Becky ya no vive aquí.. y zafar

Una "historia mínima" en la que Carlos Varela Álvarez le pone texto a una situación por muchos vivida y que muchos vivirán, de un lado y el otro de la historia.

Carlos Varela Álvarez

El viernes Norita la llevó a la peluquería. Hacía días que pedía ir. Allí la esperaba el Alberto, el fígaro genial de nuestro barrio, ese que nos mira desde atrás desde hace tantos años. Al salir se quejó, dijo "quedé igual". Bueno, un clásico de ella.

Se sentó en la parte delantera aunque prefiera la de atrás como "Miss Daisy"; eran sus últimas horas en casa. Durmió bien. Costó que se despertara. Sus pocas cosas estaban listas y le pregunté si quería un sombrero para el sol y me dijo que sí. Donde iba hay espacio para mirar al cielo aunque a veces no se sepa que es.

Se fue mirando el paisaje sin reconocerlo entre frases y palabras sueltas, hasta que llegó a destino. Con Josué la presentamos y le mostramos el "hotel y sus pensionistas", como le habíamos contado varios días atrás.

Becky ya no vive en casa, se quedó en la residencia, allí con mujeres de cuerpos doblados, miradas perdidas y de buenos modales, donde se saludarán y se presentarán cada mañana como un amanecer sin inventario ni memoria; ventajas y desgracias del alzheimer.

La despedida fue rápida como manda el manual, afuera y más tarde hay tiempo para llorar sin culpa.

La tarde fue mejorando el día con la victoria sobre Australia y con el corazón en la mano gracias al pequeño mago y al gigante Dibu, dos extremos maravillosos. Ganamos: que venga el próximo llame como se llame, en el Circo Romano no hay segundos puestos.

Propio de la locura y del ego encendido de manera irresponsable y porque sólo en este país te pueden llamar para invitarte a una charla minutos después de esa victoria: dije que sí y trata sobre a qué edad los menores que delinquen tienen que ir presos (no me puedo auto explicar, la próxima vez apago los teléfonos). ¿Juventud, divino tesoro?

Caía la noche y la agenda intensa me decía que teníamos recital con la Vela Puerca en el reino autónomo de Luján y que iba con Lautaro, así que el pogo estaba de turno con los charrúas que a puro rock y canciones de quejas van despidiendo una época que va dando lugar a otros peinados nuevos y estilos que me tornan más conservador y lejano al reguetón, rap, y como quiera que se llamen.

Ya casi sin fuerzas una cena de entrañables amigos me esperaba en la casa de la Pato donde estaba mi paciente Norita cuidando la silla de este ya viejo condotiero nocturno, y así la noche entre vinos y empanadas y en la buena compañía se fue adueñando de cuerpos y sueños.

Hoy al despertar miro la habitación vacía de Becky, mi mamá, que habrá dormido sin saber con quien, tarareando quizás a la Vela Puerca que en "Zafar" dice "no voy a tolerar que ya no tengan fe, que se bajen los brazos, que no haya lucidez, me voy volando por ahí, y estoy, convencido de ir. Me voy, silbando y sin rencor, y estoy zafando del olor".

La vida, esa historia de minutos y horas, siempre ahí al acecho del mañana aunque luego olvidemos el presente.

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