Qué más une a Fernández y Bergoglio, además del peronismo

¿Son dos grandes líderes internacionales argentinos? La valoración internacional del presidente argentino y del pontífice católico, y su contraste con sus realidades e historias personales.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

El influencer político chileno Marco Enríquez-Ominami dejó picando una pelota que todos quieren patear, sean opositores o aliados de Alberto Fernández en el Frente de Todos. Dijo que "es el Mitterrand de América Latina", ponderó su nivel de aceptación en el contexto del resto de los presidentes latinoamercianos y lo consideró "la puerta de entrada" de la Unión Europea al diálogo con la política en la región.

A buenas y primeras, la reacción a sus dichos podría ser indiferencia o carcajada, desde el lado de la crítica. Sin embargo, puede ser que suceda un fenómeno similar al que rodea a la imagen de Jorge Bergoglio, el papa Francisco.

De formación peronista ambos, el pontífice lo es ideológicamente y el presidente, lo abraza como herramienta de poder, luego de haber nacido a la vida política en otras fuerza y pasado, en algún distante momento, hasta por el alfonsinismo.

Sin embargo, esta caracterización que hizo el creador del Grupo de Puebla lleva a pensar en que ambos gozan de una impresión fuera de Argentina distinta a la que se percibe dentro del país en el que nacieron y se formaron.

Si Fernández es visto como un estadista equilibrado capaz de liderar Latinoamérica ante el mundo, Francisco es exaltado como un progresista capaz de impulsar reformas históricas en la Iglesia y el Vaticano. 

Ni uno ni el otro lo han demostrado hacia adentro de los lugares en donde ejercen sus responsabilidades. Fernández elegido por el pueblo y Bergoglio, por los cardenales, resisten embestidas internas y se muestran internacionalmente en contraste con sus realidades locales.

Al gobierno de Fernández le caben muchos de los argumentos que ocasionaron el estallido social en Colombia, por ejemplo, aunque sea visto desde afuera como todo lo contrario al presidente Iván Duque.

Francisco ejerce un papado biribiri, en el que abraza a quienes podrían criticarlo por no haber encarado los cambios de fondo y, con más gestos que hechos, los neutraliza. Pero cambió menos en la Iglesia que en la estructura del Estado Vaticano. Por otra parte, cuando era Bergoglio ejerció su función eclesiástica como un conservador clásico, todo lo contrario a lo que se le aprecia entre la progresía católica y política del mundo.

De allí que hay algo que los une, más allá del peronismo y es la capacidad de generar adhesiones desde un espejismo y no desde sus actuaciones concretas y palpables. 

Cada quien ve en cada uno de ellos, en definitiva, lo que quiere ver y, con eso, construye una idea particular para defender y proclamar.

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