Gane quien gane, mañana será otro día

Isabel Bohorquez da en la tecla al analizar que el día más complejo no es hoy, en que se vota en un balotaje por primera vez en 20 años, sino el día después. Recurre a dos poemas de inusitada pertinencia.

Isabel Bohorquez

Comienzo este texto con un poema de Robert Frost, Alto en el bosque en una noche de invierno de 1922:

Creo saber de quién es este bosque el dueño vive en el pueblo, sin embargo; no va a enterarse de que me detuve acá a mirar su bosque lleno de nieve. Mi caballito debe creer que es raro parar sin que haya una granja cerca, entre el bosque y el lago congelado, la noche más oscura del año; hace sonar el arnés al sacudirse para preguntar si hubo algún error. El otro único sonido que hay es el barrer del viento suave y los copos como plumas. El bosque es encantador, oscuro y profundo, pero yo tengo promesas que cumplir, y kilómetros por recorrer antes de dormir, y kilómetros por recorrer antes de dormir.

La expectativa que hoy tenemos los argentinos es de tal magnitud que será una jornada cargada de tensiones y de miradas de soslayo por parte de quienes tienen la difícil tarea de cuidar especialmente la transparencia y la honestidad del proceso. Cuidado que nos corresponde a todos de alguna u otra forma.

Circula en la calle el desánimo, el temor, la duda y un ambiente de desconfianza.

¿Qué haremos el día después?

Gane quien gane, tenemos problemas que afrontar, tareas que hacer y lo fundamental es que todo lo que nos pasa no se resolverá solamente con ir a votar. La lección más grande de todas -en este momento de la historia argentina y a mi entender- es que si no cambiamos nosotros, si no nos comprometemos más y controlamos más a nuestros representantes, si no somos más activos y responsables en cada una de las dimensiones de la vida social y colectiva, seguiremos repitiendo el mismo destino fatal que refleja la viñeta de Quino que ya tiene medio siglo.

Nuestro panorama actual nos encuentra con una economía mucho más deteriorada, alto déficit fiscal, prácticamente sin reservas y al borde del colapso económico. Hemos tenido una actitud demasiado displicente frente a las dificultades que son comunes a todos aún cuando las definan y gestionen unos pocos.

Nos fue ganando cada crisis y las fuimos naturalizando: en la educación, en la salud, en la seguridad, en el empleo, en la vivienda, en la cultura y en la moral de un pueblo que dejó de creer en si mismo para creer en que los gobernantes de turno harían nuestra tarea.

Mañana no alcanzará haber votado, gane quien gane. Mañana habrá que levantarse con el ánimo de construir, de arremangarse y solucionar los problemas, de mirar al vecino o al compañero de trabajo como eso y no como un enemigo, Deberemos contener ese deseo de superioridad moral porque nos sostenemos en un puñado de flacas certezas y mirar el presente como un camino que o lo transitamos todos juntos o nos quedamos eternamente plasmados por Quino, con la cara triste.

Depende de nosotros.

Cierro con otro poema de Rober Frost, El camino no elegido de 1916:

Dos caminos se abrían en un bosque amarillo, y triste por no poder caminar por los dos, y por ser un viajero tan solo, un largo rato me detuve, y puse la vista en uno de ellos hasta donde al torcer se perdía en la maleza.

Después pasé al siguiente, tan bueno como el otro, posiblemente la elección más adecuada pues lo cubría la hierba y pedía ser usado; aunque hasta allí lo mismo a cada uno los había gastado el pasar de la gente,

y ambos por igual los cubría esa mañana una capa de hojas que nadie había pisado. ¡Ah! ¡El primero dejé mejor para otro día! Aunque tal y como un paso aventura el siguiente, dudé si alguna vez volvería a aquel lugar.

Seguramente esto lo diré entre suspiros en algún momento dentro de años y años dos caminos se abrían en un bosque, elegí... elegí el menos transitado de ambos, Y eso supuso toda la diferencia.

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