El "viudo " de Benedicto

Tuve la oportunidad de hablar con Gänswein de pie y por un rato, al ser recibido por el papa Francisco en el Vaticano hace unos años.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Georg Gänswein es el arzobispo alemán que ejercutó como secretario personal y papal de Benedicto XVI. Hoy es el "viudo" que, a falta de un protocolo que establezca qué tratamiento especial hay que darle a los restos de un Papa cuando fallece tras haber renunciado y hay otro en ejercicio.

Es quien está recibiendo las condolencias internacionales por la muerte de su coterráneo Josep Ratzinger pero, además, quién ha empezado a hablar por él. En principio, desmintió todos los rumores más "vendedores" en torno a la dimisión al Sillón de san Pedro, como el Vatileaks o el Lobby Gay, y sí le dio importancia al escándalo de curas abusadores.

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Tuve la oportunidad de hablar con Gänswein de pie y por un rato, al ser recibido por el papa Francisco en el Vaticano hace unos años. No me conocía, pero me habló de lo "especial" que era Bergoglio en su contacto con la gente, mientras juntos asistíamos a la ruptura del protocolo por decenas de personas con discapacidad que pugnaban por saludar al pontífice en la Sala Paulo VI.

Lo noté calmo y profundo, confiado y sabio a pesar de haber estado más de una vez en medio de las turbulencias del Vaticano en el cambio de Papa.

También fue portada de revistas por su "facha", cosa que causó escozor si no envidia en el diverso mundo de la Curia, en donde conviven vocaciones e histerias.

Francisco ya puede renunciar en paz

Georg Gänswein salió con una columna de despedida a Ratzinger en el diario alemán Bild, en donde lo ponderó como Papa por encima de las disputas en su contra, pero también puso en valor el hecho de haber renunciado a gobernar la "Santa Sede".

Por estos días tiene un superpoder extra y no hay nadie de su condición en la iglesia católica: fue el último confesor de Benedicto, su último "familiar" cercano y por poseer las palabras que el fallecido pontífice no dirá jamás, pero que en su boca sonarán como si fuese aquel quien hablara.

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