Pocos están diciendo que habrá crisis económica y qué tan extensa podría ser
Si es que la pandemia tuviera una fecha final y se terminaran las cuarentenas paralizantes de la economía, aun así ya hay una fuerte herida que será muy difícil que cicatrice. Quiénes son los que hablan y quiénes callan sobre lo que viene.
Le está costando a la política asumir el rol de tutores de la economía y explicar, a fondo y con la crudeza necesaria, cuan grave será la crisis que se avecina y cuál será la extensión de ese nuevo período en que los argentinos nos veremos hundidos en la incertidumbre.
Lo que los economistas están tratando de advertir, con el riesgo de quedar como agoreros, es que la pandemia es equiparable a uno de esos apagones eléctricos contundentes que alguna vez ha sufrido cualquier ciudad y que dejan al grueso de los electrodomésticos quemados. Los dueños de casa reclamarán un resarcimiento, pero esta vez no hay fondos para cumplir. Y querrán recuperar su estándar de vida con el mismo nivel en su hogar de TV, heladera o la play, pero deberá conformarse con recuperar, en el largo plazo, alguno de ellos, y de una calidad inferior.
"No sé de qué se van a disfrazar los gestores públicos cuando tengan que decir que todos seremos un poco más pobres y que no se podrán pagar algunos salarios", dijo -en términos quirúrgicos para no herir susceptibilidades políticas- el economista Martín Tetaz en el seminario web que transmitió días atrás Memo.
Ocurre que hay algo todavía peor que la herida que dejará abierta en la producción, el comercio y el empleo el paso del coronavirus y la administración de la lucha en su contra: la deuda. Está todo el Gobierno y gran parte de la oposición concentrada en que esa negociación salga lo mejor posible. Nadie se anima a invocar la posibilidad de una explosión caótica, pero esto es el resultado de una decisión tácita y transversal a toda la política de no "hablar de sogas en casa del ahorcado", más que por no reconocer la situación por la que transitamos.
El futuro será difícil, para todos, y es el Gobierno quien tendría que empezar a asumir tal situación, en lugar de ocultarla, cantar triunfos fallidos o pretender inyectar un optimismo con menos respaldo que la emisión continua de pesos.
No todo debería ser prepararse ganar elecciones ni sufrir tanto por perderlas: en el medio corresponde gobernar e, inclusive, aceptar una alternancia en los resultados electorales con tal de sostener la institucionalidad del país.
¿Qué viene? Nadie habla hoy en serio de catástrofes, pero solo por cuidarse. ni siquiera Javier Milei que ha abandonado su prédica apocalíptica para enfocarse en una tarea que parece ser más constructiva, como identificar "inútiles" para que los cambien. Él cree -según lo contó también en un encuentro virtual transmitido por Memo días atrás- que se pueden realizar correcciones, pero antes hay que definir quién gobierna dentro de la amplia alianza Frente de Todos.
La palabra "Rodrigazo" estuvo en la boca de los cuatro exministros del "uno a uno" que tuvo la Argentina, días atrás. Pero tampoco quisieron cargar las tintas y tanto Domingo Cavallo, como Ricardo López Murphy, Roque Fernández y José Luis Machinea prefirieron subrayar su respaldo a la negociación de la deuda, aunque sin dejar picando la pelota de una explosión inflacionaria.
Si esto sucediera, tal como el economista del Pro, Luciano Laspina, lo señalara, Tetaz le contesta que no será híper, pero se advierte desde muchos otros economistas más vinculados a la política que a la ortodoxia, que el problema puede ser los remedios desesperados que tome el Gobierno que el daño propio que pueda inferir la situación.
Los tres escenarios que Laspina anticipó son:
- El escenario setentista: súper cepo con reducción de brecha cambiaria tipo "Rodrigazo". Pospone y aumenta los costos de la salida. Parece ser la decisión tomada por el Gobierno.
- El escenario ochentista: devaluación sin plan y desordenada, salto devaluatorio. Podría generar una inflación que arañe los tres dígitos. Una economía como la del principio de los años '80, con una depresión crónica bastante afianzada, un desequilibrio fiscal bastante irreversible por al suma de 2 millones de nuevos planes IFE (que tienen a quedar en permanencia).
- El escenario noventista: un plan de gobierno (sin cuarentena ni pandemia) con un canje exitoso de la deuda, un ajuste muy fuerte, una pauta cambiaria preestablecida y un control del gasto público. Escenario ortodoxo más duro que los otros, que impediría entrar en una espiral devaluación - inflación. En un mundo un poco más normalizado tendría chances tras unos meses muy duros de poder estabilizar la situación.
A este último apuestan los economistas no keynesianos. Estos últimos, son los que merodean al Gobierno. Pero no están diciendo nada más que echar culpas a la historia, mirando hacia atrás. ¿Está mal que lo hagan? No. Pero en las actuales circunstancias pueden terminar como Edith, la esposa de Lot, y quedar como saladas estatuas inertes.