Asalto a la Justicia: los que perdieron, se llevan la pelota

No es menor que un grupo pretenda apoderarse de un poder de la República sin que se los haya votado y negando los mecanismos constitucionales, pretendiendo cambiar las reglas del juego para que decidan ellos solos, "iluminados", y despreciando las decisiones de la ciudadanía en las urnas.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Los que impulsan el asalto al Poder Judicial, para derrocarlo, ponerlo en comisión y generar una nueva forma de administrarlo, vinculado al que gana las elecciones abiertamente, desconocen el mandato de la ciudadanía en elecciones libres, que votó en contra de este tipo de proyectos hegemónicos de parte de una sola fuerza política y le abrió paso a más pluralidad de opiniones.

Algunas cuestiones que deben tenerse en cuenta al observar la movilización que se enmascara en una presunta "reforma democrática", son los siguientes:

- Los que participan e impulsan la destitución de la Corte creen que gobiernos como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela son "democráticos". Asienten que se obligue a la gente a "amar" a un líder y aceptar todas sus decisiones en función de un catecismo que no acepta disidencias. Sobra recordar que se trata de sectores políticos que se montan sobre partidos para poder encaramarse en instancias de poder, ya que exhibiéndose abiertamente la ciudadanía no los vota. Esta vez, coparon el Partido Justicialista y son parte del Frente de Todos.

- La Justicia no funciona correctamente y nadie lo duda. Sin embargo, las instancias de reforma y cambio están establecidas. Pretender cambiarla de esta forma es para peor, para disminuir a la mínima expresión a un poder de la República al punto de dominarlo desde el Ejecutivo. Allí está el Congreso, en donde las muchas formas de pensar de la ciudadanía está representada, sin mayorías absolutas y con normas que permiten convivir sin tener que "matar" (metafóricamente) o matar (literalmente, como ya ha ocurrido en la historia) al que no está de acuerdo. Negar las reglas de la democracia es una forma de hacer desaparecer derechos, justamente una acción hoy en manos de quienes se vanaglorian de promover más y más.

- El sector que se apodera del pensamiento y acción del peronismo y lo ejerce en su nombre, no tiene un ejemplo de funcionamiento de Justicia en su haber, en la práctica gubernativa de alguno de sus integrantes o de los modelos admirados en el mundo. Llegan con un ideario que representa un cambio de régimen general y que como pasos siguientes incluye reformular todo. Quieren imponer algo que la ciudadanía no votó o, mejor dicho, que votó en contra. De tal modo, hablan en nombre del "pueblo" pero dejan al pueblo afuera e instauran un voto calificado: solo vale la opinión de los que piensan como ellos, imponiéndose como "verdadero pueblo".

- Este desprecio contra la sociedad no es nuevo en sectores que creen haber sido iluminados y prefieren hacer caso omiso al rechazo del que fueron destinatarios en las urnas. Como perdieron, se llevan la pelota. Pero además, cambian el reglamento de juego e inclinan la cancha para que cuando les toque jugar, nada les impida sentirse acreedores de un triunfo, falso, artificial pero, sobre todo, autoritario.

- El pretendido asalto a la Justicia no es la apertura de un debate de quienes desean modificar el estado de cosas, sino una acción brarrabrava de quienes parecen no resignarse a participar del sistema establecido por la Constitución y, por lo tanto, preferirían rayonearla, tacharla y ajustarla a sus pretenciones.

- Esto ya ha causado horrores en la historia argentina. Arrogarse una representación que nadie les otorgó salvo sus espejos personales, es una acción ridícula, antidemocrática, tan absurda e inconducente como el terraplanismo.

Por estas razones y muchas más es importante observar lo que ocurre en Argentina, porque cuando concurrimos a las urnas creemos que estamos ayudando a resolver los asuntos del país con nuestra opinión, pero hay otros que preferirían decidirlo en juntadas, marchas o asambleas a las que pueden ir solamente ellos, porque gozan de un privilegio que la mayor parte de la gente no tiene: poder militar todo el tiempo porque igual a fin de mes tienen plata depositada en el cajero automático. 

Tienen su vida resuelta y pretenden dirigir la de las mayorías desde grupitos de café porteño.

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