Historia del puntero

Eduardo Atilio Da Viá, docente y médico, escritor ahora, dedica un pedazo de historia a sus maestros. El rol conjunto aula, pizarrón, tiza y puntero.

Eduardo Da Viá

"Puntero", según la Real Academia Española: "Vara o palo largo y fino con que se señala algo para llamar la atención sobre ello".

La foto abajo de esta primera parte de la nota es del puntero que prolongó, por así decirlo mi brazo derecho en cientos de clases dadas presencialmente durante mis 46 años de actividad docente en la Facultad de Ciencia Médicas de la UNCUYO cuando se llamaba UNC. Y que en un acto de rapiña estimo perdonable, me traje de recuerdo cuando me jubilaron:

Puntero tradicional de 113 centímetros.

El puntero ha sido, durante muchos, años el instrumento predilecto de los docentes, tanto por su función específica de extender el alcance del brazo del orador, y poder así señalar con precisión un punto determinado en un afiche o mapa, o a guisa de subrayado de una parte esencial de un texto o de una figura. Echo de madera liviana y con forma cónica muy alargada para terminar en una punta ligeramente roma; en el extremo opuesto solía tener un regatón de goma para menguar el sonido al asentarlo sobre el suelo o tarima de madera. Yo lo usaba sin regatón precisamente para lograr el efecto inverso: exacerbar el sonido al apoyarlo enérgicamente, sea para refrendar lo dicho o más frecuentemente para silenciar murmullos o conatos de discusiones entre el alumnado menos atento. Y era efectivo, en especial para esta última misión.

No se sabe con exactitud cuando apareció este genial aunque humilde soporte para la actividad docente.

Uno de los primeros registros es una serie de cuadros realizados alrededor de 1495 con la efigie de uno de los genios más antiguos de las matemáticas: 

Luca Pacioli, discípulo de Da Vinci, en varios de los cuales aparece señalando con un puntero sobre una pizarra: Fray Luca Bartolomeo de Pacioli o Luca di Borgo San Sepolcro (Sansepulcro, c. 1445 - 1517) fue un fraile franciscano, matemático, contador, economista y profesor italiano, precursor del cálculo de probabilidades y reconocido históricamente por haber formalizado y establecido el sistema de partida doble, que es la base de la contabilidad moderna. Su apellido también aparece escrito como Paccioli y Pacciollo.

Raro Puntero Antiguo de Tipo Telescópico, para Uso Docente. 1º Cuarto del Siglo XX

Puntero plegado.

Puntero extendido.

Esta curiosa pieza, con alrededor de un siglo de antigüedad, es un puntero para uso docente empleado en clases escolares o universitarias. Se trata de un artículo bastante raro, una pieza de coleccionista. El puntero está formado por cuatro cuerpos, todos ellos de latón dorado a excepción del más grande dentro del cual se recogen. Esta parte en concreto está realizada en hierro esmaltado, y todavía conserva gran parte del acabado original de esmalte rojo con el que estaba pintada en origen. El esmalte está algo desgastado y deja ver la base de metal, siendo este un detalle que da fe de la antigüedad y la historia de esta atractiva pieza. Los cilindros de metal que conforman el puntero desplegado están bien conservados; la superficie se ha dejado sin pulir para poder conservar la pátina antigua del artículo. En la punta del extremo podemos ver una pieza de madera de haya, con forma de lágrima y suavemente pulimentada. Esta pieza es la original y remata el puntero con un atractivo toque decorativo.

Por su rareza y su autenticidad, este una fantástica pieza de colección que hará las delicias de profesores y maestros amantes de las antigüedades.

Medidas (recogido): Longitud: 24 cm.

Al puntero se lo usó en Inglaterra durante siglos como aparato represor, dado que el castigo físico estaba permitido para corregir desmanes o simples alteraciones del silencio sepulcral que debía reinar en las aulas. Se lo empleaba para golpear la punta de los dedos extendidos o bien incluso la espalda del malhechor. Recién se lo prohibió en 1996.

De paso vale la pena recordar que estaba permitida la tortura, como arrodillarse sobre maíces durante toda la hora etc.

Pero en realidad el puntero integraba una trilogía junto con la tiza, y la pizarra o pizarrón y contenidos dentro del aula

PIZARRA- PIZARRÓN

Respecto del segundo miembro de la trilogía, el pizarrón, se le atribuye a James Pillans, un profesor escocés de Geografía, quien en 1840 tomó una de las pizarritas individuales de sus alumnos y la colocó en la pared para que todos pudieran entender mejor lo que estaba explicando. Por esta acción Pillans fue conocido mundialmente como el inventor de la pizarra

Aunque ya se utilizaban durante la Edad Media y puede que incluso antes (véase el cuadro de Luca Pacioli), fue en el siglo xix cuando se popularizó el uso de la pizarra de piedra para la escritura, ya que era más duradera que el papel y resultaba más barata en un momento en que el papel era costoso. Así, las pizarras consistían en losas delgadas de piedra de pizarra, generalmente de tres pulgadas por cinco (alrededor de 9×12 cm) y se utilizaban para que los niños practicaran su escritura, aunque también las empleaban los adultos en sus puestos de trabajo

La tradicional pizarra negra fue evolucionando, primero a verde, luego a blanca para el uso de marcadores y además borrable y actualmente ya hay pizarras electromagnéticas que funcionan computadora mediante.

En cuanto al material, comenzó por ser piedra, luego madera y finalmente y más sencillo pintar la pared con negro mate en toda su extensión o en forma de rectángulo.

Obsérvese el conjunto de tizas de colores en el borde inferior.

La tiza

Etimología: En el alto Egipto existía una isla llamada Gypso en la que abundaba el material que hoy se conoce como sulfato de calcio hemihidrato o yeso. Este material fue conocido y usado por los egipcios en sus construcciones. Por estas circunstancias, los griegos, grandes conocedores de los asuntos egipcios, a esta materia la llamaron gypsos. Después, los romanos tomaron la palabra y en el latín se dijo gypsum. De la evolución de esta voz, en castellano tuvieron origen las palabras "yeso", "aljez" y "gis". Esta última, no tuvo mucha suerte en castellano y pronto dejó de usarse para nombrar al material.

Voces similares a «gis» para nombrar al yeso sobrevivieron en otras lenguas romances de la península ibérica: en catalán guix, en gallego y asturiano xiz y en portugués giz. En estas regiones, la misma palabra pasó a nombrar al objeto que sirve para escribir en los pizarrones. De alguno de estos lugares, la palabra cruzó el océano y echó raíces en México en donde, hasta la fecha, se usa la voz «gis» para nombrarlo.

En el resto de España, por mucho tiempo prefirieron, por su color claro, el nombre de «clarión» para referirse a este objeto. Pero, durante la época virreinal, en México los españoles aprendieron la palabra náhuatl tizatl (‘tierra blanca'), y de allí se le asignó al «gis» el nombre de «tiza». El Náhuatl es un autoglotónimo.

Aula (La palabra aula procede del latín aula, y a su vez del griego : aulé)

La palabra viene del latín aula que, en tiempos del imperio romano, se usaba para referirse a los patios donde se llevaban a cabo distintas ceremonias. El patio fastuoso caracterizaba a los grandes palacios, a tal punto que los mismos tomaron el nombre de patio, y su expresión griega "aulé" derivó en áulico como referido a lo palaciego.

Su significado fue evolucionando hasta llegar al significado contemporáneo y ser usado para referirse a los salones de clases en colegios y universidades.

Lo cierto es que para mí, este glorioso conjunto de aula, pizarrón, tiza y puntero, me trae hermosas reminiscencias, no en el sentido de la filosofía platónica, que se basa en la preexistencia del alma y defiende que nuestros conocimientos son recuerdos de otros adquiridos en existencias anteriores, , sino de la maravillosa experiencia de haber sido usuario de ellas más con la imborrable imagen de los maestros, que los tuve de ambos sexos tanto en la escuela primaria, como en secundaria y universitaria.

Maestros genuinos, con pasión por la enseñanza y que con solo el auxilio del pizarrón, la tiza y el puntero, nos llevaban desde los secretos de la lengua y las matemáticas, hasta los rincones más alejados de la tierra y al asombroso mundo animal y vegetal, a la historia de la humanidad y de nuestro país, a los misterios de la física y de la química, y por sobre todo al amor por saber.

En Primero Infantil tuve una maestra en la Escuela Francisco Laprida de la calle Paso de los Andes casi Pueyrredón

Que se avino a prepararme para rendir en condición de libre Primer grado y pasar directamente a Segundo. Las clases me las daría en su casa, cercana a la Escuela.

Tengo presente la emoción de la primera clase cuando llegué y la Srta., así la llamábamos, me abrió la puerta; para mí era como entrar a un templo donde residía esa semidiosa, la maestra. El hecho de no vestir su habitual guardapolvos fue humanizándola hasta advertir que era un ser humano como cualquier otro, pero dotada del mágico don de enseñar.

Quiso la vida que su hijo fuera compañero de Facultad conmigo, y que una vez recibidos trabajáramos un tiempo juntos.

A todos los maestros que en mi vida han sido, a los actuales y a los futuros, estás dedicadas estas palabras. Eduardo Atilio Da Viá, docente y médico. Abril 2024.

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