Votar es la solución, jamás el problema

Hay elecciones y se llega, como casi siempre, en un clima de pesadumbre alimentado por muchas razones y sinrazones, cruzadas. Sin embargo, es una oportunidad que hay que aprovechar para ratificar o cambiar rumbos. Y no echarle la culpa a los otros.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Se percibe mala onda desde los medios de comunicación hacia el proceso electoral. Se lo denosta, demoniza. Se insufla ansiedad para que pase lo más rápido posible. Se lo presenta como "un problema".

Sin embargo, las elecciones son la solución y no el drama que se propone como sensación. Por lo tanto, hasta sería oportuno vivirlo más con la alegría de la oportunidad a mano, que con pesadumbre: es el momento de ratificar o rectificar caminos políticos, según se los crea apropiados o erróneos, respectivamente. 

¿Qué se diría entonces -siempre y cuando se lo permitieran- si no hubiese posibilidad de elegir libremente?

Lo mismo ocurre con la campaña proselitista. No bien empieza, ya parece haber un tsunami de reclamos para que termine. Pero como impera una actitud de "Gata Flora" (que ninguna cosa les viene bien, sea una o la contraria), si no se promocionara a los que aspiran a ser votados, se diría que se los esconde, o que "no pueden dar la cara". Asimismo, el que no sabe quiénes son los candidatos aparecen culpando a la política de su culpa: no interesarse a fondo en quiénes son los aspirantes a gobernar.

De algún modo, hasta podría considerarse de que faltó más promoción de más candidatos, para conocerlos a todos y, de nuestra parte, menos propensión a la bronca y más actitud de búsqueda y conocimiento.

Pero es más fácil criticar.

Es muy sencillo opinar sin saber.

Más grave que el hecho de que haya "mucha cartelería" debería haber sido que dos precandidatos a gobernador de Mendoza llegan este domingo a ser votados habiéndose acusado de ser corruptos, amenazando con decir por qué, y no aclararlo nunca. Y que ningún fiscal haya actuado de oficio, ni haya cundido el tema en todos los medios, debido a la importancia real que las acusaciones tienen.

La actitud reinante sea equiparable a la comodidad de subirse al "promedio" y empatotarse, para hacer creer que es un problema que haya elecciones, sin pensar cuan grave sería que no las hubiera, ni presentar alternativas para que los candidatos se den a conocer. Se gasta más en opinar rápidamente que en analizar a fondo. Y ni hablar de cuando el escenario son las redes sociales, un territorio inimputable.

Al mismo tiempo, la situación de sospecha es lanzada con más energía que la inquietud por el cambio de lo que no se considera como "potable" en la vida política. De allí, las numerosas noticias falsas que hacen creer (y muchos insólitamente les creen) de que "todo está preparado para el fraude", de que "en cualquier momento sacan tu voto y lo cambian", de que "hay lapiceras con tinta invisible" o que "lo mejor es no votar por nadie".

Un clima de pesadumbre es el que se impone, y es forzado. No parece haber un motivo único para ello, sino que podrían estar confluyendo muchos, incluyendo malas intenciones, vagancia intelectual, legítimo y neutro desconocimiento o simplemente, sensacionalismo, esa versión periodística del populismo. 

Confluyen los reales antisistema, con los "hippies con OSDE", los expertos instantáneos, los cruzados del momento, los pesimistas empedernidos y también, hay que decirlo, algunos estrategas de campaña que, por tener poco valor agregado que mostrar de sus clientes, caen en la promoción de la desazón como proselitismo barato.

El momento de votar es simple y sagrado: es mucho más que tener "me gusta" en las redes sociales, y muchísimo más aun que juntar gente en una marcha. Es la oportunidad que todos tienen por igual de expresarse y obtener, con ello, un resultado. Nadie puede adjudicarse un resultado que no es real: es lo que resulta del sufragio universal, el único que vale.

De allí que hay que celebrar que haya elecciones y aprovecharlas para opinar con claridad y contundencia. Costó mucho tener esta oportunidad (aunque es cierto que no deberían abusar del sistema y meter tantas en un solo año).

Y algo más: los políticos salen de esta sociedad, no llegan en naves espaciales para arruinarnos la vida. Empecemos a ver en qué nos equivocamos, a procesar responsabilidades y culpas propias como ciudadanía, aunque sea en privado, sin que nadie se entere de las veces en que nos equivocamos. Posiblemente allí comprendamos que no todo lo malo es "por ellos", sino cuánto tenemos que ver "nosotros".

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