Los gritos del Presidente

"Mientras arengaban por los medios, #QuedateEnCasa, tanto el presidente como la primera dama (involucrando a figuras reconocidas de la cultura y el deporte), no respetaban lo que se nos pedía". Escribe Sergio Bruni.

Sergio Bruni

Días atrás por este medio, nos explayamos sobre "las visitas" a la quinta de Olivos en plena cuarentena. En aquella oportunidad había listas de nombres que habían ingresado en raros horarios nocturnos. Sosteníamos que mientras millones de argentinos cumplíamos con el encierro, por convicción o bajo amenaza del código penal, el mentor y autor del decreto de la cuarentena más larga del mundo, violaba de modo sistemático la ley.

Nadie duda hoy de que el presidente y su "querida Fabiola" vivían en sus horas libres una vida de jarana en la residencia de Olivos y gozaban de una "inmunidad especial" mientras miles de argentinos agonizaban y/o morían en los hospitales del país.

Mientras el alboroto de aquellas juntadas discurría en el plano de la crónica periodística, el presidente "negaba" tales reuniones o las calificaba de reuniones de trabajo. Las extrañas horas de los encuentros los justificaba diciendo que un presidente no tiene horarios.

Cuando la noticia estaba perdiendo fuerza, siguiendo las reglas de las noticias en general, "la nueva noticia" fue la imagen de la celebración del cumpleaños de la primera dama en los momentos del encierro más estricto.

Negar los hechos delictivos no era ya una buena estrategia. Enseñan los coaching en comunicación política, que dos cosas no se deben hacer ante una noticia negativa. Una es esconderse o no decir nada. La otra es entregar una explicación que resulte luego comprobadamente falsa.

Sucedió esto último. Negaba el presidente que sus encuentros nocturnos en Olivos fueran para divertimento, explicación que resultó falsa con la aparición del magnífico invento que inició el francés Louis Daguerre: "la foto".

Comenzó así el proceso de la furia presidencial. Foto mata explicaciones. Su nueva versión ante semejante evidencia, fue echarle la culpa a su "querida Fabiola", peor defensa imposible. Desató así más críticas (incluso de los propios) hasta producirse una crisis gubernamental que no sabemos dónde terminará. Podría suceder que más fotos hubiese de otros festejos en aquel mundo de fantasías abstraído de la realidad, triste realidad que fuera de Olivos todos vivíamos. ¿Qué pasaría entonces si nuevas fotos se hicieran públicas?

Una semana después de culpar a su mujer, en un acto en la Matanza a los gritos, enojado y hasta golpeando el puño derecho sobre la mesa desde la que hablaba, trató de hipócritas a sus críticos por haber participado en "su residencia" de una fiesta de cumpleaños. Señaló en esta ocasión, ser el único responsable.

Presidente Fernández: no solo es responsable, sino que cometió un grave delito, porque dictó el decreto persecutorio por el cual miles de argentinos están imputados por la justicia. Es decir, el agravante, es que fue al mismo tiempo "la ley y la trampa".

Mientras arengaban por los medios, #QuedateEnCasa, tanto el presidente como la primera dama (involucrando a figuras reconocidas de la cultura y el deporte), no respetaban lo que se nos pedía.

Con el escándalo desatado, como resignarse a no levantar -de nuevo- la voz de protesta por la muerte de Abigail Jiménez, la nena de doce años que su padre tuvo que cargar en brazos para cruzar desde Tucumán a Santiago del Estero porque le negaron el ingreso vehicular por las "restricciones" que el presidente Fernández impuso, o el caso de Solange Musse, la joven que falleció en Córdoba y a su padre le impidieron visitarla por el aislamiento impuesto. Mientras se atravesaban momentos tan dramáticos, el presidente y la primera dama vivían de un modo "privilegiado" cual reyes de una monarquía y no como presidente y primera dama de una república.

Conversando con un especialista en salud mental, supe que Fernández podría estar atravesando, un "trastorno explosivo intermitente" que suponen episodios repentinos y repetidos de conductas impulsivas, agresivas y violentas, o arrebatos verbales agresivos.

Quizás sea la explicación psicológica de sus berrinches. Se enoja y grita explosivamente porque una foto lo sorprendió mintiendo. En cualquier lugar del mundo, presidente que impúdicamente miente, presidente que deja de serlo. No porque el presidente deba renunciar, el presidente Fernández perdió toda autoridad moral para indicarnos con su dedo índice qué debemos o no debemos hacer.

El presidente y la primera dama, deberán enfrentar la justicia, esta se pronunciará sobre los delitos cometidos y las penas que deberán aplicarse.

Los ciudadanos como el padre de Abigail, de Solange o los cientos de miles que no pudieron despedir a sus seres queridos, mientras la máxima autoridad del país, en público se mostraba compungido y en privado, andaba de fiesta en fiesta, ¡dictaron sentencia definitiva!

Todos ellos, por unanimidad y con sobrados fundamentos, lo condenaron a perpetuidad.


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