Un gabinete porteñocéntrico, con la excepción de manual: "Hay uno de interior"

La manía porteña de elegir cíclicamente entre los suyos "al mejor equipo de...", dejándole al resto del país un rol paisajístico, bajo análisis. Una situación que excede a nuevo gobierno y que incluye a la futura oposición, que ya decidió que sus líderes serán designados en Buenos Aires.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

El gabinete de colaboradores designados por Alberto Fernández responde a la lógica política porteña. Esta, no es propia de un solo partido, sino una característica histórica de la Argentina que ve desde Buenos Aires al resto del país como "el interior" y no como un todo del que la sede del Gobierno es una parte igual. Ese esquema de pensamiento condena a todo el que esté fuera de sus límites, o afuera de los círculos concéntricos bonaerenses (los únicos que la condicionan) a una mirada caritativa, más propia en estos tiempos a lo justificable, en todo caso, en tiempos coloniales, pero a niveles muy superiores, debido a la hegemonía que hoy el puerto sí tiene en materia de comunicaciones.

Los "del interior" tienen sus propios "países", a veces injustificables o inviables desde la mirada porteña, que no es de todos, pero que es mayoritaria. Así, la conformación de un gabinete de gobierno nacional desde una oficina de Puerto Madero y otra en Recoleta, carece de sentido ya no federal, que podría tomarse inclusive como una pose demagógica, sino realista de lo que es la dimensión y las características particulares de toda la Argentina en su inmensidad. 

Si este porteñismo imperante no es el fruto de una actitud segregacionista lo es entonces interesada tan solo en el caudal de votos de quienes rodean la casa del Presidente y la Vicepresidenta, y poco más que eso.

Que un ministro sea mendocino, salteño, fueguino, formoseño o misionero no cambiará la realidad si ellos responden a la lógica y objetivos de quien los nombra para el cargo. Esta discusión ha sido tildada reiteradas veces de "berreta" o "resentida" por las usinas de comunicación que se alimentan del poder centrípeto de un conjunto de poderosas comunas del Río de la Plata y alrededores, y por lo tanto, disminuida en su relevancia.

Pero más allá de nombres de real peso específico que Alberto Fernández o Cristina Kirchner hayan elegido para la toma de decisiones en los próximos cuatro años, la política argentina, toda, incluida la del gobierno actual que en cuestión de horas pasará a ser oposición, gira en torno a un ego elefantiásico que crece junto al puerto y resulta un defecto detectado en el planeta y que o distingue entre "argentinos" y "gente del interior".

Le pasa a los líderes que quieren emerger en las diferentes fuerzas desde las provincias y antes de que puedan tener la oportunidad, se somete a gobernadores, por ejemplo, a careos con el más pinche concejal del barrio capitalino al que se elige a priori como "primera opción" ante la posibilidad de cargos u de emisión de opiniones. 

Así, pasamos del "mejor equipo de los últimos 50 o 70 años" que no supo como manejar un país y lo hizo más pobre e imprevisible, a otro grupo de pretendidos iluminados que elige funcionarios a contracorriente de la territorialidad y, aun, del resultado electoral de la zona centro de la Argentina, posiblemente convencidos una vez más de estar armando "el mejor equipo de...".

No hay resentimiento ni pretensiones invisibles o interesadas en este planteo. Es simplemente recordar que "el interior" no es solo una locación para sensibileras y paisajísticas propagandas electorales, sino el cuerpo de un territorio cuyo cerebro no solo se encuentra en su cabeza, Buenos Aires. Y la historia hace evidente que pensarlo así ha resultado en una reincidencia en los fracasos.

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