Verbitsky, Ginés y la esencia del populismo

El uso privilegiado de las vacunas no es un caso aislado, sino un patrón permanente de conducta en el populismo latinoamericano.

Pablo Lacoste

La confesión del periodista K, Horacio Verbitsky, y la caída del ministro de Salud, en plena pandemia sin vacunas, han desnudado un plano esencial del populismo: el Estado como botín político y la ausencia de concepto de ciudadano y República.

Ginés cayó porque la política del privilegio se puso en evidencia; no porque exista, sino por el escándalo.

El uso privilegiado de las vacunas no es un caso aislado, sino un patrón permanente de conducta en el populismo latinoamericano: el grupo que detenta el poder, distribuye prebendas a quienes son leales, en todos los ámbitos: dinero, cargos públicos y hasta en la justicia: los delincuentes K tienen privilegios que les aseguran impunidad; no van presos a pesar de la evidencia aportada por cientos de testigos que se han jugado la vida por decir su verdad.

Ginés está todavía asombrado del pedido de renuncia: cayó por practicar lo mismo que conoce hace años: el uso del poder para privilegiar a los amigos del poder. Al parecer, no lo entiende.

Todo esto sirve, didácticamente, para comprender exactamente qué es el populismo. Por qué libra una guerra ideológica tan militante contra el concepto de república y la figura del ciudadano.

República y ciudadanía se corresponden a la noción de igualdad ante la ley. Y se sustentan en el principio por el cual, nadie puede estar sobre la ley. Por tal motivo, tanto la Salud (vacunas) como la Justicia (cárcel) deben distribuirse de modo imparcial ante los ciudadanos, sin privilegios de clase, raza, religión o ideología.

El populismo K sufre terriblemente en esa situación; en su concepción ideológica, no existe el ciudadano, ni debe existir la República, que imponga leyes y normas iguales para todos, sin privilegios para los que detentan el poder.

Para negar el concepto de ciudadanía, el populismo k niega humanidad al adversario; no es ciudadano: es una cosa, es "gorila", "macrista", "neoliberal", o cualquier otra cosa. Siempre cosa. Tal como en la Edad Media, la Iglesia convertía a los librepensadores en cosa, al estigmatizarlos como "herejes".

Si el adversario es cosa, entonces pierde su condición humana; se puede exterminar simbólicamente. Y por ello, es urgente negar el concepto de ciudadano y de república.

En su lugar, el populismo K establece otros conceptos, de carácter pre-republicanos, inspirados en el Antiguo Régimen, con su realeza y su nobleza. Ellos forman un grupo privilegiado, con fueros que les aseguran la impunidad y el acceso a condiciones superiores de vida.

En la Edad Media y el Antiguo Régimen, los militares, el clero y la nobleza tenían fueros: no estaban al alcance de la justicia ordinaria. No pagaban impuestos y no estaban sometidas a las leyes generales de la población.

Eso mismo es lo que establece el populismo K, y lo practican sus privilegiados referentes, como el ministro de Salud, Ginés, y el intelectual orgánico, Verbitzky, y tantos más. Ahora, lo que falló, no fue la acción de dar y recibir privilegios; sino que ello se hizo público y se generó una ola de indignación social por las redes.

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