Sin norte ni brújula se pierde la oportunidad de mayor crecimiento

La Argentina está en medio de una crisis global debatiendo teorías fracasadas del pasado y no pone foco en las cosas necesarias para salir de los problemas y comenzar a crecer. El análisis político económico de Rodolfo Cavagnaro.

Rodolfo Cavagnaro

Los datos del INDEC van mostrando un nivel de actividad económica que parece encontrar un ritmo constante. No es muy violento, pero es constante, aunque se nota que falta la tracción que pueden generar las nuevas inversiones. Y en esto reside el problema de la falta de confianza que generan tanto el presidente como el ministro de economía y la pelea que existe entre ellos y la vicepresidente.

Los datos muestran un crecimiento interesante de la industria, sobre todo la de bienes de capital, donde resalta la producción de maquinaria agrícola y de automotores, aunque con ciertas restricciones por las demoras en la importación de partes fundamentales para su funcionamiento. También se observa crecimiento en los rubros vinculados la industria de la construcción, pero hay una caída en la producción de alimentos, generados por la menor demanda.

Como se ve, el funcionamiento de la economía no es el esperado, pero tiene lógica. Se crece en los rubros asociados al campo, que sigue estimulado por los precios internacionales, pese a que el Gobierno quiere volver a sacar tajada de su mejora actual. Y la caída en alimentos está vinculada a los aumentos de precio y la caída del poder adquisitivo de los salarios. El 40% de pobreza se ve reflejado en el menor consumo alimenticio y esta es una señal muy peligrosa.

Pero todo viene a un ritmo más lento que el que se necesitaría para asegurar mayor crecimiento. Para esto, es fundamental aumentar las inversiones, que podría también aportar dólares frescos a la economía, pero al existir un cepo y una brecha cambiaria del 75% entre el oficial y el blue, nadie quiere ingresar esos dólares y esperan a que se libere el tipo de cambio.

El tema cambiario se ha transformado en el nudo gordiano del Gobierno. Si cumple con el FMI, el BCRA debería acelerar el ritmo de devaluación mucho más que ahora. Hoy está cerca del 46% anual contra una inflación que, según especialistas, terminará oscilando entre 70 y 80% anual. Si se descuenta la inflación del dólar a nivel mundial, quedaría, solo este año, con un retraso del 30% y esto atentaría contra la competitividad de nuestras exportaciones. Pero si sigue a la inflación, impactará en mayores subas de precios y este es un problema complejo de administrar, pero más complicado para salir.

La presión impositiva de la Argentina es otro tema sobre el cual la clase política no quiere hablar porque saben que ellos viven de la misma. Por eso siempre responden que de esta crisis se sale con crecimiento. Pero es imposible crecer si no se mejora la ecuación cambiaria y no se bajan los impuestos. Hoy se podría afrontar el tema de la suba de los precios internacionales bajando impuestos, pero el gobierno quiere subirlos. Así, compromete la producción futura-.

De todos modos, el problema mayor sigue siendo la inflación, generada por el mayor gasto público y la emisión monetaria necesaria para financiarlo. Si bien había logrado no emitir en marzo a fines de abril y en mayo tuvieron que hacerlo para pagar la nueva versión del IFE y el problema es que, al generar nuevamente alta inflación, tendrán mayores demandas de nuevos bonos porque, como ya dijimos, las inversiones están muy lejos.

Por ahora, las expectativas de inflación se manejan por estimaciones en el sector privado y por esperanzas en el sector oficial. En el sector privado son muy precavidos y van actualizando quincenalmente sus proyecciones. Hoy, en promedio, las mismas están entre un 70 % y 80%. En los ámbitos oficiales se entusiasman con la idea de un 50%, aunque los más realistas se conforman con un 60%.

El problema global nos va a pegar

Antes que comenzara la invasión a Ucrania por parte de Rusia, Estados Unidos ya venía experimentando una suba de la inflación interna. En principio se proyectaba para un 5,5% anual y esta previsión había encendido las alertas en la Reserva Federal que, el año pasado, había anunciado aumentos en las tasas, que en ese momento estaban en 0,3% anual.

Con la guerra en marcha y todas las alteraciones que ha generado en los mercados los problemas se multiplican y las expectativas son cada vez más pesimistas porque la guerra está durando mucho más de lo esperado. Y en el medio la especulación hizo subir los precios de las materias primas a niveles demasiado elevados y también se ha generado carencias de otros, en los rubros energéticos y alimenticios.

Esto ha generado aumentos de precios en todo el mundo y la inflación ha vuelto a instalarse como un problema para todos los gobiernos. Pero ninguno ha intentado "desacoplar" los precios internos de los internacionales. En varios casos han bajado impuestos y en otros casos no han hecho nada confiando que el merado pronto volverá la normalidad.

La reserva Federal ya aumentó las tasas un 0,50% anual (tradicionalmente lo hacía al ritmo de 0,25%) y promete nuevas subas de 0,50% para junio y julio. Los especialistas estiman que las tasas de política monetaria podrían llegar al 3% para fin de año.

En estos niveles se terminarán de alterar los mercados, habría un desplazamiento de los inversores hacia bonos del Tesoro por seguridad (en el mercado a este movimiento lo llaman fligth to quality , que traducido es "vuelo a la calidad"). Este movimiento de capitales en todo el mundo hace subir el valor del dólar y acelera la devaluación del resto de las monedas, algo que ya comenzó y nadie sabe en qué nivel puede terminar.

Por eso, y para el segundo semestre, cuando disminuya el ingreso de dólares de la cosecha de granos, los especialistas esperan presiones alcistas sobre los tipos de cambios libres que puede agrandar peligrosamente la brecha actual u obligar al BCRA a acelerar el ritmo de devaluación del dólar oficial.

Para navegar en estas aguas turbulentas es necesario tener un claro plan de viaje con objetivos concretos, una buena brújula y un buen piloto de tormentas. Nosotros hoy carecemos de todo eso.

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