Heinz Dieterich: "Las burocracias doradas que controlan las universidades públicas no sirven para un carajo"

El papel actual de la izquierda y los centros del conocimiento, la inoperancia generalizada de las universidades revelada por la pandemia y el futuro de las ideas políticas, bajo el análisis del teórico del chavismo, de cuyo presente reniega. Un diálogo a fondo con Heinz Dietercih Steffan en el programa "Tormenta de Ideas"

G. Conte y S. Montiveros
  • Heinz Dieterich Steffan es el padre del concepto de Socialismo del Siglo XXI y, a la vez, es quien hoy lo entierra. Nada salió como esperaba. El sociólogo alemán, teórico del socialismo post soviético y del anticapitalismo, en diciembre de 1999, tuvo un encuentro con Hugo Chávez Frías, flamante gobernante venezolano, que los marcó profundamente a ambos.

  • Cuando vio por primera vez a Chávez, Dieterich ya era conocido por mérito propio como un pensador de izquierda. Había publicado un libro con Noam Chomsky ("La aldea global") y, centralmente, su obra "El socialismo del siglo XXI".

  • Ahora, descree de la existencia de una izquierda real en en el mundo, salvo una parte del Partido Comunista Chino. Y no todo. Dieterich dijo que izquierda se quedó e el pasado y no comprende el presente.

  • Además, arremete con fuerza contra "las burocracias doradas" que gobiernan "universidades que no deberían llamarse así", ya que, según su pensamiento, no supieron aportar nada para frenar la pandemia y "gastan milles de millones de dólares que genera el pueblo". Llamó a "destituirlos".

  • Lo contó apenas llegado de dar una conferencia en la Universidad de Beijing en diálogo con el programa "Tormenta de Ideas", que se emite los días sábados a las 8.30 por radio Nihuil.

  • - ¿Cómo condiciona la pandemia la conflictividad política en América Latina? Podemos ver que cada país ha politizado la gestión interna de la situación sanitaria. ¿Cómo lo analiza usted?

  • - A mí me parece, esencialmente, que se ha manejado muy mal en todo el continente, desde Estados Unidos hasta Tierra del Fuego. Hay diferencias, por supuesto. Si vemos la tasa de muertos por millón de ciudadanos, pienso que más o menos se actuó con cierta seriedad en Chile y Uruguay. Pero en otros países, empezando por México, ni hablar Brasil, Colombia, Perú, ha sido catastrófico. Y esto, a pesar de que en febrero de 2020 se sabía, por la experiencia china, cómo controlar el virus.

Ha habido una negligencia criminal de la mayoría de los presidentes y la dirigencia política, tanto en el continente americano como en Europa. En CNN dijeron, por ejemplo, que con los primeros 100 mil muertos en EEUU estaba claro cómo controlarlo, pero Trump no lo hizo. El Estado no cumplió con su responsabilidad. Como ahora llevan más de 700 mil, entonces son 600 mil muertos que son causa de la negligencia e incompetencia de este gobierno. Y así más o menos se puede aplicar esa métrica a todos los gobiernos en América Latina.

  • - ¿La fuerza de la pandemia es tan relevante como para cambiar ideologías o formas de actuar por parte de las ciudadanías en estos países?

  • - La pandemia ha sido una gran reveladora de verdades en muchos sentidos. El primero, ha dejado en claro cómo va a ser la sociedad del futuro, que avanzará basada en la tecnología del 5G, a instancias de la robótica. Está muy claro: no se ha iniciado, pero ha sido un catalizador. Ahora tenemos mucho más claro cómo va a ser la organización del trabajo, el empleo y el desempleo. Ese es un aspecto. Otro, va a ser lo que acabamos de decir y es que los gobiernos de las democracias de América Latina y de Europa, no estaban para nada a la altura del desafío en dos aspectos: ni en la previsión, ya que desde hace décadas se decía en círculos científicos responsables, que este tipo de enfermedad se iba a repetir, por lo tanto, se tenía que prevenir que variantes iba a haber y qué se podía hacer para bloquearla. Y en como segundo aspecto, tampoco había ninguna preparación y ni siquiera la responsabilidad científica sobre lo que esto significaría. Los discursos de muchos presidentes, desde Bolsonaro a Trump y Boris Johnson, Macron, etcétera, han sido de una negligencia total.

Además, se ha demostrado la fragilidad de una economía globalizada como la actual sobre blockchain, sobre qué cadenas de suministro, que no pudieron aguantar interrupciones imprevistas de este tipo. Entonces, se necesita repensar la logística económica mundial. Como decía George Orwell en su libro "1984", "todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros". Las tasas de vacunación por continente son absolutamente claras: en África hay el 1,3 por ciento de la población total vacunada. En Europa o Estados Unidos, el 60 o 70 por ciento. ¿Por qué es así? Porque las empresas farmacológicas no permiten la libre reproducción de las vacunas, como lo había propuesto Joe Biden, porque no hubo ni hay dinero para darle la capacidad de compra para los países que no tienen. Entonces, esta estratificación de la sociedad mundial entre ricos y pobres se repite, y los que se salvan son los que pueden comprar protección, sanidad privada, división científica, escaparse a otros lugares como hacen los ricos...

Entonces, todo eso ha sido muy claro y finalmente, ha demostrado que no existen universidades en América Latina que ameriten llevar ese nombre. Ni la gran Universidad de Buenos Aires, ni la UNAM de México o la de Santiago de Chile o la de Sao Paulo, han aportado algo que valga la pena mencionar para combatir este flagelo. Y Cuba tiene tres vacunas con altísima eficacia. Un país bloqueado y quebrado económicamente, pero en donde las universidades funcionan. América Latina, con 600 millones de habitantes, con un Producto Regional Bruto muy grande, no han hecho nada. ¿Qué nos dice esto? Que las universidades dedicadas a las Ciencias Naturales son cementerios en América Latina. Igual, las de Ciencias Sociales, en las que no se ha producido nada en los últimos 30 años. Esta es una revelación absolutamente clara de que se trata de burocracias doradas que controlan las universidades públicas y gastan miles de millones de dólares que genera el pueblo, y que no sirven para un carajo. Como no tienen la decencia de renunciar por su incapacidad, entonces se los debería destituir y entablar una discusión seria sobre el estado del sistema educativo y científico en la Patria Grande. Eso es extremadamente importante.

Finalmente, se ha demostrado que no hay estadistas en América Latina. En este momento, el único presidente que tiene la etiqueta de estadista, a mi juicio, es el socialcristiano de México, Andrés Manuel López Obrador. Pero todos los demás varían en una oscilación que va entre criminales como Bolsonaro, especuladores como Bukele, terroristas de Estado como Maduro en Venezuela y el de Colombia. ¡Es un desastre! América Latina parece una segunda África. Tampoco hay sindicatos con conciencia, el estudiantado está aniquilado en la conciencia, en la producción de nuestros científicos. En comparación, estamos peor que con las dictaduras militares del siglo pasado que destruyeron todo.

  • - ¿Qué pasó con el Socialismo del Siglo XXI que se basó en sus estudios y usted los abandonó y califica de una manera muy dura a su heredero, Nicolás Maduro? ¿Cómo imagina el reordenamiento político de América Latina?

  • - El Socialismo del Siglo XXI que yo propuse junto a otros científicos de Europa, es un paradigma científico. En el fondo, es la evolución del paradigma científico clásico de Marx y Engels, y Lenin Mao, si quieres, pero bajo las condiciones del Siglo XXI. Cuando Marx y Engels diseñan una sociedad lo hacen cualitativamente diferente, ya que ellos vivieron en el capitalismo temprano e industrial. No había Internet, no había conocimiento científico, no estaban las computadoras que permiten en tiempo real y sin cuidar las distancias físicas, recabar todos los daos que se necesitan para una economía. Es decir, que el flujo de información para una economía democráticamente planificada, en su tiempo no estaba dado. A finales de los años ‘90 me di cuenta de que el actual sistema global no iba a resolver las cosas. La pandemia es uno de los ejemplos de que la clase dominante global no está en condiciones de resolver los problemas y necesidades de las mayorías.

La élite mundial tiene dos fracciones. Una, son los grandes empresarios y la otra son los políticos. Las dos están en constante lucha por el poder, pero el poder estructural lo tiene, obviamente, la élite capitalista. Y entonces, en esas luchas de las dos fracciones de la clase dominante occidental, y luego en la corrupción total de la teocracia de Estados Unidos, bloquea cualquier avance que se haga para intentar salvar los problemas: los climáticos, la pandemia, la pobreza, el hambre, las discriminaciones. Si conocen la composición del Congreso de Estados Unidos entenderán por qué es un país teocrático nuclear. Allí el 97% del Congreso y el Senado explicaron su asimilación religiosa. Básicamente, todos están vinculados al catolicismo (40%) y más del 50% al protestantismo en Diputados. El resto son un poco de cada otra religión. En el Congreso no hay científicos, ni laicos ni tiene trabajadores manuales. Casi todos vienen de las corporaciones financieras, trasnacionales, etcétera.

No tenemos a nivel mundial un sujeto de transformación que sea capaz de transformar este sistema en beneficio de la convivencia pacífica, el desarrollo económico o la pandemia. ¡No existe! Este es el gran dilema: tenemos una élite a la cual le importa un carajo si la gente se muere de hambre o de enfermedades. Y tenemos una gran masa de ciudadanos que intencionalmente es manejada por la tecnología. La única alternativa que yo veo es un socialismo con características chinas, donde también, por supuesto, hay una lucha entre el futuro capitalista y el futuro socialista. Hay dos fracciones dentro de esa gran dinámica. Pero enfrente, a nivel mundial, no veo ninguna propuesta seria que pudiera salvarnos de la guerra nuclear. No hay sujetos sociales y políticos en América Latina para rectificar la situación en la que nos encontramos.

  • - ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué no hay liderazgos capaces de reconstituir socialmente una discusión política desde abajo?

  • - La discusión más profunda que se ha dado sobre esto la ofreció Rousseau, hace 200 años. Me preguntaron en una exposición en la mejor universidad china, en Beijing, por qué en el futuro el gobierno tendría que ser socialista. Respondí que es muy sencillo de entender: si no hay una instancia de interés público, sino solo intereses particulares, la sociedad se fragmenta y nadie se ocuparía de atender las necesidades de la Nación o de las mayorías. Y Rousseau lo dijo claramente hace 250 años: "El interés particular puede, por supuesto, en ciertos momentos, coincidir con el interés general de la Nación, pero esto va a ser nada más que temporal, porque a largo plazo el interés particular gira sobre sí mismo y su propio beneficio. Queda claro que en un sistema capitalista en el cual dominan las grandes corporaciones, son ellos los que componen la clase dominante mundial y no los políticos elegidos, que no pueden cambiar el sistema. El sistema global, tal como está, no es reformable porque no hay un sujeto con la fuerza y el interés de reestructurarlo para que sirva. El capitalismo no nos va a salvar de la situación.

  • - Más allá de la ambición del capitalismo, ¿cree que la izquierda tiene alguna culpa en que solo quede esa alternativa tras su fracaso?

  • Heinz Dieterich: "Las burocracias doradas que controlan las universidades públicas no sirven para un carajo"

    - Sin duda alguna. No existe ninguna izquierda. La única izquierda que yo veo en el mundo es una fracción del Partido Comunista de China. Ni siquiera el Partido Comunista, sino una fracción que es la que quiere una sociedad cualitativamente diferente. A nivel mundial no veo ninguna izquierda. Solo hay una izquierda tradicional que está clavada en el Siglo XIX, repitiendo los salmos de los montes tibetanos o los sermones estúpidos de los católicos del pasado, de hace dos mil años. No han aprendido nada nuevo.

  • - Usted dijo que hay un enfrentamiento entre políticos y empresarios a escala global. La impresión es que la gente aprecia que los empresarios resuelvan problemas con tecnología en forma instantánea, con más eficacia que los políticos. Las encuestas dicen que Joe Biden está en una caída estrepitosa. ¿La sociedad está eligiendo a los empresarios como sus verdaderos líderes?

  • - Tienes toda la razón. La política burguesa ha logrado anclar en la cabeza de la gente la idea de que los políticos son corruptos e ineptos. En un 90% estoy de acuerdo en que son corruptos y en un 95% que son ineptos. Esta imagen se logró anclar en el software del ciudadano: "Los políticos no sirven; los partidos son corruptos; los parlamentos nunca resuelven nada". Ahí, hay una verdad bastante grande. El otro aspecto es el del mito binario: hay un bueno y un malo. Hay Dios y Satanás. Entonces, la lógica es que si los políticos que votamos no sirven, ¿quiénes nos pueden salvar del desastre y de ellos? ¡Los empresarios! "Son los que van al espacio, los que inventan cosas, crean automóviles eléctricos". Esta idea se ha anclado a tal grado que llegó al paroxismo en Estados Unidos con Donald Trump. Aprovechó este trasfondo y generó una matriz de opinión clerical fascista, un fascismo protestante, de todos esos grupos que están en el Congreso. Esto hay que tomar en cuenta cuando se quiera organizar una izquierda: están ante una audiencia programada. ¿Cómo romper esos condicionamientos para que tengan una libre reacción? Este es el problema real que hoy en día hay. Uno de los grandes problemas de la izquierda en América Latina no conciben la realidad psicológica de masas en los países, sino que viven en la idea de los años ‘60. No parten desde la realidad actual, que es una audiencia/mercado cautivo programado cooptado por las redes sociales y las televisoras. Si no logran romper esa tiranía ideológica, no podrán generar un movimiento orgánico de masas, pero nunca a una transformación organizada, salvo algunas rebeliones. Las universidades no producen nada creativo propio y repiten la chatarra ideológica que les cae desde Estados Unidos o Europa. Vamos hacia Haití, como lo está haciendo Venezuela.

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