La histórica (o histérica) elección en la que se vota "en contra de" y a favor de muy poco

Es muy probable que el día después a la elección presidencial nadie se sienta completamente contento ni a gusto con lo resuelto.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

A vuelo de pájaro, podría observarse en el panorama electoral y en medio de las predicciones para un futuro gobierno en Argentina, una similitud al proceso que se vivió en España este mismo año.


Las últimas encuestas sobre Milei o Massa (en 100 palabras)

Allí se dio casi por hecho que la oposición del Partido Popular con Alberto Núñez Feijóo a la cabeza, se impondría con facilidad ante una aceptación generalizada de que el gobierno como el del socialista Pero Sánchez ya había hartado hasta a los propios.

Hay otras analogías para hacer, como que Alberto Fernández -que en el peronismo es acusado de ser más alfonsinista que poseer el ADN propio de esa nave madre que creó Juan Domingo Perón- se siente muy cercano al modelo de Sánchez. Y que Núñez Feijóo en Argentina tiene como contraparte afín a Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta.

Pues bien: no le fue tan bien al "popular" como se esperaba, y no le fue tan mal al actual presidente del Gobierno español. La sorpresa fue mayúscula. Y un aire a "yo no los voté" se pudo percibir en cada pose cabizbaja por las calles, entre los que no se hicieron cargo de la incertidumbre creada con su voto, ya que aun no hay nuevo gobierno.

Fernández  y Sánchez.

La diferencia radica en que mientras la campaña electoral se volvió virulenta, nada de lo demás sucumbió, porque tienen una Corona por encima que los llama al orden y en la que una porción importante de la población confía para estabilizar las cosas cuando amenazan con el desmadre.

El PSOE, el partido de Sánchez, se está quebrando por sus coqueteos oportunistas tanto con el populismo del chavismo español en su momento, como con los sectores ultras del independentismo. Pero así y todo, es probable que los españoles, al votar, hayan temido perder lo poco que les queda ante la posibilidad de un cambio rotundo con el PP. ¿Como aquí?

Las cosas en Argentina no están resueltas aun. Esa militancia porque nada cambie está chocando de lleno con el "que cambie todo" y tendrá su definición, por un solo voto, si sucediera, el 19 de noviembre en el balotaje entre Sergio Massa y Javier Milei.

Será una jornada histórica. O histérica: se votará "en contra de".

Desde un sector del país se quiere cortar de cuajo con el reinado del peronismo, apuntando a una de sus últimas versiones, el kirchnerismo. Esa fuerte propensión a sacárselo de encima de una vez por todas es lo que acerca al PRO y a sectores del radicalismo a Milei, y va contra una corriente de conformismo abúlico que le dio el primer puesto en las pasadas elecciones generales al más claro continuador, el ministro de Economía.

Desde otro costado, incluyendo a todos los que están aferrados a la dependencia del Estado y a muchos sectores ideológicos, están los que votan porque todo siga igual, con o sin entusiasmo, aun tapándose la nariz. Lo hacen por miedo a la cantidad de cosas raras y extremas que propuso Milei en su momento más psicodélico, o como dique de contención a lo que creen que puede ser un extremista que libere una venganza en sentido contrario a la que ya ejecutaron los seguidores de los Montoneros en el poder. A ellos se les suman algunos radicales puntillosos que todavía creen en la socialdemocracia, como teoría balsámica.

Entonces la división es total, pero la desazón es mayor porque las dos mitades no se muestran tan entusiastas con sus candidatos que, por otra parte, al ser tan débiles por sí solos, tampoco garantizan que vayan a poder hacer lo que han esgrimido como banderas proselitistas para conquistar ese voto que les falta para sobrepasar al otro en la recta final.

Una elección en la que el día después es probable que nadie se sienta a gusto y en la que convergerán situaciones de "duelo" en todas sus etapas, según la teoría de Kübler-Ross: en primer lugar pasamos por la fase de negación y después por la de ira, la de negociación, la de depresión y, finalmente, la de aceptación de la pérdida. Solo que esta vez no habrá ninguno que pueda cantar victoria con todas las letras.

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