Maradona: una despedida violenta

Isabel Bohorquez ofrece una mirada reflexiva sobre la violencia en la despedida a Diego Armando Maradona.

Isabel Bohorquez

La liturgia de despedida de un crack del fútbol como fue Maradona, idolatrado y venerado, dio paso aceleradamente a la cobertura periodística de un disturbio mayúsculo que incluso desembocó en acciones represivas, heridos, detenidos, imágenes más propias de una revuelta social que de un velorio.

¿Qué nos ciega?

¿Qué nos pasa?

¿Los argentinos nos hemos vuelto violentos? ¿Hemos olvidado de qué otra forma reaccionar frente a nuestras frustraciones que no sea con piedrazos y empujones?

¿Por qué fallamos sistemáticamente en la organización de nuestros propios asuntos?

Maradona no murió

¿Quiénes se harán responsables? ¿O el esquema de salir a pedir perdón/acusar y culpabilizar a otros luego de que sucedan hechos que no deberían suceder será, otra vez, la forma de cubrir las huellas de una profunda incapacidad para planificar cualquier cosa?

Pienso en el papá de Solange, en Abigail, en cuántas víctimas más de nuestra necedad, que sufrieron nuestras incongruencias que hoy se patentizan en un velorio multitudinario que contradice todo un año de medidas sanitarias...Pienso en ellas desde mi lugar de mamá que veló y enterró a su propia hija y frente a este suceso no puedo menos que sentirme distante.

Por estos tiempos, tantos testimonios injustos me han evocado mi propio tránsito de dolor y desde allí, desde mi experiencia, me pregunto.... ¿por qué tanta grotesca desigualdad?

No me interesa opinar sobre la legitimidad de la admiración a Diego Maradona o sobre si llorarlo y conmoverse frente a su muerte (o frente a la muerte toda) es algo verosímil.

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Respeto esa admiración y esa pena. No la comparto. La respeto.

Puedo intentar ponerme en el lugar de los hinchas de futbol, en las personas que aman a Maradona y lo consideran un dios, en quienes sintieron la necesidad afectiva de ir a despedirlo. No pongo en tela de juicio los sentimientos de la gente que hoy quiso ir al velorio de su ídolo.

Me cuesta comprender por qué -estando en medio de una crisis sanitaria mal conducida (venimos pésimo con las estadísticas...todos sabemos eso) y sintiéndome parte de un país abatido por tanta pobreza injustificable y tanta ruina consecuente- se armó semejante despliegue que sin una logística precisa y una actitud social adecuada, era previsible que decantaría en una tarde de furia.

Yo me pregunto además: ¿era necesario? ¿se podría haber honrado su trayectoria y su persona de otro modo? ¿por qué admitimos estas diferencias que son a la base, la razón de nuestra miseria social y moral?

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Me quedo absorta frente a tantas contradicciones y me pregunto: ¿quiénes se harán cargo de ellas?

Personalmente, ya me siento muy cansada de las posiciones que desprecian para un lado o para el otro. Los que critican y odian, los que insultan y acusan, los que se ubican en el lugar de la verdad absoluta, los que siempre quieren sentirse a salvo saliéndose con la suya y no admiten fracasos ni errores....la lista podría seguir.

Es en esa matriz de pensamiento que anidan la mayoría de nuestros agujeros negros, nuestros abismos y nuestras grietas.

Y mientras tanto, la gente común, laburante, que paga los impuestos y transita todos los días por la calle sin mayor cobertura que su propia capacidad para desenvolverse, sigue siendo la variable de ajuste. O no puede viajar ni velar a sus seres queridos o peor aún, pierde a alguien amado en medio de nuestro desquicio.

Diego se fue, Diego partió, la despedida fue un reflejo de nosotros mismos.

Como siempre, toda circunstancia no es más que un espejo de lo que somos. ¿Nos atreveremos a mirarnos con honestidad?

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