Pecados capitales

Una reflexión a fondo de la corredora pública inmobiliaria Fanny Cruz, habitual colaboradora de Memo, en tiempos en que la pandemia nos interpela a todos.

Fanny Cruz

Lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia, soberbia.

¿Cuál de todos ellos nos define mejor como Nación? ¿Como individuos? Opinable, como todo.

Personalmente me inclino a pensar que la pereza y la soberbia irremediablemente rigen muchos de nuestros destinos.

Es que a fuerza de tantos planes y subsidios, estamos terminando con la cultura del esfuerzo.

Es mentira que no vale el mérito. Vale, y siempre hará la diferencia.

Es un engaño para mantener subsumidos en una zona de bajas expectativas a una generación que no tiene porqué saberlo ya que nunca lo vio, que las cosas se logran con sacrificio y con mérito. Que hay orgullo en el esfuerzo.

Pero también está la soberbia. Es tan delgada la línea que separa el autorespeto indispensaable para plantarnos en lavida, de ese deseo incontrolable de mostrarnos siempre superiores.

Colectivamente nos hicieron creer eso, que somos mejores. ¿Mejores que quiénes?

Veamos a nuestros países vecinos y merituemos.

En estas últimas semanas he reflexionado sobre la cantidad de palabras nuevas, que se instalaron en nuestras vidas. Palabras que implican un pensamiento y que están cargadas de una emoción.

Aprendimos a que la vida se puede desarrollar por Zoom, un test nos cambia la vida ya no solo de embarazo, un PCR marca la diferencia: si es positivo o negativo. El positivo se parece mucho a una sentencia, no sabemos muy bien hacia dónde nos lleva.

El barbijo, que nos protege y nos separa del mundo, máscaras, guantes sanitisantes, sin los cuales estamos como desprovistos en un mundo amenazante. Oxímetro, ¿cuanto saturás?, pregunta habitual por estos días casi como: "¿De qué signo sos?".

En fin, ¿son palabras nada más? No. Definitivamente son mucho más que palabras. Son, en algunos casos, tristezas. En otros, desconsuelo. Y en el mejor de los casos, miedo.

Ojalá esta disruptiva realidad nos desperece  nos saque de ese confortable y mediocre lugar de esperarlo todo ,de no atreverse a correr riesgos, a no soñar con ser el primero, el mejor, el que llega más temprano, el que se lo ganó al lugar por mérito.

Ojalá esta diruptiva realidad de este mundo que nos igualó a todos frente a una cama de terapia, frente a un oxímetreo o un respirador, también nos haga conscientes de que esa sobrevaloración del yo, personal o colectivo. Es inconsistente si no se sustenta en cultura, en esfuerzo, en ahorro y en progreso.

Ojalá esta realidad disruptiva nos haga conscientes de nuestra pobreza y carencias, disfrazadas de soberbia pereza y Dios sabe cuantos... pecados capitales.

Fanny Cruz



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