Feminismo brillantina

Emiliana Lilloy analiza en esta columna los últimos sucesos en el gabinete nacional, en donde el declamado feminismo quedó en duda. Una perspectiva histórica.

Emiliana Lilloy

Para Platón estaba muy claro quiénes debían gobernar: las personas sabias. Decía el filósofo, que las personas más aptas para dirigir nuestras sociedades eran aquellas que habían logrado gobernarse a sí mismas, las que habían controlado sus apetencias de poder, miserias y sabían ponerse límites en pos del Bien Común.

La Argentina de hoy nos muestra que aquello es literalmente una idea platónica, una imagen que sólo podremos ver en la Alegoría de la Caverna y que, contrasta rotundamente con una fórmula presidencial en guerra, sin control, y con las consecuencias que ello implica para quienes dependemos de su criterio y decisiones diarias.

Como si quisieran aplicar la teoría del shock de Noami Klein, se toman constantes decisiones que generan confusión, en evidente contradicción con las ideas, derechos y valores que se dicen proteger.

Preocupa que ante conductas notoriamente contrarias a los derechos de las mujeres, la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidades se saque fotos caminando con el presidente en un paisaje distendido, un parque de Buenos Aires, como si no hubiera nada que hacer, o como si, que solo resten dos mujeres al frente de los 20 ministerios argentinos no debiera ser un motivo de denuncia o reclamo.

En cambio, se emiten frases y discursos cargados de amenazas como la que reza "si gana la derecha vendrán por nosotras", como si existiera un enemigo externo más peligroso que el que se tiene dentro, cuando se emiten promesas y discursos inclusivos, para después ir literalmente a través de actos concretos "contra nosotras".

Es quizás pecar de inocentes creer que un gobierno pugna por la igualdad cuando las mujeres dirigimos solo el 10% de los ministerios de la Nación.

Pareciera que somos el homo videns que emula Wiñazki en "La posnormalidad", y tal vez se crea por eso, que con una foto bien sacada nos convenceremos de que todo va a ir bien. Pero se debe recordar también que, estamos viendo en la foto y en el cargo que toma las verdaderas decisiones a un ex gobernador acusado por impedir la interrupción legal del embarazo de una niña de 11 años violada por su abuelastro y querellado por la propia ministra de las Mujeres, y a un ministro de Seguridad que propone como método para "controlar" a la mujer del presidente, el cagarla a trompadas.

Lo que ofende es tal vez, el menosprecio y subestimación que implica esta ponderación en el discurso, y el simultáneo actuar en desmedro de lo que se profesa, sin esperar consecuencias.

Quizás sea justamente el estado de shock que provocan estas decisiones lo que hace que las mujeres que adhieren al oficialismo no hablen o renuncien como lo hizo Cecilia Merchán. O tal vez simplemente crean que hay un interés más alto que defender que los propios derechos y las posiciones de poder para las mujeres. Quizás hemos comprado un feminismo de brillantina, uno que sólo se ve en los rostros y no en los corazones. Hoy asistimos a una especie de anomia feminista, un lugar de indiferencia, de pérdida de sentido y de valores.

Esto último me recordó a una frase que resuena mientras escribo: "No han dejado de quererte, han dejado de mentirte".

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¿Quién hace la mejor milanesa de Mendoza?