La desilusión con los políticos, un fenómeno en alza

Escribe Lucas Klobovs, analista político y de opinión pública, de Poliarquía.

Lucas Klobovs

Semanas atrás, en unos grupos focales, un participante dijo: "Los políticos son todos mediocres: ya no les creo a ninguno, ni de izquierda ni de derecha. Ni ellos se creen su propio discurso. Es mucha la frustración con la política". Así, esta persona resumía el fenómeno que se viene observando en las encuestas. En un contexto de fragilidad económica, con indicadores de humor social que rozan o alcanzan los peores registros de nuestra serie, la sociedad está desilusionada, enojada y molesta con la clase dirigente en general.

Este pesimismo no se centra exclusivamente en las figuras de un determinado espacio, sino que abarca a toda la clase política. Considerando los registros de Poliarquía, se construyó un indicador que toma en cuenta el promedio de imagen positiva de los cinco dirigentes mejor evaluados desde 2006 (entre marzo y abril de cada año): a valores altos, mayor aceptación social de los políticos. Por el contrario, los valores bajos muestran rechazo hacia los dirigentes.

De la evolución del mismo se desprenden algunas conclusiones. En primer lugar, se observa un fuerte deterioro del vínculo entre la sociedad y la clase política. En 2006, el promedio de imagen positiva era de 53% y hoy en día es de 35%. Es decir, una disminución de 18 puntos. En segundo lugar, en los años de elecciones presidenciales (2007, 2011 y 2015) la sociedad tendió a mejorar su mirada de las figuras políticas del país. En cambio, las elecciones presidenciales de 2019 no continuaron con esa tendencia ya que se produjeron en un contexto económico muy negativo. Esta situación podría anticipar el clima con el cual los argentinos nos acercaríamos a votar un nuevo Presidente si la economía no mejorara.

En tercer lugar, el momento de mayor aceptación social de la dirigencia en general fue en 2016, luego de la asunción de Mauricio Macri cuando las expectativas, fruto del cambio de gobierno, eran altas. Por último, la recuperación en el 2020 fue producto de las consecuencias iniciales que tuvo la pandemia sobre la política para luego, evaporarse.

Es decir, nos encontramos en un momento en el cual tenemos uno de los indicadores de rechazo hacia la clase política más altos desde hace 16 años. El malestar, la bronca y la desilusión para con ellos son sentimientos que afloran en un contexto socioeconómico muy complejo. Una de las razones que pueden ayudar a comprender este fenómeno es la desconfianza respecto a la capacidad de la dirigencia para resolver los problemas del país y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Así se desprende del gráfico a continuación donde se observa que la evaluación de los dirigentes está condicionada por las expectativas a futuro del país: si se cree que Argentina estará bien los próximos años, habrá mayor aceptación social hacia los dirigentes. En cambio, si predomina la desesperanza, la mirada hacia ellos es más punzante.

En este contexto, el crecimiento de Javier Milei es la expresión de este fenómeno: un dirigente que habla de casta y representa el sentimiento de la sociedad.

No obstante, para una vida democrática saludable es importante que se pueda recomponer el vínculo dirigentes-ciudadanos. Y para ello será fundamental que los políticos se transformen en actores confiables y convenzan de que existe un futuro posible para Argentina, donde la calidad de vida de los ciudadanos mejore año tras año. No se trata solo de añorar un futuro mejor, sino también de creerlo factible.

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