La política de EEUU, con modales cada vez más argentinos

La política argentina puede mirarse en el espejo de la campaña estadounidense y sentirse así de grande. Las grietas y vueltas en el aire, los choques y descalificaciones son bastante parecidos.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Las sociedades se van tribalizando. Hay una interesante teoría que dice que es producto de las redes sociales, que asocian a personas que piensan igual y las enfrentan con las que tienen gustos, deseos, sueños, pensamientos o ideas distintas. Eso está marcando a la política en todo el mundo. De hecho, desde hace años que muchos resultados en las principales potencias parecen darse como empates que apenas unos puntos -si no unas décimas- terminan desempatando.

Hay un afán por chocar en lugar de un espíritu sumatorio, por la comprensión, complementación o el diálogo. Inclusive podríamos lanzar una hipótesis: este fenómeno se da entre fuerzas que piensan más o menos lo mismo sobre lo que hay que hacer, pero se agrietan cuando compiten, hasta llegar a extremos.

Estados Unidos está en la vidriera ahora y puede observarse este fenómeno en vivo y en directo. Allí cada vez hay modales más "argentinos", podríamos decir. El escándalo es proporcional al que originan nuestras fuerzas políticas.

Aquí Cristina Kirchner no asistió a la transferencia de mando a Mauricio Macri, por ejemplo, y allá Donald Trump ya ha dicho que si pierde, desconocerá los resultados. Su autoestima es tan elevada que no cree que pueda perder si no es por causa de un fraude electoral.

Lo que diferencia a los partidos allá (y posiblemente, aquí también) sea el biribiri o la sarasa que acompaña a sus hechos. ¿Qué de distinto tiene los dichos de un jefe de Gabinete sin pasado ni estatura como Santiago Cafiero, cuando descalifica a la oposición llamándola "terraplanistas de ultraderecha" con un tuit de Trump en fulgurante rostro naranja? Que cada uno cree ser la expresión más pura de un mensaje irrefutable, y poco más.

Pero no es solo eso. ¿Quién dice que la propuesta de la fórmula Biden - Harris es menos polémica? El plan económico demócrata ya ha sido tildado de "nacionalista" y "populista" por los sectores liberales, nada menos que la franja que hasta no hace mucho identificaba con más fuerza al capitalismo estadounidense en liderazgo global.

Harris asusta por sus convicciones dogmáticas al establishment y Trump, por sus modos. Sin embargo, los analistas más serios de los principales medios advierten que puede existir un voto como el que adquirió Carlos Menem en su tiempo: el vergonzante. "Te critico en público, te elijo en las urnas en silencio y en secreto", puede ser el pensamiento latente.

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Biden corre a parecerse a Trump en algunas posiciones que son apoyadas por el electorado, como sucede con el tema Venezuela. Confrontados, pero homogéneos: ¿no hay alternativas al pensamiento con un electorado que probablemente tampoco sepa qué cornos votar, influido por las redes y sus metamensajes?

De ser así -y esto es solo una especulación- probablemente un "gran cambio" en las urnas no sea tal en la realidad, sino una continuidad con otra gestualidad.

Por ahora, los argentinos podemos ver en Estados Unidos un espejo en alguna cosa: en los modales que ha adquirido su actividad política. Algo es algo.

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