El FMI, el conflicto Rusia-Ucrania y la propia torpeza del Gobierno no permiten salir de la crisis de la hiperestanflación

Mientras la tensión política interna no permite avanzar con el FMI, la invasión de Ucrania por parte de Rusia agrega problemas adicionales que pegarán más fuerte en nuestro país. La columna de Rodolfo Cavagnaro.

Rodolfo Cavagnaro

Según datos del Indec, la economía creció un 10,3% en 2021 recuperando una parte de la caída que había experimentado en 2020 por efecto de la pandemia y las duras políticas de aislamiento que se tomaron. En términos reales, aún no falta un año más para recuperar los niveles de 2019, que fue un año con caída.

En realidad, la economía argentina viene paralizada desde 2010 y se agudizó a partir de 2011 cuando Cristina Kirchner impone el primer cepo cambiario. El problema es que habían atrasado el tipo de cambio y, lógicamente, los ahorristas querían acopiar dólares baratos. Desde ese momento, los recursos fueron peleando para conseguir acopiar dólares y no se usaron para la inversión productiva.

Durante estos 12 años, en que la economía no creció hemos vivido un proceso de estanflación, donde los niveles de actividad, con oscilaciones, se han mantenido en los valores de 2010 pero las tasas de inflación han mostrado un camino creciente. Recesión continua de más de 10 años e inflación creciente sin perspectivas de disminuir, nos permiten hablar de "hiperestaflación".

Cómo conformar al FMI

Se siguen demorando las conversaciones con el FMI porque hay dos posiciones irreductibles. Por un lado, de la Cristina Fernández, que no quiere que las tarifas aumenten más del 20%, mientras que el FMI quiere que el aumento sea del 60%. Cristina dura porque quiere minimizar el costo político y no le interesa la inflación. El FMI porque sabe, claramente, que con un 20% no disminuyen los subsidios y no podrá bajar el déficit, además que se alimentará la inflación.

Este es el tema más complejo, toda vez que el gobierno de Alberto Fernández ha decidido no bajar gastos, sobre todo los de la política. Al no bajar gastos ni disminuir los subsidios, no se podrá conseguir el objetivo de bajar el déficit, pero, lo más grave, es que no habrá posibilidades de bajar impuestos.

La economía argentina está encorsetada por una feroz presión fiscal que no permite las inversiones ni pensar en la creación de nuevos puestos de trabajo. Además, ahora el BCRA, siguiendo lineamientos del FMI, ha subido las tasas de interés para tratar de seducir a los ahorristas para que no se vayan al dólar. El problema es que esa suba se traslada a los costos de los créditos que las empresas no pueden tomar.

Por otra parte, el Banco Central, que había amenazado con acelerar la devaluación del peso ante el dólar no siguió esta tendencia, aparentemente por presiones políticas internas. Esto agrava su situación ya que lo que tiene que exportar esperan a que mejore el tipo de cambio y esta demora complica más a la autoridad monetaria porque casi no le quedan reservas.

El nivel de reservas es crítico. El saldo de la balanza comercial de enero fue de solo US$300 millones, lo que no alcanza a cubrir las necesidades de importadores, pagos de obligaciones y cancelación de pagos por turismo. La necesidad de un acuerdo con el FMI es urgente pero las presiones políticas internas están paralizando todo.

Las consecuencias del conflicto bélico

La invasión de Rusia sobre suelo de Ucrania promete generar no pocos problemas en el mundo y Argentina, con sus debilidades, lo sentirá con más sensibilidad. En principio, todos hablan de las ventajas del aumento del precio de los granos, sobre todo maíz y trigo, siempre que se mantenga el bloqueo sobre las ventas rusas, pero el trigo disponible ya es poco y la cosecha de maíz no ha sido buena, por lo que las ventajas son relativas.

Por otra parte, el problema está en la suba del petróleo. Con la inflación mundial había llegado a los 85 dólares por barril y ahora por el conflicto superó los 100 dólares. Pero con ello aumentó el precio del gas y todo esto se enfrenta aumentando internamente los precios o aumentando los subsidios, algo que se han comprometido a bajar con el FMI.

De todos modos, los aumentos de los precios internacionales impactarán en los precios internos y serán un acelerador de la inflación en todo el mundo. El problema es que la mayoría de los países parten de tasas de un dígito y Argentina parte de una base del 50%, lo que es una desventaja.

El mayor problema es como desarmar de a poco el sistema de subsidios en medio de una suba de precios internacionales. Ya había problemas con el tema de los combustibles por mantener congelado un barril criollo en 56 dólares el barril. Ahora que superó los 100 puede haber problemas, aunque los precios suelen tener oscilaciones bruscas en medio de conflictos severos y luego encuentran un nivel de equilibrio.

Lógicamente, todo dependerá de la extensión temporal del conflicto. Cuanto más corto sea, más rápido puede aclararse el panorama. Pero Argentina, que tiene una situación compleja de estrés cambiario, alta inflación y estancamiento en nivel de actividad, puede pasar sobresaltos más graves que otros países más normales.

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