Chocobar, un fallo errático

Un policía -Luis Chocobar- que, tras presenciar el brutal ataque con armas blancas (11 puñaladas dos de ellas en el corazón) y robo a un turista, dio la voz de alto, persiguió al delincuente y como consecuencia de los disparos de su arma reglamentaria lo abatió.

Sergio Bruni

Mientras la inseguridad golpea todo el tejido social en el país, sin distinción de sectores sociales, un emblemático caso sucedido en el año 2017, fue resuelto por el Tribunal Oral de Menores hace pocos días atrás.

Un policía -Luis Chocobar- que, tras presenciar el brutal ataque con armas blancas (11 puñaladas dos de ellas en el corazón) y robo a un turista, dio la voz de alto, persiguió al delincuente y como consecuencia de los disparos de su arma reglamentaria lo abatió.

Le aplicaron dos años de prisión en suspenso como autor material de "homicidio agravado" cometido con "exceso en el cumplimiento del deber". El deber se cumple o no, y si un agente público cumple su deber con exceso, o sea, con un encomiable celo profesional, el sentido común diría "hay que premiar a quien siendo un agente estatal actuó cuando pudo mirar para otro lado". Tantos parásitos que soporta el Estado en todos sus niveles, que aquel que hace de más y bien, es condenado.

Por si no se tiene claro, las fuerzas de seguridad en los países democráticos, están para proteger el derecho de los ciudadanos, proporcionar seguridad preventiva y represiva cuando corresponda, como así también poner orden donde no lo haya. Tienen delegado por ley el uso monopólico y legítimo de la fuerza pública.

¿Debió Chocobar solo asistir a la víctima y que los dos delincuentes siguieran su raid delictivo? Desde un análisis de pura lógica, en su sentido filosófico, entendida como la que genera un cierto conocimiento para tomar decisiones, el "deber de Chocobar" no podía agotarse en solo asistir a la víctima.

La sentencia del Tribunal Oral, deja un pésimo mensaje para los cientos de miles de policías de todo el país que, ante tal fallo judicial, los desanima a actuar en cumplimiento de sus deberes.

Los obliga a pensar: "mejor policía distraído que policía preso". ¡Vaya paradoja!

También pudo suceder en los pensamientos sinuosos de algunos jueces, que, si Chocobar no hubiese actuado, estaría siendo juzgado por incumplimiento de sus deberes, abandono de persona e incluso por encubrimiento.

Analicemos un punto interesante del caso, el cómplice de Kukoc, abatido por Chocobar en cumplimento de su deber, fue condenado a 9 años de prisión como coautor del delito de "robo calificado por el uso de armas, en concurso real con homicidio calificado". Si el coautor fue condenado va de suyo que el autor abatido había cometido un gravísimo delito. Que duda puede caber, Chocobar con su recto accionar, impidió que ambos siguieran su camino criminal. Sin embargo, no deja de causar asombro que quién arriesgó su vida (pudiendo no hacerlo) pasó a ser "perseguido" por un Tribunal de justicia.

Queda una instancia, "La Justicia" nos debe una reparación, no solo a Chocobar y su familia, sino a toda una sociedad harta de estos dislates jurídicos. Debe recuperarse el sentido de aplicar las reglas básicas del sistema legal; a los agentes que la ley les delega el uso de la fuerza pública, tienen presunción de legitimidad en su obrar.

El accionar policial, como este caso, no discurre en un laboratorio galáctico, en algún set de televisión o en los cómodos despachos de algún funcionario. El escenario es la calle en un contexto de extrema violencia, en situaciones cargadas de incertidumbres y tensión, de fogonazos cruzados, donde en fugaces instantes se debate entre la vida o la muerte.



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