Terraplanismo Político: cómo concretar reformas sin morir en el intento

Escribe el exdiputado nacional de Juntos por el Cambio.

Federico Zamarbide

Argentina tiene un Estado sobredimensionado e ineficiente, urge realizar una reforma tributaria y una modernización laboral, necesitamos quitarle potestades de política monetaria al Poder Ejecutivo limitando la injerencia sobre el Banco Central, y un largo etcétera relativo a reformas estructurales necesarias para el Desarrollo del país.

En relación a esto, creo que Argentina debe permitir el libre desarrollo de su fuerza productiva, poner el Estado al servicio del ciudadano y no a la inversa. Asimismo, el exceso en regulaciones absurdas también debe ser abordado. Distintos proyectos presentados durante mi mandato como diputado relativos a reducción de IVA y otros impuestos, transformación de planes sociales en estímulos para el empleo, etc., dan cuenta de lo que aquí escribo.

El Gobierno de Cambiemos marcó un camino de reforma tributaria que estableció un plan sostenible de reducción de impuestos. Quizás lo más destacable fue el pacto para reducir gradualmente Ingresos Brutos, el impuesto más distorsivo de nuestro esquema fiscal.

La dificultad para sostener esta reforma y su posterior desestimación por parte del actual Gobierno, dan cuenta de que no sólo son importantes las propuestas, sino la fortaleza política para llevarlas adelante y concretarlas antes de que el populismo las tire por la borda.

Quienes desconocen esta situación plantean titulares para los medios que no tienen aplicación práctica sin enmarcarlas en un proyecto político que contemple las restricciones parlamentarias, sociales, sindicales y de juegos de poder de la Argentina. En este sentido, sólo uniendo el sector político republicano del país lograremos la fuerza necesaria para concretar reformas sin morir en el intento.

Ahora bien, es necesario establecer un marco para esa "unidad republicana". Creo que el acuerdo elemental implica que las decisiones políticas estén basadas en datos y en conocimiento científico. Es un fenómeno mundial, quizá ayudado por las redes sociales, el surgimiento de dirigentes políticos que se oponen a la ciencia y a la experiencia.

Posturas extremas que, por ejemplo, niegan el calentamiento climático, hecho científico sólo objetado por Entidades que representan o son financiadas por grupos de interés. Otro ejemplo de esto son los grupos anti-vacunas y algunos políticos que pretenden representarlos: más allá de dudas entendibles, nadie puede negar que, ante la actual situación sanitaria, vacunarse es una decisión más racional (considerando costo-beneficio) que no hacerlo, y ello sin considerar que no vacunarse afecta la libertad y la salud de los demás, toda vez que las restricciones derivadas de contagios masivos nos perjudican a todos.

Negar la experiencia, implica proponer modelos económicos y políticos que no existen en ningún país del mundo. Así como Cuba con su aparato represivo de Estado está muy lejos de la utopía socialista adolescente de la izquierda local, la fortaleza institucional y el Estado fuerte de EE.UU. dista mucho de cómo creen que funcionan algunos países liberales los anarco-capitalistas criollos.

Es curioso, incluso, que se desconozcan aportes teóricos de economistas como Mancur Olson, relativos a la solución de problemas públicos y la generación de bienes comunes. La ciencia económica hace décadas que aborda los problemas que exceden la capacidad de actores individuales.

Por ejemplo, en materia ambiental es absurdo suponer que cada actor económico individual puede hacer lo que quiera y si hace algo mal será competencia de la justicia. Justamente, el problema ambiental radica en las externalidades negativas de las acciones individuales.

Como cada actor realiza sólo una pequeña contribución al problema general, pero actuar de una forma ambientalmente sostenible implica costes en tiempo y dinero individuales, la lógica más "racional" desde el punto de vista individual genera un gran problema colectivo.

Allí es donde debe actuar un Estado inteligente y ágil, no gigante y fofo. Diseñando incentivos positivos y negativos para estimular a los agentes individuales a actuar de una forma ambientalmente sostenible. Ni ambientalismo hippie que propone volver a una toldería u ocupar campos para plantar perejiles, ni negadores del cambio climático y las consecuencias que ya está teniendo para el país.

Desde mi punto de vista, Juntos por el Cambio debe ampliarse todo lo posible en tanto coalición republicana, conteniendo a quienes compartan valores como la defensa institucional del país y consideren que la política debe guiarse por los datos y el conocimiento científico. El fenómeno de la post-verdad como técnica de comunicación para instalar discursos terraplanistas que atentan contra la ciencia y la experiencia, debe ser considerado para establecer un límite para participar de una coalición que esperamos gobierne el país a partir de 2023.

Nadie ignora que en Juntos por el Cambio existen diferencias de matices respecto a cómo estimular el desarrollo económico del país. Sin embargo, son cuestiones menores comparado a los consensos fundamentales que compartimos: la defensa de la libertad y las instituciones, el derecho a la propiedad privada y la libre empresa como motor del crecimiento, la imperiosa necesidad de reformar el sistema impositivo y laboral del país, etc.

Lo llamativo, es que no se juzga con la misma vara las diferencias ideológicas extremas de la coalición que hoy gobierna la Argentina: donde conviven posturas de izquierda que niegan el derecho a la propiedad, con los defensores del "capitalismo de amigos" y la patria contratista, donde parece que lo único que tienen en común es la defensa del status quo de la Argentina y el desprecio por la división de poderes y los organismos de control.

Seguramente, todos en Juntos por el Cambio tengamos que ceder en algo para lograr una coalición sólida que pueda, en primer lugar, ganar las elecciones en 2023, pero sobre todo llevar a cabo un plan de gobierno sostenible que permita el desarrollo del país.

Los fundamentalistas y terraplanistas políticos y económicos, difícilmente aporten la cuota de responsabilidad que una coalición de gobierno necesita. La Argentina, nuestras conciencias y las generaciones venideras nos lo agradecerán.

Federico Zamarbide. Diputado nacional mandato cumplido. Politólogo. 

Esta nota habla de:
¿Hay que prohibir el uso de celulares en las aulas?