La entrevista de los Libertadores en Guayaquil

La historiadora Beatriz Bragoni se enfoca en esta nota en el encuentro de Guayaquil entre "los dos hombres más grandes de la América del Sur", José de San Martín y Simón Bolívar, ocurrida el 26 de julio de 1822.

Beatriz Bragoni

El pasado 24 de mayo se conmemoró el bicentenario de la batalla de Pichincha que abrió paso a las fuerzas bolivarianas a la conquista de Quito y la anexión de la provincia de Guayaquil a la égida del Libertador del Norte. La victoria y las dificultades que enfrentaba San Martín como protector del Perú en la campaña militar contra los bastiones realistas, lo condujeron a entrevistarse con Bolívar.

Llevan a Guayaquil una réplica de la bandera del Ejército de los Andes

La reunión que mantuvieron a puertas cerradas y sin testigos después de la gran velada que tuvo como protagonistas a "los dos hombres más grandes de la América del Sur", estuvo lejos de colmar las expectativas sanmartinianas en virtud de los recursos de guerra que cada uno arbitraba, y el lugar que debían tener en el nuevo escenario político. No se trataba solo de un asunto ligado a la puja entre personalismos expectables: ninguno ignoraba la dificultad de agrupar las tropas con procedencias territoriales tan diversas bajo un único liderazgo militar. Bajo esas condiciones, y como señaló Tomás Guido, "ambos no cabían en un solo teatro militar". 

La otra divergencia era de índole política. Si bien tenían un compromiso inclaudicable con la independencia continental y bregaban por una alianza o confederación entre las comunidades políticas nacidas del colapso imperial, diferían en la percepción de la forma de gobierno que éstas debían adoptar. Aunque admiraran por igual la monarquía constitucional al estilo británico, San Martín seguía pensando que era la más adecuada para la América libre concibiéndola incluso como estrategia decisiva para que España reconociera la independencia de sus antiguas posesiones en América. 


El monumento a la "conferencia de Guayaquil" en esa ciudad.

En cambio, Bolívar consideraba que el formato monárquico era imposible de aplicar en los países nacidos con las guerras de revolución. La diversidad de geografías, razas, costumbres y culturas unidas a los anhelos igualitarios de los indios, mestizos, esclavos y castas de color hacían de la república o del igualitarismo republicano una garantía de unión política y estabilidad.

En la noche del 27 de julio, San Martín abordó el barco que lo regresó a Lima. En el lapso que estuvo ausente, el repudio a la gestión de gobierno había liquidado el poder de su ministro Monteagudo convirtiéndolo en reo del Callao. Advertido del escaso margen de maniobra que aún tenía, el Protector reasumió el mando, dispuso la reunión del Congreso General, anunció que Bolívar enviaría tropas y armas, y presentó la renuncia irrevocable que ni siquiera Guido (su confidente y compadre) pudo detener. Antes de abandonar la Ciudad de los Reyes, se dirigió a los peruanos trazando el bosquejo de su periplo libertador y advirtiendo los riesgos que pendían sobre el horizonte republicano.

La noticia se difundió como reguero de pólvora por todas partes y llegó incluso a Londres: el Times del 4 de febrero de 1823 daba a conocer a sus lectores, por medio de la información suministrada por un periódico de Mendoza, que San Martín había arribado a Valparaíso después de abdicar al mando supremo del Perú para iniciar una serie escalas que lo devolvería al Viejo Mundo.

LA AUTORA. Beatriz Bragoni es historiadora del INCIHUSA-CONICET y la UNCUYO).




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