Guzmán, desautorizado: ¿y si el que renunciara fuera él?

Un insólito momento se vive en el gobierno nacional. Como en muchas ocasiones anteriores, pero nunca tan de frente a la sociedad, el ministro que negocia la deuda, Martín Guzmán, ha sido desautorizado en una decisión "doméstica" de la cartera a su cargo por el colectivo que responde a la Viceresidenta.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Una insólita pulseada se suma a los tiros en el pie que se viene dando el Gobierno, si se lo mira solo desde el punto de vista de la comedia de enredos que se desarrolla detrás de Martín Guzmán, el ministro de Deuda, que se supone que todavía ocupa el Palacio de Hacienda.

No hay movimiento que dé en función de la difícil y casi exclusiva tarea de ser la cara visible de las negociaciones internacionales que no termine siendo discutida en la mesa del Frente de Todos cual chisme en la mesa de las pastas del domingo: todos tienen algo que decir, indicar, criticar o sugerir.

Una de las principales figuras que no ha escondido sus diferencias con el plan de Guzmán que, se supone, pertenece o comparte el presidente Alberto Fernández, es la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

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A esta altura, la expresidenta actúa como si fuese víctima del Síndrome de Estocolmo, y emula el comportamiento que contra sus decisiones tuvo Julio Cobos ante el planteo de la Resolución 125 sobre retenciones al campo. Aunque hay una diferencia sustancial entre ella y el ex vicepresidente mendocino: el volumen del poder en sus manos en uno y otro contexto.

Cristina y su Instituto Patria son parte de la alianza con dos de sus más fervientes detractores del pasado reciente: Sergio Massa y Fernández. Y parece creer que, una vez que la "unidad" le permitió salir de la fragilidad de estar en el llano, sin fuerza para llegar sola a un triunfo, toca el turno de la venganza. Hacia afuera, claro; pero fundamentalmente hacia adentro.

Guzmán decidió este viernes, en acuerdo con el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, que el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basueldo, (un funcionario de tercera línea) debía renunciar. Alegaron en una filtración a la prensa que no había cumplido los objetivos y dijeron cuáles eran: tenía que segmentar las tarifas. 

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Pero todo indica que habría otra causa: lo que le da vida a Cristina Kirchner es ganar elecciones. Una característica del Socialismo del Siglo XXI fue, en sus momentos de gloria con Hugo Chávez al frente, convocar todo el tiempo a elecciones y sostener un sistema de campaña permanente, para ganarlas en forma consecutiva y pararse sobre ese poder popular enorme que otorga el triunfo para esta línea de pensamiento. Fue así hasta que Nicolás Maduro perdió una legislativa y entonces, eliminó el Parlamento (la Asamblea Nacional).

Esta pulsión por el triunfo choca con varias cuestiones no populistas sino técnico políticas y de gestión pura, como son cumplir con los compromisos internacionales (aun estando en contra de lo decidido por el gobierno anterior) o actualizar tarifas de acuerdo a lo previsto, de modo de no generar agujeros a futuro.

Es evidente que a la Vicepresidenta el FMI no le interesa y mucho menos que la gente le vaya a facturar al grupete de la "unidad" peronista que la devolvió al poder, la fuerte caída del salario real y el impacto que, en ese contexto, tienen los aumentos de tarifas.

El Instituto Patria sostiene, básicamente, que toda nueva decisión que pueda enfrentar al Gobierno con la sociedad (los votantes desde su óptica) deben quedar para el día siguiente a que ganen las elecciones. Ya habrá tiempo luego de que olviden esa trampa y se vuelva a conquistar al electorado con más billetes en los bolsillos que podrán imprimir o conseguir más con magia que con recursos reales.

Así, Guzmán está bajo una presión insostenible. Quiso echar a un funcionario y el kirchnerismo lo abrazó en la resistencia a esa decisión al punto de dejar a su jefe en ridículo.

Ya había sucedido algo similar en los gestos de la expresidenta en su alineamiento con regímenes de partido único, a los que no niega su admiración. Sucedió cuando le facturó a Fernández y a la sociedad que fue ella quien, en su vinculación con Vladimir Putin consiguió la vacuna rusa. Y fue su gente, como el excanciller Jorge Taiana, quien definió la alineación del Partido Justicialista a lo que calificó -textualmente- como "los valores del Partido Comunista Chino", y que no se quedó en tirarle flores (lo que sería comprensible tácticamente) al presidente Xi Jinping, sino que elogió a Mao Zedong, cuyo avance para hacer lo que hizo de China dejó uno de los genocidios más grandes de la humanidad.

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¿Cómo se para Guzmán en medio de las negociaciones que le tocan como tarea, ante las tensiones de la geopolítica, cuando necesita del apoyo de Occidente, pero llega caricaturizado por su propio gobierno como un ministro sin poder e integrante de una fuerza que desprecia las libertades y admira públicamente y hasta con gestos exagerados a Venezuela, Cuba, Rusia y China?

Nadie quisiera estar en el pellejo del ministro de Economía, y esto no implica una defensa irrestricta de su gestión (aunque sí de condición de persona) solo por "lástima". Pero le tocará decidir: si no puede echar a un colaborador que no funciona, ¿podrá seguir en el cargo?

Y algo más: si se va Guzmán, ¿a quién tiene el equipo gobernante para su reemplazo?

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