Día Mundial del Ambiente: poco para celebrar, mucho por aprender

A 50 años de la designación del Día Mundial del Medio Ambiente, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano en Estocolmo, una jornada de concientización.

Matías Aciar

El 5 de junio se conmemora nuevamente el "Día Mundial del Medio Ambiente", y a partir del cual se estableció el Día Mundial del Medio Ambiente Humano, han pasado ya 50 años de esta primera cumbre internacional celebrada en Estocolmo, Suecia, que en el primer principio de su declaración establece: "El hombre es a la vez obra y artífice del medio que lo rodea, el cual le da sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente". Estas palabras nos interpelan hoy con absoluta claridad.

Hoy más que nunca debemos tomar compromisos fuertes y medibles para contener el cambio climático y redefinir la relación que tenemos con la naturaleza para evitar una nueva crisis sanitaria como la que estamos atravesando.

La pandemia agravó todos nuestros problemas estructurales. Y la incertidumbre, el miedo y la supervivencia es por momentos la historia de todos. A la preocupación por las vacunas, los contagios, las terapias intensivas, en definitiva, por nuestra salud y nuestra mismísima posibilidad de seguir vivos, le sumamos la preocupación de poder ir a trabajar, de que nuestros hijos vayan a la escuela y de continuar de alguna manera con nuestros proyectos de vida.

Desde la declaración de 1972 el mundo ha cambiado y ha avanzado en muchos aspectos: la esperanza de vida ha aumentado, la mortalidad infantil ha disminuido, las comunicaciones se han hecho instantáneas, la robótica y la nanotecnología han mejorado la calidad de vida, etcétera. Sin embargo, a la par de estas mejoras siguen existiendo cuestiones irresueltas o postergadas, además de nuevos problemas que reclaman un cambio radical en el comportamiento de la humanidad.

La acentuación de eventos extremos tales como inundaciones, sequías, irrigar a manto, incendios, desastres mineros, la falta de control en los municipios en sus presupuestos ambientales, entre otros, es el resultado de la interacción de diferentes elementos de la naturaleza donde cada parte del sistema, incluidos los seres vivos y el hombre, actúa y modifica la otra. Hay que remarcar, además, que existe un gran contraste entre la velocidad de las acciones humanas, la lentitud de los sistemas naturales y la burocracia institucional de los diferentes gobiernos en plena crisis institucional, donde no basta con iluminar las fachadas un par de horas, si no acciones concretas de triple impacto.

Está claro entonces que estamos viviendo de préstamo, hipotecando el futuro de generaciones venideras. La solución posible implica necesariamente hacernos cargo de la raíz humana de esta crisis que el hombre ha generado, como deuda pendiente de los gobiernos desde la vuelta de la democracia.

En 2015, los líderes mundiales acordaron 17 objetivos globales de desarrollo sostenible (ODS) en una agenda a 2030. Entre ellos, los principales son erradicar la pobreza y el hambre, combatir con urgencia el cambio climático y proteger el planeta, asegurando la prosperidad de todos.

Naturalmente el alcance de estos objetivos exige, en primer lugar, voluntad política, es decir, la acción de los gobiernos. Pero al mismo tiempo requiere compromiso y decisión de los distintos actores de la sociedad, colectivos e individuales, como el caso de los Profesionales de Ambiente que después de tantos años no poseen una matriculación especifica.

Se necesita de profesionales matriculados, bien preparados y competentes para afrontar estos desafíos, desarrollar e implementar las soluciones. Los Profesionales de Higiene, Seguridad y Ambiente, por su formación y su ámbito de desempeño, están llamados a ser agentes activos y decisivos de esta cruzada.

Hoy es vital asumir una actitud proactiva que no pueden eludir. La formación profesional ya no puede ser sólo el resultado de incorporar conocimientos técnicos de avanzada, sino que también, y con igual peso, debe promover fundamentos éticos y antropológicos que confieran visibilidad humana a los problemas a resolver, de modo que las soluciones innovadoras y creativas promuevan el bien común.

Estamos en un mundo acelerado, desordenado e impaciente; impaciencia y desorden que sólo podrán contrarrestarse si a la ecología integral se les incorporan las dimensiones humanas y sociales.

No hay excusas para no hablar y hacer en materia ambiental, la crisis social y económica que padecemos está acompañada por la crisis climática y ecológica, que las agrava y las precede. La transversalidad es tal, que cualquier decisión de política pública en cualquier área de gobierno, o de producción en una empresa o de actitud como ciudadanos debe ser sostenible.

Ahora más que nunca es la hora de los Profesionales de Higiene, Seguridad y Ambiente, este mundo los reclama con urgencia, en la industria Argentina donde se encaminada a la implementación de sus plataformas de sustentabilidad en busca de mejorar su Agenda 2030, columna vertebral de la Agenda de Naciones Unidas, y son un llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad.

Es importante abarcar múltiples áreas y trabajar en cada una de ellas para revertir la curva de pérdida de biodiversidad que hemos generado durante todos estos años. Ahora es el momento de detener y revertir la degradación de nuestro planeta a partir de la restauración de ecosistemas y la modificación de nuestros hábitos, porque estamos ante la última oportunidad de prevenir un cambio climático catastrófico. Son objetivos ambiciosos, pero es una oportunidad única, convertirnos en la Generación de la Restauración.


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