De ricos a pobres: de la "Venezuela Saudita" a la nación empobrecida

Gabriela Calderón de Burgos recuerda cuando la "Venezuela Saudita" dejó de ser tal y llegó a convertirse en una de las naciones más pobres de América Latina.

Gabriela Calderón de Burgos
Fellow en Estudios Latinoamericanos, editora de ElCato.org, y columnista de El Universo (Ecuador).

En un artículo de la BBC titulado "Qué fue el viernes negro y por qué marcó el fin de la ?Venezuela Saudita'", historiadores y economistas conmemoraron los 40 años de la devaluación del bolívar, anunciada el 18 de febrero de 1983 por el entonces presidente Luis Herrera Campins. Hasta ese día, se había mantenido durante una década una paridad fija de 4,3 bolívares por dólar. En ese momento, se licuaron los ahorros del sistema financiero al perder estos su valor en un 70%. A partir de esa medida se impusieron controles de divisas con tres tipos de cambios.

El artículo explica que "La devaluación mostró que el crecimiento registrado en los años anteriores se sustentaba en el gasto público, que promovía una economía de puertos, basada en la importación de bienes. Y que las millonarias inversiones destinadas a diversificar el aparato productivo no habían conseguido su objetivo".

Cuando el presidente Herrera Campins llegó al poder dijo que recibía una "economía desajustada". Exclamó "¡Recibo una Venezuela hipotecada!" Según el economista José Guerra, las semillas del desastre se encontraban en la administración anterior, la de Carlos Andrés Pérez. El líder socialdemócrata había nacionalizado el petróleo en 1976 y esto significó una importante inyección de recursos para el estado. Con su proyecto "Gran Venezuela" se construyeron mega obras de infraestructura y enormes complejos industriales estatales, creció significativamente la burocracia y la serie de subsidios concedidos por el gobierno. Todo esto fue posible gracias al auge del precio del petróleo. Cuando se acabó la bonanza petrolera, el gobierno de Pérez recurrió al endeudamiento y llegó a triplicar la deuda pública. ¿Le suena familiar?

Herrera Campins pretendió corregir el rumbo reduciendo el gasto entre 1979 y 1980. Pero nadie quería escuchar de austeridad. Sin mayoría en la asamblea y sin el respaldo de sindicatos o empresarios, Herrera Campins se detuvo. Factores externos como el alza de tasas de interés en la Reserva Federal en 1979 y 1981 encareciendo el financiamiento y el servicio de la deuda pública existente. Súmele a eso que el default de México en 1982, que también tuvo a su líder populista previo a la debacle en Luis Echeverría, castigó a las demás deudas latinoamericanas. La devaluación de 1983 derivó en un alto nivel de inflación y mayor descontento.

Esa es en resumen la historia del colapso de lo que fue hasta hace pocas décadas la nación más próspera de América Latina. En ese relato podemos reemplazar los nombres propios y contar la misma historia de varias naciones de la región. Sobre todo Ecuador se puede mirar en ese espejo considerando que también hemos sufrido los efectos enloquecedores de las bonanzas petroleras. Antes del auge y declive de Venezuela, vimos el alza y caída de Argentina. Después de la historia de Venezuela, hemos visto en años reciente lo que parece ser el inicio del declive en Chile.

Aquí en Ecuador ya se está repitiendo el relato de que necesitamos volver a las buenas épocas del gran líder, ignorando, una vez más, que las raíces de los problemas actuales en seguir esperando que un redentor nos rescate milagrosamente, sin nuestro esfuerzo y sacrificio. Que paguen otros, que trabajen otros, que se encarguen otros.

LA AUTORA. Gabriela Calderón de Burgos es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 31 de marzo de 2023.

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