Fernández, entre pedir más poder y su no poder

El presidente quiere, pero no lo dejan. Pelea hacia afuera por poder más, pide más poder, pero en el juego de palabras queda claro que su problema no es ni con las provincias, ni con la oposición, sino adentro de una alianza gobernante en la que no confían lo suficientemente en él y lo desempodera.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Efectivamente, el presidente Alberto Fernández necesita una dosis de poder. No parece útil, necesario ni conveniente que reciba más atribuciones que las que ya tiene. Sin embargo, las ha pedido al Congreso. 

Hay una paradoja y es que aunque defiende junto a su equipo la continua emisión de decretos de necesidad y urgencia (DNU) para administrar la gestión de la pandemia y protesta con una descomunal arremetida contra la Corte Suprema de Justicia por proclamar la autonomía de los estados provinciales y la Ciudad de Buenos Aires, a la vez parece hacerle caso a las críticas, y promover una ley que lo habilite, como la que hoy no tiene.

Se percibe una situación real y palpable que demuestra que el presidente no necesita precisamente "superpoderes", tal como se les ha llamado desde la oposición. Lo que pide a gritos en silencio es que desde adentro de la alianza gobernante, el Frente de Todos, lo dejen ejercer el que ya tiene (o debería tener y ejercer), aquel que le otorgó la ciudadanía cuando lo votó para presidente.

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Fernández es desautorizado constantemente por otros protagonistas de su fuerza política que ponen freno de mano intempestivo mientras el conductor aprende a manejar (con bastante demora) o bien giran sin poner el guiñe.

En la Argentina cobra más fuerza y protagonismo un intendente del conurbano bonaerese que el gabinete nacional. En las decisiones de peso es aplastante la opinión del gobernador Axel Kicillof, por sí o por Cristina Kirchner, con más acatamiento que las que surgen desde el primer mandatario.

En el gobierno le temen a las reacciones de Cristina Kirchner, mientras Alberto Fernández parece generar poco más que ternura.

En tal sentido lo que le pasa al presidente es que no puede, aunque quiera. Una impotencia política que conmovía a un sector de la oposición que lo quería apoyar para que el kirchnerismo bajara la intensidad de su fuerza, pero que terminó por abandonar la idea cuando vio que el presidente, lejos de empoderarse, agachaba la cabeza, aceptaba la situación y seguía para adelante, como podía; como puede. O como "no puede", para ser más exactos.

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De tal modo, no se entiende que pida más atribuciones para imponerse sobre las provincias un presidente que no pudo echar, por ejemplo, a un funcionario de tercera línea, como es el caso del subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, que aun hoy sigue en su cargo, al igual que quienes le pidieran la renuncia, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero y el ministro de Economía, Martín Guzmán.

El reclamo de más poder debería sintetizarse de otra manera: poder más. Y no es el Congreso de la Nación el lugar adecuado para pedirlo, atento a este panorama, sino el de su partido, fuerza que también preside, por cierto, en otro liderazgo más simbólico que real.

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