Periodismo y gobiernos: ¿Vale hoy esto que escribí hace 15 años?

"Un gobierno necesita soldados, no periodistas", se tituló la columna que escribió Gabriel Conte hace 15 años, y aquí la reitera.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Corría el 19 de septiembre de 2010 y, vaya a saber ante qué coyuntura, escribí este texto sobre la relación de periodistas y gobiernos que, desde mi punto de vista, sigue teniendo valor aun hoy, con matices por supuesto.

Pero, por cierto: cuando se habla todo lo que se dice y repite como loros sobre "el periodismo" en forma genérica, con acusaciones bravísimas que no dan ni tiempo -ni ganas- de responder muchas veces, vale la pena repetir.

Es probable que muchos de nosotros no seamos "los mismos" de aquellas épocas. O tal vez sí, por intransigentes o testarudos. Per también podemos haber evolucionados o convencidos, estar arrepentidos o... ensobrados. Cada cuál lo sabrá.

Me parecieron buenas las palabras de Reynaldo Sietecase entonces y hoy hay que leerlas nuevamente para saber si se ajustan a este tiempo. Esa es mi propuesta en el Día del Periodista, un día más para reflexionar, tampoco un meridiano de la vida de la gente. Textual, abajo:

Una interesante columna del periodista rosarino Reynaldo Sietecase, publicada por la revista Tercer Sector, recuerda aquello que explican los corresponsales de guerra: "En medio de la contienda la primera víctima es la verdad".

Es bueno citar a Sietecase, quien en medio de la disputa entre Gobierno y empresas de comunicación se planta con independencia; frente a un panorama en blanco y negro, le pone colores, otras opciones a los análisis maniqueos de la realidad.

Lo interesante de su planteo, solitario y escondido en la última página de una publicación sectorial, es que lo que dice, esto de la guerra y su víctima principal, lo vincula al debate público actual y al rol que sumen no sólo los medios, sino los periodistas que trabajamos en ellos frente a los temas de la agenda pública.

Si se trata de vivir en una democracia, lo que prima es la divergencia, el debate, la confrontación de ideas. Lejos de promover el consenso permanente -tal como hace unos días nos lo dijo el historiador Christian Buchruker- democracia es disputa dentro del estado de derecho.

En ese marco, que los periodistas seamos críticos o vivamos buscándole la "quinta pata al gato" es saludable, tanto como que el Gobierno se preocupe por hacer públicos sus actos y, para ello, reparta proporcionalmente, de manera equilibrada, publicidad, por ejemplo, a la vez de permitir el acceso a la información, cosas -estas últimas dos- que no ocurren.

Pero si lo que se instala es la idea de guerra, la confrontación "a matar o morir", los periodistas estarán de más y lo que se requerirá -en este caso y tal cual lo subraya Sietecase- "serán soldados".

Es en este esquema en el que nos movemos. Quien no opina igual, es declarado enemigo. Y quien tenga que informar desde los medios del estado deben ser "combatientes", incapaces de dudar y bajo amenaza de juicio sumarísimo.

Esto no ocurre de manera unilateral. Es totalmente probable que idéntica exigencia surja desde lo que -entonces- pasa a ser "el otro bando": defensa absoluta del medio opositor por parte de "sus periodistas/soldados".

La primera víctima, entonces, como recuerda el rosarino, es la verdad.

Ahora, ajustemos este análisis a la realidad del país.

Así como quien critica es degradado a la categoría de disidente, quien opina de manera independiente pasa a ser un adversario.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por ejemplo, señaló que el gobernador de la provincia presidencial de Santa Cruz, Daniel Peralta (un delegado del kirchnerismo allí) ha incumplido con un mandato de ese alto organismo al restituir en el cargo a un exprocurador. Para la Corte -que propios y extraños señalan como absolutamente independiente y con una de las conformaciones más "interesantes", digamos, desde la recuperación de la democracia- el hecho es tan grave que requirió la intervención federal de ese estado para cumplir con el fallo, algo que, de hecho, ocurrió con sutileza y sin mediar orden judicial alguna cuando el anterior gobierno (el de Sergio Acevedo) fue destituido por decisión presidencial para imponer al actual.

Hoy para el oficialismo, tanto la Corte y la oposición que ponen sobre el tapete el tema, "son golpistas".

¿Puede discutirse con sensatez la situación institucional planteada en la provincia patagónica cuando los términos y las actitudes son de tipo marcial y no los propios de la vida institucional?

Es este imperio de la beligerancia más allá de los límites del contrapunto lo que nos conduce hacia luchas, en lugar de debates. Y es lo que produce un desacato a las normas con la excusa de un "estado de excepción" que nadie decretó jamás, salvo los propios sueños oficialistas de creerse en la cima de una revolución.

Indudablemente, es aquí cuando el citado Sietecase, el buscador de verdades y equilibrios, vuelve a imponerse con sus palabras: la primera víctima es la verdad. Frente al problema, hablamos sobre cuestiones colaterales, como quien está de un lado y quiénes, del otro; ante la gravedad institucional de lo que ocurre, nos concentramos en repasar la tropa propia y denunciar como enemigo a quien no se cuadra.

Habrá que observar con atención cómo se desarrolla el juego de las instituciones en un tiempo en el que la competencia electoral cada vez ocupará más lugar y, por lo tanto, la sublimación de los conflictos -los reales, pero también los inventados- pueden conducirnos a la falsa opción de "esto o el caos", como tantas otras veces ocurrió. Pero también queda como tarea reclamar a la oposición que no se pliegue al TEG impuesto por el Gobierno y ejerza su rol con la máxima convicción de que la democracia no tolera mesianismos, exige alternancia en el poder y, centralmente, alternativas de fondo y no candidaturas montadas para la TV.

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