Pospandemia: la bola de cristal

"No estamos todos en el mismo bote, estamos todos en la misma tormenta pero en distintos botes. Algunos son portaaviones y otros son canoas construidas con cañas".

Carlos Tonelli

Qué difícil pensar y escribir en estos tiempos de cuarentena, en estos tiempos de incertidumbre. La angustia se instala y no deja circular el pensamiento, dificulta el pensar.

La pandemia del Covid-19 arrasó con todos los análisis y pronósticos acerca del 2020 que se habían realizado; los pronósticos económicos, los nombres de los países que iban a enfrentar más problemas y hasta los tipos de problemas que iban a enfrentar. Todo eso fue. Por ahora. ¿Por ahora?

Varias veces en el último siglo vivimos eventos que cambiaron radicalmente el rumbo de lo que venía ocurriendo, lo que "estaba dado": en 1918 la que se llamó "Gripe Española" (que en realidad parece que había empezado en Estados Unidos); en 1930 la crisis económica, el derrumbe del muro de Berlín en 1989, seguida por otra demolición, la del atentado terrorista a las Torres Gemelas en septiembre de 2001, el colapso financiero del 2008, del que todavía estábamos tratando de levantarnos.

Esta lista corta de episodios señala momentos en que se produjeron cambios sociales y económicos que de una forma u otra nos afectaron, y con nosotros, a millones de personas en todo la Tierra. La lista es corta porque he salteado deliberadamente cientos de episodios que ocurrieron en el medio (golpes de Estado, las dos Guerras Mundiales, y otras debacles financieras) ya que creo que, a los efectos de este análisis, no le agregan ni le quitan. No cambia el fondo de la cuestión que quiero señalar.

Estamos todos preguntándonos acera del "día después", tratando de entender qué mundo nos espera, cómo nos vamos a reponer del parate económico fenomenal que han causado el virus y los gobiernos, cómo nos vamos a sobreponer a las miles de empresas destruidas, los miles de nuevos desocupados, las tensiones mundiales sin precedentes.

Estamos todos preguntándonos cómo va a ser esta "Nueva normalidad".

Mucho he escuchado en estos días respecto a que todo va a cambiar, y además, que todo va a cambiar para mejor (Slavoj Zizek) o que todo va a cambiar para peor (Byung-Chul Han), dando por sobreentendido que mejor y peor para cada una de esas posiciones pasa por el lugar ideológico en el que nos situemos. Así, Zizek cree que la pandemia le ha dado un golpe mortal al capitalismo y eso, ¿es mejor o es peor? Han, por el contrario, afirma que tras la pandemia el capitalismo continuará con más fuerza que antes: y eso, ¿es mejor o es peor?

Permítanme que, "spoileándome", les anticipe que me enrolo en la teoría de Han y para mí el capitalismo continuará y continuará recargado.

Desde un punto de vista económico, a la gigantesca crisis mundial que se avecina y que ya es evidente e inocultable, anunciada por todos los organismos de economía mundial, por las universidades, por los centros de estudios, muchos le depositan una esperanza a que el mundo se vuelva más humano y, por qué no, menos "capitalista" (asignándole al capitalismo un rostro poco humano).

En esta dirección, Europa anunció paquetes de ayuda siderales para los países miembros de la Unión que los soliciten, suspendiendo además en general todas las normas presupuestarias que hasta ahora mantenía; en Estados Unidos se han votado varios auxilios, incluyendo algunos con la forma de cheque de 1.200 dólares para casi todos los estadounidenses, y se aprestan a seguir votando billones de dólares en distintas ayudas. Pareciera vislumbrase allí un temblor en las reglas del mercado y del capital financiero mundial.

Durante la crisis de 2008 se hicieron cientos de promesas políticas que incluyeron estímulos presupuestarios, autorizaciones de aumento de deuda, restablecimiento de los controles de capitales, etc., todas medidas en dirección a moderar un capitalismos internacionalista salvaje, y el resultado posterior fue que "los de siempre" recuperaron más beneficios que los que tenían al entrar en la crisis; los bancos, a pesar de haber sido los principales responsables del colapso justamente por irresponsables, fueron los grandes rescatados del sistema (excepción importante la de Islandia, creo yo); los asalariados tuvieron que trabajar más, durante más tiempo y en peores condiciones y los capitalistas terminaron, en general, pagando menos impuestos.

Fueron principalmente las mujeres de muchos países las que soportaron la principal carga financiera de aquella crisis (y de las medidas de austeridad), y en Estados Unidos, por ejemplo y como siempre, la recesión afectó en forma desproporcionada a las familias negras y latinas.

La crisis que sobrevenga al coronavirus, ¿lo hará distinto? Ya hay estadísticas en el Reino Unido que muestran que el virus ataca proporcionalmente más (y mucho más) a los ciudadanos de color, y más aún a los de color africanos que a los de color caribeños. ¿Y eso por qué? ¿Porque son más débiles? No. Claramente la explicación no es médica, no hay que buscarla en el ADN: estadísticamente se contagian mucho más porque realizan labores más riesgosas en términos de infección (recolectores de residuos, enfermeras, cuidados del hogar, limpieza, etc) y tienen menos posibilidades de quedarse en sus casas.

Es decir, que este virus, y a pesar de las voces que repiten tontamente que nos iguala, replica el modelo capitalista a fondo.

Según cifras del Banco Mundial, más de 50 millones de personas pasaron a vivir en pobreza extrema luego de la crisis de 2008; estas cifras impactaron brutalmente en todos los indicadores de desarrollo humano (desnutrición y mortalidad materno-infantil, acceso al agua potable, servicios de salud, igualdad de género, etc), mostrando que el mundo fue menos justo luego de ese año.

La mayoría de los análisis económicos antes de este desastre (la pandemia) preanunciaban una caída del crecimiento mundial como consecuencia de la guerra comercial entre China y EEUU, y en ese entorno enrarecido la pérdida de liderazgos globales se hacía sentir cada vez más. La pandemia aceleró estos tiempos y no cambió la trayectoria. La pérdida de liderazgos globales es cada vez más clara.

Los estados en casi todos los países están haciendo de papá protector porque la situación económica no da alternativa, pero esto no significa que el poder de las empresas haya disminuido y, por el contrario, creo que ha aumentado. El poder lo tienen y tendrán cada vez más las grandes empresas. El valor de los activos del Deutsche Bank por ejemplo, es 1,47 billones de euros, es decir, casi tres veces superior al PBI de Argentina, y superior al PIB de España, que en 2019 fue de algo más que 1,2 billones, y la facturación de las siete principales empresas del mundo en 2019, sumadas, equivalen al PIB del Reino Unido. Estamos hablando de auténticos monstruos. No hay ningún gobierno que pueda enfrentarse solo a una empresa de este calibre. Ya no digamos a un conjunto de empresas.

La dinámica que estoy viendo, en la que la tecnología cada vez tiene más peso y en la que cada vez hace falta una inversión más fuerte para tener acceso a tecnología punta, favorece la concentración del capital, favorece el oligopolio y las megafusiones de empresas.

El virus lo que hace es acelerar este proceso de concentración porque la solución sanitaria transitoria, la cuarentena, el freno económico, lo que logrna es que las pymes y mipymes desaparezcan. No pueden aguantar, como sí lo hacen las megaempresas.

La economía del mundo estaba basada en la movilidad y el intercambio y de un día para otro todos tuvimos que parar. Si Volkswagen o Toyota este año venden 6.000 millones de euros menos de autos, pueden aguantar perfectamente. Y en este período lo que harán será rediseñar su estrategia y aprovechar este tiempo para prepararse para el futuro. ¿Saben cuánto dinero tiene Microsoft en sus reservas?: 134.000 millones de dólares. Mi peluquero, el de la gomería de la esquina, el local de carteras de abajo, no tienen ese colchón.

Por otro lado, muy probablemente los miles de trabajadores que se queden sin empleo no vuelvan a conseguir uno, o si lo hacen sea de menor calidad. Este trabajador y su familia deberán adecuar su consumo a su nueva realidad, lo que a su vez realimenta un círculo de disminución de consumo tanto cuantitativamente como cualitativamente.

JP Morgan hizo un estudio en EEUU con una muestra de 615.000 empresas pequeñas y llegó a la conclusión de que, según la actividad a la que se dediquen estas pymes, los días que pueden sobrevivir estando paradas van de 15 a 43 días, según el rubro. En Argentina llevamos más de 50 días de cuarentena: ¿cuántos empleados que se van del sistema ahora, volverán en las mismas condiciones en las que estaban?

Así que hay cosas que ya podemos ver del mundo pospandemia y para las que no necesitamos una bola de cristal: la importancia creciente de la tecnología y de la inteligencia artificial, que demandan grandes cantidades de capital, y que conllevan su concentración; y por otro lado, la importancia decreciente del factor trabajo (en tanto mano de obra). El poder estará concentrado cada vez en menos manos. La clase media se adelgazará cada vez más. La clase media-alta sobrevivirá. Las clases media-media y media-baja están en peligro.

¿Qué porcentaje de las personas que trabajan hoy (de los que consiguen trabajo) están ganando por debajo de lo que se considera un salario mínimo? Es decir, ¿cuántos de los que trabajan, son pobres? Esta situación no mejorará en el futuro inmediato.

En otro orden de ideas, por ejemplo, Ryan Air ya ha dicho que si para volver a volar tiene que eliminar el cuarenta por ciento de las plazas de sus aviones, deja de volar porque deja de ser rentable.

Si las "low cost" desaparecen y si las grandes compañías de aviación tienen que subir el precio de sus tickets para sobrevivir, al final volverán a viajar sólo los ricos o los empleados altamente calificados de compañías multinacionales.

Como dice un "meme" que vi en estos días, no estamos todos en el mismo bote, estamos todos en la misma tormenta pero en distintos botes. Algunos son portaaviones y otros son canoas construidas con cañas.

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