Comió y se vistió "de la basura", ahora es recuperadora urbana y tiene un sueldo fijo

Se llama Karen Fontemachi y tiene 34 años. Desde los 11, es cartonera pero hace un año que hace su trabajo dentro de una cooperativa. La historia de la tercera de 9 hermanos y la lucha actual por la aprobación de la Ley de Envase.

"Mi nombre es Karen Fontemachi. Soy una recuperadora urbana. Hoy ese es mi nombre pero siempre hemos sido cartoneros, seguimos siendo cartoneros, cachureros, cirujas, han sido todos los nombres que nos han puesto. Hoy en día, el moderno es recuperador urbano, es el más cordial pero no nos molesta que nos digan cartoneros", así se presenta.

Karen es mendocina, tiene 34 años y 4 hijos. Es la tercera de nueve hermanos y se crió así, trabajando en la calle para llevar el pan a la casa. Laburó toda su vida, incluso cuando tenía que estar jugando porque era una niña, tuvo que salir a ayudar a su mamá. Y como dice la canción, tarda en llegar pero al final "hay recompensa".

Es que actualmente, y desde hace casi un año, trabaja en la Cooperativa Grilli, un Centro Verde de Guaymallén. "Tenemos ahí un espacio para acopiar el material, clasificarlo, enfardarlo y luego poder venderlo. Nos dan las herramientas; cintas, clark, enfardadora, camiones, carros para poder trasladar el material y ropa, para que tengamos un uniforme. Ese es el convenio que nosotros tenemos con el municipio", detalla.

Karen Fontemachi, recuperadora urbana.

Habla en plural, mientras dialoga con Memo, porque se refiere a las 65 personas que integran la mencionada cooperativa que se dedica, precisamente, a la recuperación urbana de manera organizada.

Allí, ella es promotora ambiental. Su función es participar en eventos del rubro, dar capacitaciones en las escuelas, brindar charlas sobre lo que hacen, avisar puerta a puerta a los vecinos que va a pasar un/a recuperador/a y enseñarle a la comunidad cómo hacer la separación de residuos.

"Esa es la tarea de una promotora; somos la cara de visible de la cooperativa. Somos 6 promotoras y yo soy la coordinadora. En la parte de Promoción somos todas mujeres porque así visibilizamos que la compañera, cartonera mujer, tiene otra opción aparte de estar acarreando y empujando un carro. Todos en la planta siempre nos rotamos, si tenemos que estar en enfardadora, estamos; si tenemos que estar en camiones, estamos. Pero en la promoción, una mujer entra más en confianza con el vecino que un hombre", se explaya describiendo.

En la Cooperativa Grilli, enumera también Fontemachi, hay 10 puestos de trabajo específicos: logística, promoción, administración, enfardado, clarkista, cinta, estibadores, registro de cinta, mantenimiento y recolección domiciliaria. "En el galpón los bolsones van separados por grupos. Somos 14 grupos, hay 10 puntos verdes ubicados en distintas plazas del departamento", puntualiza.

-¿Hace cuánto que te dedicás a esto?

-La mayor parte de mi vida lo he hecho; de los 11 años que yo cartoneo. Lo he hecho en la calle, informalmente. Tengo 34; o sea, la mayor parte de mi vida. Estar cartoneando en la calle empezó por necesidad y por un juego. Porque a los 11 años lo tomaba como un juego y después veía que en casa faltaban muchas cosas. Pero me puse ese rol, éramos 9 hijos, mis 8 hermanos y yo, con una mamá que estaba sola porque no tuvimos papá y decidimos ayudarla. Intentaba ser adulta con 11 años.

Ahí empezó el trabajo, darse cuenta de la importancia de poder ayudarle a tu mamá a llevar un plato de comida a casa para que tus hermanos más chicos coman y no les falte nada, tanto un plato de comida, una vestimenta y que puedan ir a la escuela.

-¿Y en la cooperativa cuándo empezaste?

-Va a hacer un año que entré a la cooperativa, nuevita soy.

-¿Tu situación económica ha mejorado desde que estás ahí?

-Sí, en muchas cosas ha cambiado mi vida desde que yo entré a la cooperativa. Le agradezco a los compañeros de El Álamo, que son los primeros cartoneros que se organizaron y supieron ver la importancia del trabajo que nosotros estábamos haciendo y que nadie reconocía. Ellos implementaron las cooperativas, nos informaron y enseñaron a trabajar de otra manera acá en Mendoza.

Desde que entré a la cooperativa, muy muy mucho cambió en mi vida. Tengo un sueldo fijo, ya no estoy viviendo del día a día, de lo que puedo enganchar o vender en el día; o sea, ya no vivo de las chauchas. Puedo planificar porque tengo un ingreso fijo. En mi familia, más que todo en mis hijos, veo el progreso porque yo no terminé la escuela. Cuando estaba en el secundario decidí enfocarme en seguir cartoneando, en trabajar para poderle ayudar a mi mamá. Le dije 'mira mamá, yo prefiero ir a ayudarte a trabajar que hacerte gastar plata porque la verdad no me entran los números'. Esa fue mi excusa (ríe).

Yo en mi momento de niñez y adolescencia no tenía otras puertas ni otras oportunidades más que ir a cartonear. Preferí hacer eso, ir a rejuntar a la calle o irme al Pozo porque también lo he hecho, he trabajado en un basural -aclara-, preferimos hacer eso y no salir a robar. Esa es la verdad.

Hoy en día con la cooperativa esas puertas que yo no tuve, esas oportunidades que mi mamá no me pudo brindar -no porque ella no quiso sino que realmente no podía-, yo se las puedo dar hoy a mis hijos. Tengo una hija de 17 años, que va a 4° año del secundario sin llevarse ninguna materia y quiere ser contadora. Yo me siento con las manos atadas, porque no terminé el secundario y no la puedo ayudar. Es un camino que ella sigue sola. Igual que su hermana, que va 3° año. Veo que ellos pueden tener todo lo que yo no pude, aspirar a ser alguien mejor, a tener un trabajo digno y que ellas pueden elegir el trabajo que quieran. Pero no que lo elijan por necesidad si no porque les guste y quieran ese trabajo.

Hay compañeros, 200 familias, trabajando en el basural a cielo abierto de Puente de Hierro. Muchos niños que también están esperando tener esas mismas posibilidades que hoy mis hijos tienen. Es por eso, que adonde nos inviten, adonde vamos y podamos hablar, vamos a ir y si tenemos que volver 800 veces, lo vamos a hacer porque la meta de la cooperativa es poder sacar esas 200 familias del basural y que vengan a trabajar con nosotros en las mismas condiciones.

Ellos trabajan abajo del rayo de sol, de la lluvia, el frío, no tienen un baño donde ir a hacer sus necesidades, no tienen un surtidor de agua potable, ni siquiera una mesa, un lugar donde puedan comer. Todo se hace ahí mismo, alrededor de la basura. En la cooperativa estamos trabajando bajo un techo, tenemos baño, un espacio donde podemos tomar algo caliente y es cómodo.

Fuera del basural, tenemos muchos más compañeros cartoneando en la calle que tampoco pueden trabajar en condiciones dignas. Siempre están perseguidos por la policía, discriminados por la comunidad, cosas que sufren las personas que rejuntan en la calle. También el peligro de que algún auto los choque.

-Y además también por ahí, incluso, ¿comen de lo que juntan en la calle...?

-Sí, en el basural sí y en la calle también. Hemos comido de la basura, esa es la verdad. Al igual que hemos encontrado una gaseosa, la hemos destapado y la hemos tomado. Nos hemos vestido de la de la basura. Cuando hemos encontrado cosas que hemos podido llevar para no gastar y que nos alcance, lo hemos hecho.

Por ejemplo, un cuaderno está muy caro y si lo encontramos en la basura, le arrancamos las hojas que tiene escritas, las que sobren quedan y con eso los mandábamos a los niños a la escuela. Hay compañeros que aún lo siguen haciendo. Al igual que zapatillas, nos hemos calzado de ahí. Hasta los mismos juguetes han salido de un basural o encontrados en la calle.

-Contanos del viaje que estás por hacer. ¿Un encuentro nacional de recuperadores urbanos?

-Me han elegido para representar a la Cooperativa Grilli. Es un plenario en el que se reúnen todas las cooperativas del país. De acá de Mendoza va también la de Las Heras y la de Palmira. Vamos a hablar y nos van a presentar a gente de la agrupación, que es el gremio que nos representa a todos los cartoneros. Es para poder organizarnos y luchar porque queremos que se apruebe la Ley de Envase. Es en Río Negro, en Viedma.

Tengo muchos nervios, es la primera vez y espero hacer bien mi presentación. Cuando voy a dar una capacitación, siempre les digo que les voy a tratar de hablar a mí manera, a la calle, respetuosamente siempre.

Un pedido de los cartoneros a la comunidad

Ya sobre la parte final de la charla, Karen nos pide dejar un mensaje importante para la sociedad y que va de parte de todos los que hacen el mismo trabajo que ella:

"Como recuperadores urbanos, cartoneros, siempre pedimos que el material sea limpio y seco para dignificar nuestro trabajo. Si nosotros tenemos que meter la mano a la basura, lo vamos a hacer porque ya estamos acostumbrados. No tenemos vergüenza, no tenemos asco, no nos da nada, pero estamos cansados de hacerlo. Esa es la verdad. También recordar que todo el material puede ir junto, no hace falta que lo estén separando; todo en la misma bolsa siempre y cuando esté limpio y seco. Para que nos dignifique nuestro trabajo. Siempre tengan en cuenta que cuando una persona les diga 'yo no junto basura', eso es porque cuando hacemos la separación deja de ser basura; si lo separamos, no es basura", concluye Karen y su voz está cargada de esa grandeza silenciosa de alguien que toda su vida la luchó y lo sigue haciendo. Una 'rejuntadora' de esperanza. 

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