Tarea 1: convencer a la sociedad de cambiar la Constitución, antes que a la política

La política juega con cartas que todos conocemos: al que le conviene, apoya los cambios; quien cree que no podrá sacar mayor tajada, los bloquea. Cambiar la vieja Constitución es una oportunidad real para hablar a fondo de los temas pendientes de Mendoza.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Empieza un debate interesante en Mendoza: la reforma de la Constitución. Sin dudas, es algo que está esperando a que la dirigencia y los mendocinos se animen a avanzar, habida cuenta que el actual "modelo", que data de 1916, falla en mecanismos aplicables al Siglo 21 o al revés, obliga a mirar los temas con ojos del Siglo 19.

Es verdad que hay un enamoramiento con la Constitución vigente que puede tener una alta dosis de espacio de confort de los sectores dirigenciales,  o de simple desgano por afrontar discusiones, debates actualizadores o de mirar a fondo la realidad. En todas las ocasiones en que se planteó el aggiornamento hemos terminado en la pachorra de no hacer nada.

Se alegará que "hay otras urgencias" y por supuesto, aparecerán los que digan que "todo tiempo pasado fue mejor". Pero el mundo está por delante y hay que avanzar conservando lo bueno y agregando lo que falta para que todavía tengamos una mejor herramienta institucional.

También será difícil que la política se interese en recortarse atribuciones y poder, ya que le tocará a la Legislatura decidir, por ejemplo, sobre eliminar una de sus cámaras: fuerte. ¿Se animará? ¿Los partidos harán de esto un juego electoral o pensarán en el fondo de la cuestión?

Líderes son los que logran movilizar a las sociedades hacia un objetivo que no está en sus agendas todavía, y no aquellos que solo se animan a hacer lo que ya saben que tiene respaldo social: para eso solo basta leer una encuesta semanal, y listo.

Ahora, para que sea útil el cambio, es importante que se discuta qué hacer con datos duros y que con un juego de sensaciones. Allí radica la sustancia de la transformación institucional en positivo. Caso contrario, no pasará de ser una operación marketinera que, como en los otros intentos, puede quedar en el camino por volar bajo y no captar la atención de la ciudadanía.

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