reyes y nobles, con él se celebraban las grandes victorias, se acompañaban la presentación de obras de artes e inauguración de edificios públicos, la coronación de reyes, etc. Los Médici en Florencia y otros nobles italianos promovieron la producción de vino de alta calidad y los sirvieron en sus fiestas y banquetes para agasajar a sus comensales, aunque también muchas veces fue utilizado como complemento de la letal copa envenenada con que se desasían de los enemigos y herederos. Al tiempo que también se convirtió en un tema de estudio y debate entre los intelectuales de la época.
La colonización europea llevó el famoso elixir a nuevas regiones del mundo. En América del Sur, los españoles establecieron viñedos en lo que hoy es Argentina, Chile y Perú. En Sudáfrica, los holandeses establecieron viñedos en la región de Stellenbosch, hoy una de las regiones vitivinícolas más famosas del mundo. Con las rutas coloniales que cruzaban del viejo al nuevo mundo, el vino se convirtió en un producto importante en el comercio internacional, como uno de los primeros productos de exportación que se expandió por todo el mundo.
Ya en la modernidad la industria vitivinícola se ha convertido en una industria global, líder en muchas regiones del mundo que incluso toman su identidad productora a partir del milenario producto, la tecnología e innovación constante ha mejorado la producción y la calidad del vino, y el mercado ha expandido su alcance a nivel mundial, siendo además un bien con alto valor agregado que además forma parte de la identidad cultural, como sucede en Mendoza y que tantas veces hemos destacado, toda vez que el vino es parte de la Marca Mendoza en el mundo. Sin embargo, la producción de vino también ha enfrentado desafíos como el cambio climático y la competencia global, y hoy el cambio en las tendencias del consumo.
¿Desaparecerá el vino del consumo mundial? Sin duda parece imposible, si nos respaldamos en los siglos de su historia, nos parece más lógico pensar que se seguirá transformando y adaptando a los nuevos tiempos, acompañando cada momento de la historia de los seres humanos.
En la Semana Santa, tiene un significado especial. En las tradiciones cristianas, el vino se utiliza en la Eucaristía para simbolizar la sangre de Cristo, recordemos que en la implantación del ritual por el que sus discípulos debían recordarlo luego de la última cena, Jesús simbolizó en el cáliz de vino y el pan ácimo su sacrificio y la ofrenda de su vida en la cruz.
Así la historia de nuestra bebida emblema y su papel en la liturgia cristiana está estrechamente ligados, y como en muchas otras expresiones culturales y religiosas forma parte de una tradición que se remonta entonces a los inicios del cristianismo.
Ha influido en la cultura y la sociedad de manera profunda y persistente. Ha inspirado arte, literatura y música a lo largo de la historia. El vino también ha sido un símbolo de hospitalidad y amistad en muchas culturas y lo sigue siendo hasta nuestros días, donde una copa de vino invita a departir y compartir en una charla cómplice, una velada amorosa o una salida con amigos. La historia del vino es una rica y fascinante continuidad que abarca miles de años. Desde sus orígenes en el Cáucaso hasta su presencia mundial actual, el vino ha sido un compañero constante de la humanidad. Por todo ello, y como siempre los invitamos a rememorar viejas anécdotas, porque como siempre decimos: nada mejor que una buena copa de vino para contar una buena historia. Felices Pascuas y ¡salud!