Te recuerdo, Sergia

El homenaje a la mujer en palabras escritas con sentimiento y memoria por Carlos Varela Álvarez.

Carlos Varela Álvarez

Era morenita, rellenita, con dentadura perfecta y sonrisa siempre de turno, ojos cafés oscuros, y acento lleno de eses maravillosas. Había nacido en Tarija, Bolivia y un día de hace algunos años atrás llegó a casa a trabajar. 

No podía tener hijos y adoraba los niños. Crió a nuestros hijos como la mejor madre y la casa era un espacio único cuando estaba. Su humor era completo salvo los veranos cuando elegíamos almorzar juntos en la galería, porque prefería el aire acondicionado de adentro, nos hacía reir con sus desplantes, levantábamos la mesa y comíamos todos adentro. 

Desde que llegó hasta que se fue, fue impresionante su desarrollo humano e intelectual, al principio muy tímida pero le gustaba estudiar, quiso aprender guitarra, andar en bicimoto y su sueño que no le alcanzamos a cumplir era viajar en avión a Bahía Blanca para ver a su madre. 

Era tal su curiosidad que luego preguntaba todo; cómo nos había ido en el trabajo, estaba atenta de las noticias, y era siempre entretenido escuchar sus comentarios o conclusiones. Nunca la mesa se quedó sin palabras estando ella. 

Comenzó a hacer dieta y se iba caminando con otra amiga a casa, para disfrutar la vuelta a casa. Un día me llamó desesperada. Me volví para la casa y me dijo que le habían robado justo en la entrada y le habían sacado lo poco que llevaba. Se lamentaba no haber tenido más fuerza y desde ahí puso una piedra en su cartera, nos reíamos de sus defensas pero ella decía que con eso se sentía segura. 

La última vez que la vi, me iba de viaje por unos días y me llamó para que le corriera macetas y mangueras. Se rió porque yo iba con la valija cargada, pero bueno, hice lo que me pidió y se quedó regando. 

A mi regreso mi compañera me dijo que no había vuelto, que no se presentó a trabajar, era un viernes. La llamamos y no nos contestaba. En la noche del sábado nos avisaron que estaba muerta. Su marido, un albañil también boliviano la mató, y la enterró debajo de la churrasquera. 

La autopsia luego diría que aún estaba viva cuando después de pegarle la enterró. Su familia me pidió que fuera su querellante. Lo hice hasta la sentencia final. Fue una de las experiencias profesionales más tristes y duras que afrontar. Ver las fotografías familiares y las de la autopsia es una experiencia no recomendable para nadie. 

La Primera Cámara del Crimen presidida por el Juez Victor Comeglio dictó la prisión perpetua lo que luego confirmó la Suprema Corte, pero Sergia nunca más volvió a casa y el mundo perdió un ser humano integro que crecía y crecía. Ha sido uno de las más grandes tragedias en la vida que a nuestra familia le tocó vivir. 

Sergia esa mujer hermosa, alegre, siempre dispuesta, que avanzaba en la vida liberándose e igualándose fue víctima de los celos y el patriarcado cultural. 

La hemos recordado siempre, con alegría, con tristeza, porque pocos seres humanos como ella han alcanzado esa dimensión de calidad, de buena madera. Su familia nos regaló una gran bandera de Bolivia que flameó hasta gastarse muchos años en casa en un mástil que había construido su marido, como paradojas de la vida hoy en el Día Internacional de la Mujer, para nosotros, Sergia es su nombre y su memoria. 

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