25 de noviembre

Este 25 de noviembre queremos visibilizar que la violencia no es una excepción a la regla, sino que es la manifestación extrema de una serie de conductas que se manifiestan todo el día y en todos los espacios en que las mujeres vivimos nuestras vidas.

Emiliana Lilloy

El 25 de noviembre es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y la agenda feminista argentina ya se hace sentir en los medios y las redes. La fecha es elegida en conmemoración de la muerte de las hermanas Mirabal: Minerva, Patria y María Teresa. Dominicanas y férreas defensoras de los derechos de las mujeres, fueron asesinadas en 1960 por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.

Ante infinidad de estímulos, declaraciones, eventos y campañas de lo más diversas al rededor del mundo, es interesante preguntarnos qué es lo que en realidad se intenta visibilizar. Esto porque hoy en día, después de más de cuarenta años desde la creación de la CEDAW (Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra las Mujeres) y a más de diez de la sanción de la ley para la prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres en Argentina (ley 26.485) aún se pueden escuchar por ahí frases como: "los violentos son la lacra de la sociedad y por culpa de esos marginales resultamos perjudicados el resto de los hombres", "el alcohol y las drogas son la causa de la violencia", "la violencia sucede en los estratos más pobres", "los femicidas o agresores sexuales son psicópatas o tienen problemas mentales", o incluso, aún más sorprendente es escuchar otras como "las mujeres también ejercen violencia de género y a los varones nadie los defiende".

Todos estos razonamientos pueden parecer lógicos si no miramos con detenimiento cuál es el origen y la causa de la violencia de género. No han de extrañarnos tampoco estas confusiones, si pensamos que la causa de la misma es tan estructural y abarcativa de nuestras vidas que termina por hacérsenos invisible. Es que nacemos y crecemos en sociedades ya establecidas que definen a lo masculino como lo central, lo normal, lo neutro, y por eso lo hemos naturalizado. En este contexto, todo lo que no sea varón es raro, complejo, complicado, inentendible o la excepción a la regla. Esto que llamamos "androcentrismo", no es más que la idea de que los hombres son el ser esencial en la tierra y las mujeres estamos aquí para acompañarlos.

Estas ideas de raigambre religiosa filosófica y seudocientífica, fueron articuladas en detrimento de las mujeres y han perdurado en las tradiciones sociales hasta nuestros días. Sabemos que, sin perjuicio de que cada sociedad humana se desenvolvió bajo esta premisa, el punto crucial en donde las condiciones se vieron agravadas y determinaron la estructura de las sociedades modernas fue la Revolución Francesa. Es en este momento cuando comenzamos a concebir la idea de dejar de ser súbditos para pasar a ser ciudadanos y el masculino es intencional. Porque desde la primera carta fundamental de derechos del ciudadano se excluyo a la mujer como portadora de derechos (y por lo tanto como ser esencial o persona), y se la legisló como a una eterna impúber bajo la autoridad de su padre, hermano o marido. Esto último es lo mismo que decir que fue sometida a la condición de animal, privada de ejercer derechos en la sociedad sin que mediara la autorización de su amo.

Esta situación que parece ciencia ficción en nuestros días, perduró en varios aspectos de nuestra legislación civil hasta entrados los años 80 y 90 y actualmente subsiste en nuestras costumbres, conductas diarias, y sobre todo en nuestro imaginario y cultura. Así, de las estadísticas surge que somos las mujeres las que realizamos el trabajo doméstico de manera gratuita prestando servicios constantes a favor de los varones sin ser retribuidas, ingresamos al mercado laboral en condiciones desiguales e inferiores que los varones cobrando menos y sin acceder a los espacios de decisión, somos constantemente sexualizadas en nuestros espacios sociales y simbólicos (medios de comunicación, películas, series, redes etc) como si nuestra función en la vida fuera, además de cuidar, limpiar y procrear, sea la de servir y complacer a los varones visual y sexualmente.

No es no: incluso con tu pareja

Hay quien dirá que él o ella no fue criada así, que su madre gana más dinero que su padre o que su padre o marido "ayuda" o trabaja a la par en las tareas del hogar. Y es muy bueno que esto suceda en el 2020. Pero lo cierto es que la constante ocurrencia de femicidios, la evidente desvalorización e infrarrepresentación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones (sin perjuicio de estar sobre capacitadas) y las evidentes diferencias de carga horaria en las encuestas sobre el uso de los tiempos (las mujeres cargamos con muchas más horas de trabajo del hogar y cuidados), nos muestra que no vivimos en esa arcadia feliz que algunas personas perciben.

Vivimos en una sociedad desigual que establece normas, modos de estar en el mundo, roles y tareas, según el sexo que se nos asigne al nacer. Por eso un día como hoy es importante comprender que la violencia contra las mujeres no es un fenómeno marginal, no es producto del uso de estupefacientes y mucho menos una consecuencia de la pobreza. Sin perjuicio de que estos pueden ser factores que agraven ciertas situaciones preexistentes, lo cierto es que la violencia es una consecuencia directa de las desigualdades económicas y materiales y del contexto simbólico o cultural que las sostiene. Esto último, es toda esa injusticia simbólica que hizo y hace posible privar a la mujer de derechos: tratarla como un ser accesorio sin existencia propia siempre al servicio del varón y la crianza, como un ser privado de raciocinio y vinculada a lo animal o a lo emocional, un ser sexual para complacer a los varones, abnegada y presa de un amor romántico, alguien privada de derechos por su dependencia hacia el varón etc.

¿Feminista liberal o de izquierda?

La violencia de género es esa que se produce por la desigualdad, por la jerarquización del varón sobre la mujer en todos los aspectos de la vida. El agresor o femicida no es un psicópata, es un ciudadano común que se siente avalado por unas normas culturales que subsisten y le informan que él es el hombre de la casa, que debe probarlo sometiendo a la mujer y que tiene el derecho de indicarle cómo comportarse.

La violencia de género es la manifestación de una necesidad de imponerse, de controlar, de manifestar la hombría o "dueñidad" que es enseñada a los varones desde muy pequeños sobre las mujeres.

Este 25 de noviembre queremos visibilizar que la violencia no es una excepción a la regla, sino que es la manifestación extrema de una serie de conductas que se manifiestan todo el día y en todos los espacios en que las mujeres vivimos nuestras vidas. Finalmente, aclarar que la violencia entre los géneros no existe. Porque para que la categoría "violencia de género" exista, se necesita una estructura desigual que propicie que uno de los géneros ejerza violencia sobre el otro. Esperamos que esto nunca suceda. Esperamos que lograda la igualdad y por tanto erradicada la violencia, podamos convivir respetándonos, sin agredirnos, y permitiéndonos una vida libre mutuamente.

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