Aislamiento vs confinamiento

"Es tiempo de reflexión y análisis. No de generar más pánico. Ciertamente que esta pandemia nos ha trastocado la vida y quién sabe cuánto y hasta cuándo", escribe Norma Abdo.

Norma Abdo

El periodismo cumple, sin lugar a dudas, una función social muy importante y sobre todo en una sociedad globalizada, para bien y para mal; con aciertos y errores; dándole estado público a hechos muchas veces ocultados por intereses de distinta índole, sobre todo político/ económicos. Pero también a veces, sobre dimensionan o sobre informan y eso es tan dañino como la ausencia de información. Es tiempo de reflexión y análisis. No de generar más pánico. Ciertamente que esta pandemia nos ha trastocado la vida y quién sabe cuánto y hasta cuándo. En consecuencia, de nada vale saturar con cifras que alarman y angustian más aún si lo único que vemos o escuchamos es eso. Dicen que es bueno dejar una rendija de la ventana para renovar el aire.

Sí, hoy el mundo y dentro de él, nosotros, ciertamente vive un escenario nunca pensado, con una bomba de tiempo sobre la que no se conoce su estructura en forma certera, ni cómo, cuándo, en qué lugar y con qué nivel de consecuencias puede explotar. Sólo son conjeturas y análisis comparativos. Sólo frías cifras, tablas comparativas, mapas con la ramificación de la pandemia.... opiniones de hombres y mujeres de la ciencia. Ciertamente que la comunicación, en este marco, es fundamental, pero al igual que con esa bomba, también el interrogante es el cómo enfrentar ese cúmulo de datos para poder procesarlos en forma continua sin atormentarnos más.

Hace pocos meses mirábamos (y comunicábamos) azorados a veces, con desdén o indiferencia en otras, qué pasaba en la lejana China, cuando quedaba diezmada una población entera. El virus que la había atacado, poco a poco iría ramificando sus fauces por el viejo continente y finalmente recalaría en América toda.

De pronto nos encontraríamos en aislamiento, ergo, encerrados entre cuatro paredes. Los días y las noches empezaron a parecer lo mismo. El coronavirus venía azotando en el oriente y en el occidente. Nada sería igual. Anchas avenidas, angostas callecitas, parques y paseos empezaron a tener un común denominador: silencio y soledad. Nada sería igual. La realidad nos sorprendería y empezaríamos a vivir como si estuviéramos viendo por TV una cirugía a cielo abierto.

Libertad e independencia empezaban a desaparecer de nuestro coloquial lenguaje. En su reemplazo: infectados, muerte, incertidumbre, economía, desocupación...

Empezamos a mirar la realidad con la certeza de que vendrán tiempos y paradigmas diferentes, hoy con interrogantes sin respuestas, con angustia contenida y un mix de sentimientos de difícil explicación. No sólo caían las acciones de la Bolsa. También caerían las relaciones interpersonales, el cara a cara, pasando a un aislamiento necesario y responsable, para evitar la propagación del virus. Obviamente, sin caer en acciones absolutistas y temerarias, en aras de la protección. Como en todos los órdenes de la vida, hay límites y es peligroso excederse.

No todo vale

La polémica generada con un globo de ensayo o proyecto real de confinamiento de adultos mayores, en la Ciudad de Buenos Aires y del que por supuesto los medios radiales, televisivos, gráficos, se hicieron eco de inmediato. Pero, claro está, obviando un pequeño gran detalle. Todos se lanzaron a la caza de opiniones con el rating en la mano. Pero, o casualidad, nadie les preguntó a los protagonistas de esta historia. Nadie se ocupó, en un acto de hipocresía generalizada, qué siente al respecto esta franja etaria a la que afectaría. Hipocresía porque muchos desde la clase política y también desde la sociedad en general (incluyendo a los medios de comunicación) expresan su "preocupación" pero en definitiva no se "ocupan" de saber qué piensan (pensamos) quienes a los ‘70 u 80 son intelectualmente, física y emocionalmente activos.

No hacen falta muchas luces para darse cuenta que el estado físico y psicológico de todos, y en especial de los adultos mayores, depende no sólo de hacer actividad física sino fundamentalmente de pensar cómo fortalecer lo emocional. Y ciertamente, con el confinamiento no se logra.

El aislamiento de contacto es absolutamente comprensible y lógico como medida. El confinamiento es obligar a alguien bajo la vigilancia externa, entre cuatro paredes, en el que la necesidad de escapar se convierte casi en una obsesión.

En esto días se habla permanentemente de protocolizar las acciones para distintas actividades. Por qué entonces, no pedir a los involucrados un protocolo para cuidarse mejor sin perder definitivamente la libertad y la independencia. ¿Alguien lo ha reflexionado? La comunicación acá, también cumple un rol fundamental. No sólo las estadísticas son muy importantes. 

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¿Quién se posiciona mejor desde ahora para suceder a Cornejo desde su partido?