Las 4 hermanas que llevan 32 años juntas en el negocio familiar

Se trata de María Celina, María Paula, Ana Laura y María Alejandra Marmolejo, las mendocinas que tienen la fábrica de pastas "Quiero Más" con dos sucursales céntricas. La historia de un emprendimiento familiar que fundó el azar y se impregnó con el ímpetu de su mamá.

Si bien desde 2019 tienen otra sucursal con fábrica incluida, el negocio primigenio que fundó la familia Marmolejo siempre estuvo -y continúa estando- en calle Chile de la Ciudad de Mendoza. Allí, hace más de 32 años que existe la casa de pastas "Quiero Más" y la historia de sus emprendedores es digna de contar.


"Somos 6 quienes hicimos este negocio: mis padres y cuatro hermanas mujeres. Mi papá trabajó durante 28 años en un banco que un día cerró y allí decidió ponerse un local de comidas. Eligió el rubro pastas así que se fue a Buenos Aires para capacitarse con un curso, luego compró las máquinas, elegimos un lugar en el centro y abrimos Quiero Más", comienza contando Ana Laura Marmolejo.

Con 50 años, se trata de la segunda -en orden cronológico- de las cuatro hermanas que, fallecidos papá y mamá, continuaron adelante con el emprendimiento familiar y en 2019 abrieron la sucursal de calle Mitre, que es donde actualmente se realiza la producción.

"Siempre estuvimos toda la familia conformando el negocio. Mi mamá dejó de ser ama de casa para trabajar ahí, fue un poco la autora de las recetas y de todo lo que fuimos haciendo. Nos ayudó un señor que era maestro pastero y nos enseñó a hacer las pastas; que están elaboradas de forma bien artesanal la mayoría, mientras que otras las hacemos con máquinas", relata también "Anita", que además es docente.

Las cuatro hermanas Marmolejo, a cargo de Quiero Más. 

Fue de esa forma en la que la familia Marmolejo, con empeño y sacrificio, fue construyendo la fábrica que actualmente ofrece pastas frescas, listas para comer, variedad de salsas, tartas, empanadas y prepizzas. Y que "al igual que las peluquerías", cierra los lunes y abre de martes a domingo, en sus dos sucursales céntricas en las que tienen en total 7 personas trabajando.

Así, una vez fundado el negocio de papá y mamá, las chicas estuvieron presentes junto a ellos en todo momento y, con el maestro pastero, aprendieron el oficio en familia. "Todo comenzó en los 90, fuimos creciendo de a poquito y ahí estamos todavía. Mi mamá falleció en 2008 y seguimos. En 2019 falleció mi papá, que había dejado un local a medio hacer porque él tenía idea de expandirse. Así que yo me hice cargo de ese lugar, que es el de calle Mitre, lo terminé de refaccionar y lo inauguramos el 8 de diciembre de 2019", se explayó la empresaria.

Actualmente, las hijas de Ana María Gattari y Juan Carlos Marmolejo están organizadas en dos negocios. Son María Celina (42), María Paula (47), Ana Laura (50) -que dialogó con Memo- y María Alejandra (53) y ahora, dos de ellas trabajan en calle Chile y las otras dos en Mitre.

Además de los tristes momentos que vivieron cuando sus padres partieron de este plano terrenal, tuvieron un cimbronazo en 2020 con el aislamiento decretado por la emergencia sanitaria vinculada al coronavirus.


Recibí el boletín diario de Memo gratis haciendo clic aquí

"Inauguramos en diciembre de 2019 y a los cuatro meses empezó la pandemia. Yo me asusté, no sabía qué iba a pasar. Pero bueno, como las cuatro hermanas tenemos hijos, ellos se pusieron a ayudarnos, empezamos a hacer repartos a todos los departamentos. Como éramos de primera necesidad (rubro alimentario) teníamos abierto el negocio pero no podía venir la gente como siempre había sido. Así que armamos cadenas de WhatsApp, empezamos a publicitarnos y de donde nos llamaban, con mis sobrinos y mis hijos cargábamos la camioneta y allá íbamos", recuerda Ana.

Los nietos de Ana María y Juan Carlos, futuros herederos del negocio familiar, son 11 porque las cuatro hermanas tienen hijos. Al igual que ellas hicieron con sus padres, ahora sus hijos y sobrinos -según corresponde- colaboran con ellas y aprenden el oficio también: "Nos ayudan los fines de semana, colaboran un montón, conocen bien el negocio y se saben desenvolver".

- ¿Cómo les está yendo con la situación económica actual?

- Nos está yendo bien, funciona, agradezco no tengo que cerrar (como me dice siempre mi contadora). No es como en la época de mi papá, claramente, que rendía más la plata, se podía proyectar y avanzar más. Nosotros cada vez pagamos más impuestos. Tenemos 7 empleados entre los dos negocios. La producción se hace en la calle Mitre, que hay más espacio y están los pasteros, que son los que producen. Y nosotras laburamos a la par de ellos.

- ¿Cómo se llevan entre ustedes, es difícil hacer funcionar un negocio familiar?

- Hay mucha confianza entre nosotras, no tenemos drama. Sabemos cómo es cada una y heredamos costumbres de mi papá que nos ayudan mucho. Mi viejo nos enseñó que si se tenía que quedar sin comer (por poner ejemplo extremo) para pagar un impuesto, lo hacía. Era súper metódico, no quería deberle nada a nadie, nunca evadió nada. Nos trasmitió eso, tenemos una relación re linda y charlamos mucho.

Por ahí estaba el temor de que pudiera haber problemas pero como venimos juntas desde chicas, crecimos junto al negocio y trabajando ahí. Nos hemos educado todas iguales. Y mi papá siempre nos decía que no bajemos nunca la calidad, aunque ganemos menos. Y eso ha sido una premisa para no ser una fábrica de pastas más. Buscamos siempre diferenciarnos por la calidad, como él nos enseñó.

- ¿Cómo fue la transición cuando faltaron sus padres y tomaron las riendas del negocio ustedes?

- Cuando falleció mi mamá pensamos que el negocio se iba a derrumbar, porque ella era el alma. A ella le cambió la vida desde que comenzó a trabajar ahí, salir todos los días de la casa y ocuparse de una tarea distinta a la de ser ama de casa, fue un paso enorme para ella que la hizo súper feliz.

Nosotras teníamos que trabajar porque no nos daba otra posibilidad mi papá. Podíamos también estudiar pero teníamos que estar ahí en el negocio también. Cuando éramos adolescentes queríamos salir a bailar y teníamos que estar haciendo las pastas (risas), así que iban los novios a acompañarnos a preparar los ñoquis o los capelettis.

Al principio no teníamos empleados así que hacíamos todos los rellenos en esos tachos enormes nosotras. Pero nunca nos revelamos, siempre lo re acompañamos. Claro que tuvimos que sacrificar algunas cosas pero le dimos para adelante.

Mi papá se encargada de las compras, la parte administrativa, los trámites con el contador. Y mi vieja estaba siempre en el negocio; le daba su toque a las recetas, las inventaba y cuando ella se muere, que fue en un partido de básquet en Lavalle (las cinco jugábamos al básquet), fue un gran golpe. Fue sorpresivo, mi papá se quería morir, no sabíamos qué sucedería con el negocio sin su presencia tan fuerte. Claro que fue muy triste pero la vida nos demostró que nadie es imprescindible (sí irremplazable) y que todo sigue.

Nos costó mucho. Además los clientes lloraban porque la amaban, ella era muy amable y agradable para atender, le encantaba charlar con todos. Entonces se generaba un vínculo más allá del dueño-cliente, ella era re feliz.

- Luego armaron una sociedad, ¿cómo continuaron?

- Sí, cuando falleció mi papá en 2019 armamos una sociedad a nombre de las cuatro. Cambiamos a SRL, hicimos el estatuto, todo lo correspondiente y seguimos. Yo creo que la base de que el negocio siga adelante es porque nosotras fuimos parte desde que se gestó. Quizá si no hubiésemos estado desde chicas con ellos, otra hubiera sido la historia. Incluso, aun no necesitándolo económicamente te tira el corazón para seguir con el negocio.

Mi hermana tiene a Alma, con síndrome de Down, y ya está pensando que "Quiero Más" será la fuente de trabajo de su hija. Nosotras imaginamos que lo van a seguir nuestros hijos, los nietos de Juan Carlos y Ana María. Esto funcionó porque siempre estuvimos a la par de mi papá las cinco. Ese creo que fue el secreto. Y ahora, de alguna forma, estamos transmitiendo ese legado a la generación más joven. Fue una experiencia que nos sirvió para un montón de cosas en la vida; mucho crecimiento y aprendizaje, la cultura del trabajo.

Según nuestra concepción, los dueños tienen que estar siempre en el local. Por eso no nos expandimos más, porque sentimos que tenemos que estar nosotras, esa cabeza nos dejó mi papá. A los clientes les encanta ver a las dueñas. En su momento éramos cuatro mujeres más mamá y papá atendiendo y eso llamaba la atención, la gente se sentía cómoda y volvía siempre. La atención al público es muy importante. Nos gusta mucho lo que hacemos y siempre buscamos ofrecer buenos productos y calidez en la atención

Esta nota habla de:
¿Hay que prohibir el uso de celulares en las aulas?