Involucremos - nos

"Debemos comprometernos en pujar en pos de profundizar nuestra democracia, entendiendo que los problemas de representación popular se solucionan con mayor participación popular y no acotando la participación", escribe el autor de esta nota, Marcelo Puertas.

Marcelo Puertas

A raíz de lo acontecido en el contexto de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación en relación a la exposición pública, al succionarle unos de sus pechos a una mujer que estaba sentada en la falda de un miembro de la Cámara, esto dio lugar a un debate, en el cual los argentinos, considero, necesitamos afrontarlo (entre otras cosas) con la mayor racionalidad posible.

No es mi interés hacer mención a la supuesta moralidad o no de dicho representante del pueblo, ya que considero que dicha discusión ha estado teñida de una manifiesta hipocresía, queriendo decir únicamente que ello debería haber quedado reservado para la intimidad de las personas, estando teñida dicha publicidad en una indolencia o incluso inoperancia del mencionado salteño.

En consonancia con lo expuesto considero que es necesario aprovechar la oportunidad para poner en la lupa cuál es la legitimidad que tiene nuestro sistema de representación popular.

Muchas voces se han alzado respecto de la incapacidad del diputado en cuestión así como de otros representantes, tanto nacionales provinciales y municipales, asimismo como el cuantioso gasto que conlleva dicha función.

Ahora bien considero de suma importancia destacar que dichos representantes provienen de la actividad política doméstica, de nuestra casa, departamento, provincia o país, no son "marcianos", motivo por el cual son nuestros vecinos, conocidos, parientes, amigos, o por lo menos coterráneos, que en mayor o menor medida se han "formado" con los valores éticos y ciudadanos que nuestras respectivas comunidades ostentan y practican, explicitándolas a posteriori en sus específicas vidas.

Lo mencionado en el parágrafo anterior significa que si tenemos muchos indolentes, ambiciosos, posiblemente corruptos, etc., etc., como políticos o representantes, debe obedecer dos posibles causas, a saber:

A.- La mayoría de los habitantes de nuestra comunidad son básicamente inmorales o amorales; o 

B.- La mayoría de los que consideran llevar una vida honrada no se involucran en la cosa pública (res pública).

Entonces más allá de la opinión que cada uno de nosotros tengamos al respecto, necesariamente debemos tener una propuesta a los fines de avanzar en relación a su solución.

Persuadido estoy que la mejor medida estriba en involucrarse en la "cosa de todos", en la medida y manera que cada uno pueda, imprescindible es que nos en inmiscuyamos en la realización o gestión de lo público, desde nuestra posición de ciudadanos, responsables de nuestros derechos y nuestras obligaciones.

Aparte de la familia, no concibo algo de mayor importancia que la calidad de vida de la sociedad en la que me hallo inmerso. De ello devienen todas las bondades o penurias que recibo en mi diario devenir, motivo por el cual resalta con manifiesta importancia lo que sucede en la misma, ya que "inexorablemente" va a repercutir en mi "bienestar" o "malestar".

En ese marco también debemos comprometernos en pujar en pos de profundizar nuestra democracia, entendiendo que los problemas de representación popular se solucionan con mayor participación popular y no acotando la participación. Impeler por mayores controles sobre nuestros representantes como la revocatoria de mandato, o someter determinadas resoluciones de importancia a plebiscito o referéndum obligatorios y vinculantes, y otras herramientas vinculadas a la denominada democracia semidirecta.

De acuerdo a lo expuesto, entiendo que no queda otra opción, como individuos y como colectivo, en comprometernos con nuestro medio, en el barrio, en la escuela de nuestros hijos, en el trabajo, en asociaciones civiles, en los partidos políticos, en el lugar que sea, a los fines o con el objetivo de traccionar para poder intervenir en el destino de nuestras vidas en sociedad.

Si decidimos no hacerlo, por las circunstancias o causales que fueren necesario es reconocer que solo podremos "quejarnos" de nuestro aciago presente y nefasto posible futuro sin que podamos afincar esperanzas en algún cambio sustancial en dicho derrotero.

Como corolario, para el caso de que elijamos la apatía o el desinterés, nos deberemos enfrascar en la liviana discusión, acerca de si el salteño es un "perverso" o no por succionarle el pecho en público a su pareja, azorándonos de eso, sin preguntarnos porque estamos sosteniendo tales representantes, que no entienden el honor y la honra de pertenecer al Cámara de Diputados de la Nación, órgano mayor de la soberanía popular, cuya función debe ser un servicio a la ciudadanía.

Nada va a cambiar, si sólo gritamos o nos quejamos, es más evalúo que la problemática se profundizará.

Conciudadanos ahora es el momento de involucrarnos, ya mañana o después va ser un problema de nuestros descendientes, que por cierto no van a tener muchos motivos para recordarnos con cariño, por lo menos acerca de la existencia de nuestras virtudes públicas.


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