Un nudo cada vez más ajustado entre política y ambiente

En estas horas, se cuentan trágicamente las víctimas y los daños que ha sufrido y está sufriendo en Italia, en Sicilia y la Calabria como consecuencia del repentino ciclón caribeño (nunca antes había sucedido) que azota desde hace días. Lo que escribe y describe José Jorge Chade desde Italia.

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza

Siguiendo el articulo escrito precedentemente sobre Revolución Sostenible y Ambiente retomo hoy el tema para analizar el porqué es tan frágil la previsión y el compromiso que exigiría el alcance del tema.

En estas horas, se cuentan trágicamente las víctimas y los daños que ha sufrido y está sufriendo en Italia, en Sicilia y la Calabria como consecuencia del repentino ciclón caribeño (nunca antes había sucedido) que azota desde hace días. Una especie de evento que se ha vuelto cada vez más frecuente en los últimos años, como consecuencia de la progresiva "tropicalización del clima" de la que los expertos llevan tiempo hablando.

El problema no es esto que ahora está sucediendo en Italia, por supuesto. Estados Unidos, uno de los mayores contaminadores del mundo, anunció en junio de 2017 su intención de retirarse de los acuerdos de París. Ya en pasado la administración Trump dio mal ejemplo a nivel internacional al dar marcha atrás a muchas medidas "verdes" iniciadas. No es casualidad que los "hombres fuertes" emergentes, se pronuncien con desdén contra las políticas ambientalistas.

Ahora bien, la paradoja es precisamente esta: mientras la comunidad científica (en su casi totalidad coincide en culpar a la actividad humana cotidiana con el aumento de dióxido de carbono y el consecuente aumento de la temperatura media) presiona a la opinión pública por un cambio en el modelo de desarrollo y estilos de vida. con la introducción de una legislación más estricta, pero poco sobre la conciencia colectiva que aún no ha metabolizado completamente la gravedad de la situación global. Con el resultado de que la política avanza a paso de tortuga en términos de intervenciones serias para frenar las consecuencias del cambio climático.

En abril de 2015, Krista Langlois, una periodista estadounidense, escribió en la revista Slate: "Una encuesta ambiental de Gallup reveló que los estadounidenses están menos preocupados por los problemas ambientales hoy que en los últimos veinte años. Este optimismo persiste a pesar de algunas noticias relevantes que, en el último año, deberían haberles hecho pensar: la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera es ahora de 400 partes por millón, un valor nunca antes alcanzado ".

Ahora sabemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar para tener un mundo que no corra hacia el abismo del desastre ambiental, con millones de personas, por ejemplo, obligadas a abandonar sus hogares debido al aumento del nivel del mar, las lluvias o la desertificación de los campos. Pero pocos se atreven a cambiar de marcha, reinterpretar los conceptos de "progreso" y "bienestar" en clave climática.

Todos esperamos que los demás den el primer paso. Una situación que Voltaire habría descrito de la siguiente manera: "Ningún copo de nieve se siente responsable en una avalancha".

Pero, mientras que países como Estados Unidos llevan mucho tiempo acostumbrados a convivir con huracanes y ciclones, en otras partes del mundo el cambio climático resuena con efectos literalmente devastadores, en presencia de asentamientos humanos mucho menos estructurados que los de países económicamente avanzados.

Es hora, por lo tanto, de que la política vuelva a poner el tema ambiental en el centro, como una prioridad que determina las opciones básicas y rige la idea misma del desarrollo del país.

En lo que respecta a Argentina, a nivel nacional creo necesario poner una mano paciente en el mantenimiento ordinario y extraordinario de esa hermoso paìs, que posee todos los climas, y en el que tenemos la suerte de vivir. Y a nivel global, orientándose hacia opciones de energía y consumo que estén en línea con los objetivos de la COP 21 de París. Por supuesto, los gobernantes deben dejar de pensar que este tipo de intervenciones (desde la proscripción de ciertos automóviles hasta la limpieza de ríos, montañas, lagos y de nuestra propia acequia y vereda) "sirven poco" desde el punto de vista mediático, o incluso pueden ser impopulares políticamente.

Pero aquí está el nudo. "Un político mira a las próximas elecciones, mientras que un estadista mira a la próxima generación", dijo De Gasperi en el post guerra italiano: El tiempo dirá y juzgará qué camino están tomando (o perdiendo) quienes nos gobiernan y, en consecuencia, qué país será entregado a nuestros hijos...y el tiempo se está acabando.

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