¿Son necesarias las fábulas para el desarrollo del niño?

¿Qué quieren realmente los niños cuando les piden a sus padres o abuelos que les cuenten un cuento de hadas?

José Jorge Chade
Presidente de la Fundación Bologna Mendoza

No hace mucho, en una vidriera de mi ciudad de Mendoza, leí: "Hoy puedes tener lo que quieras". Se trata de un mensaje inofensivo, inocuo. En esos mismos días estaba leyendo "La sociedad del cansancio" de Byung-Chul Han (2010). El filósofo coreano, residente en Alemania, afirma que las epidemias, en nuestra época, ya no son virales, sino neuronales: trastornos de atención, ansiedades, depresiones.

El estudioso cree que la explosión de diagnósticos de estos síndromes es consecuencia de los miedos relacionados con la ansiedad de realización y competitividad, que se han convertido en la referencia orientadora de las sociedades actuales.

La vida, al contrario de lo que está escrito en la vitrina que mencioné antes, además de los éxitos, también incluye necesariamente problemas, esfuerzo, dolor. Y, para aprender a mantener juntos lo positivo y lo negativo, será necesario poner en palabras las diferentes experiencias, para aprender, hablando de ellas, cómo gestionarlas en la cotidianidad de cada vida.

Los cuentos de hadas, las fábulas, al trasladar los sentimientos y las pasiones a un nivel simbólico, pueden ayudar, especialmente a quienes están creciendo, a saber acogerlos y gestionarlos en la vida real. De hecho, la distancia con la historia narrada protege al lector que, gracias a esa distancia, reconociéndose en las pasiones de las que los personajes son protagonistas, tiene la oportunidad de reflexionar y evaluar.

Una pequeña antología para acompañar a los niños a identificar los escollos y experimentar emociones conscientemente son narraciones actuales, que ayudan a quienes las leen a descubrir sentimientos y estados de ánimo a menudo ocultos y, por lo tanto, pueden ayudar a conocerse mejor.

Podemos considerarlos como un pequeño archivo de experiencias existenciales, que van más allá de anécdotas culturales, proponiéndose como sugerencias de vida sin caducidad, útiles en cualquier momento.

La atemporalidad, que caracteriza a los cuentos de hadas, es lo que hace que el ser humano los siga transmitiendo a sus hijos y éstos, a su vez, a sus propios hijos, ya que sugieren referentes universales, referentes heridas que revelan las relaciones que conectan las cosas y los seres vivos, el cielo y la tierra. Aprender a manejar la experiencia del dolor y reducir sus heridas, heridas que revelan las relaciones que conectan las cosas y los seres vivos, el cielo y la tierra.

¿Qué quieren realmente los niños cuando les piden a sus padres o abuelos que les cuenten un cuento de hadas? Quizás, sin saberlo, piden poder encontrar las señales que dirigen los caminos, aprender a desandar el laberinto de las relaciones, de las que perciben la complejidad de las tramas, sin perderse ante los obstáculos y las dificultades, misterio que se alternan en los caminos de la vida.

Cuanta sabiduría se esconde en los cuentos de hadas que, a pesar del paso de los milenios, mantienen toda su actualidad.

En un mundo donde todo cambia y las experiencias se suceden de manera frenética, inmersos como estamos en una realidad que nos hace sentir un vértigo inesperado, ¿qué extraño poder nos permite transformar narrativas simples en bibliotecas metafóricas atemporales que sobreviven al polvo de los años? Quizás porque los mitos, leyendas y narraciones, resultado de la sabiduría milenaria, duermen en el inconsciente colectivo de la humanidad y despiertan con toda la profundidad de los conocimientos encerrados en ellos, cuando el corazón les dedica su atención y esperanza.

Es el descubrimiento de nuestra pertenencia a las generaciones que nos han precedido y experimentado nuestras propias ansiedades, soledades y sueños lo que nos ayuda a encontrar los obstáculos sin dramatismo, a soportar la espera, a transformar el dolor causado por las heridas en la capacidad de afrontar la realidad. Las reflexiones sugeridas por las narraciones integran experiencias y sentimientos, y es gracias a esta integración que se produce un aprendizaje más profundo, que va más allá de la comprensión racional. La narración de la oruga que se transforma en mariposa, por ejemplo, puede ayudar a entender mucho mejor que cualquier argumento científico cómo los límites pueden transformarse en recurso, si sabemos acogerlos buscando al mismo tiempo posibles compensaciones.

 Los cuentos acogen aportes de numerosas raíces culturales de manera inclusiva, sabiendo integrar creativamente su diversidad.

Es sumamente complejo definir el significado de creatividad. Tudor Powel Jones, en su ensayo Creative Learning, afirma que es imposible dar una definición compartida. Vygotsky, en su ensayo Imaginación y creatividad en la infancia, considera que es un error creer que la creatividad se limita a sujetos especialmente dotados, de hecho podemos encontrar procesos creativos en los juegos de todo niño, incluso muy pequeño, concluyendo que la creatividad la experiencia es un potencial presente en todos. Un potencial que, como señala Anna Chesner (2000), acompañará todo el camino de vida de los individuos.

Si existe cierto acuerdo entre los estudiosos respecto a la presencia de la creatividad en cada individuo, en cambio existen serias diferencias respecto a su permanencia durante el desarrollo. Abraham Maslow (2010), por ejemplo, a diferencia de Anna Chesner, cree que la creatividad, que caracteriza a todos los sujetos desde su nacimiento, corre el riesgo de inhibirse y perderse con la inserción progresiva en la sociedad a la que pertenecen, inserción que determina el cumplimiento de las normas existentes. normas sociales, que exigen el abandono de los pensamientos originales y las conductas consecuentes. Carl Gustav Jung (1969) también comparte la convicción de un impulso creativo, naturalmente presente en los hombres, que luego es reprimido en la vida social.

Para estos estudiosos, la pérdida de la creatividad durante la vida parece ser un destino ineludible para todos.

Para Donald Winnicott la experiencia creativa, además de universal, es un factor fundante de la existencia, es el fin de la vida misma, es el canal que guía al ser humano a percibirse a sí mismo y experimentar sus diferentes dimensiones. 

"Vemos que las personas viven creativamente y encuentran que la vida real vale la pena vivirla o que no pueden vivir creativamente y dudan del valor de vivir. Esta variable en humanos está directamente relacionada con la calidad y cantidad de oportunidades ambientales al principio y en las primeras etapas de la vida de cada niño". Donald Winnicott.  

De ello se deduce que, para acompañar el desarrollo de este potencial presente en todos, es necesario poder activar desde la infancia los caminos educativos que permiten su ejercicio, y las narrativas y los cuentos de hadas son un componente muy importante de esta formación.

Considerar la dimensión creativa como un requisito previo esencial para llegar a ser nosotros mismos; instrumento de nuestra libertad interior. Vivirla significa tener el coraje de no conformarse con la ilusión del no conflicto, de no repetir lo ya establecido por otros, significa que, más allá de los condicionamientos ambientales, podemos tomar nuestra vida en nuestras manos y determinarla, evaluando momento a momento. nuestro comportamiento (Rossi y Travaglini, 1997, p. 8).  

 Por lo tanto, la creatividad puede entenderse como la capacidad de desarrollar soluciones originales a partir del encuentro con las situaciones problemáticas que propone la vida cotidiana. 

La creatividad es el proceso de volverse sensible a los problemas, deficiencias, lagunas de conocimiento, buscar soluciones, adivinar o formular hipótesis, evaluar y reevaluar hipótesis y finalmente comunicar los resultados (Marschark, 1995, p. 206). 

La creatividad es también la capacidad de ir más allá de lo dado, de acuerdo con la idea piagetiana de desarrollo cognitivo que incluye el arte y la comprensión de metáforas. 

La creatividad es una combinación de flexibilidad, originalidad y capacidad de aceptar fácilmente ideas que nos permitan abandonar los esquemas de razonamiento habituales por esquemas diferentes y productivos, como los que permitan al individuo satisfacer sus propias necesidades y, en algunos casos, incluso aquellas. de otros (Tudor Powell, 1974, p. 17). 

Dejando de lado la conexión de la creatividad con la productividad y la tecnología en este contexto, llamaría la atención sobre los estudios de Vygotsky (1972), que proponen una distinción entre dos tipos de actividad creativa. La primera, que el erudito llama "reproductor", es el que aparece primero en las conductas de la infancia. Consiste en la repetición por parte del niño de lo que ha observado en los demás y en el entorno. Es una de las primeras manifestaciones lúdicas espontáneas y se puede observar en los juegos de simulación desde los primeros años de vida. 

El segundo, que el autor llama "combinador", se produce más tarde, ya que requiere habilidades más evolucionadas, y permite a los niños ir más allá de la imitación y proponer algo nuevo. 

Evidentemente, la educación no puede dejar de promover ambos, ya que, a pesar de su diversidad, son igualmente indispensables para la evolución del pensamiento y el comportamiento. 

En una próxima segunda parte les hablaré de las fábulas que van desde las mentiras a los engaños del mercado. 

BIBLIOGRAFÍA

Extraído del libro "La parola che forma" Fiabe, poesie, racconti e sceneggiature per riconoscersi e riconoscere ("La palabra que forma" Cuentos de hadas, poemas, fábulas y guiones para reconocer y reconocerse) CHADE, José Jorge© 2021 Edizioni Centro Studi Erickson S.p.A. Via del Pioppeto, TRENTO, Italia. 

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