El rol de los máximos jerarcas religiosos en la guerra ruso ucraniana

Eduardo Da Viá escribe en este artículo de fondo para Memo: "Los responsables del enfrentamiento muy rara vez exponen su propia vida, y ésto cuando quedan literalmente acorralados por el enemigo, no siendo raro que apelen al suicidio; tal el caso de Galtieri en la primera sentencia y el de Hitler en la segunda".

Eduardo Da Viá

Llama poderosamente la atención, al menos en mi modesto parecer, la escasa injerencia de las religiones mayoritarias en juego frente a la atrocidad de la guerra ruso ucraniana, en especial la de los máximos representantes de las mismas, Patriarca y Papa respectivamente.

He dicho y reitero que soy agnóstico, de tal suerte que no podrá achacárseme ningún sesgo cuando de religión se trate, por ello es que procuro entender las conductas tanto de los responsables de la guerra como de los que teóricamente deberían luchar denodadamente por la finalización de la misma.

La guerra en sí, me resulta moralmente inaceptable por cuanto es la antítesis de la vida en sociedad, sistema de vida propio del ser humano desde la más remota antigüedad.

Los pueblos primitivos vivían en sociedad, lo que implica simplemente ayudarse los unos a los otros, convencidos que, si bien es posible vivir en absoluta soledad, resulta mucho más beneficioso hacerlo en comunidades.

Por otra parte, y siendo éste el tema clave de la cuestión, guerra significa matar personas, seres humanos, congéneres, semejantes o como quieran llamarlos.

Hay situaciones excepcionales en que matar puede llegar a ser comprensible, cuando la conducta de la víctima ha transgredido de tal forma las más elementales normas de convivencia, en especial cuando el matador lo ha hecho en estado de emoción violenta, sin premeditación ni alevosía; pero aun así siempre existe la posibilidad teórica de no llegar a ese extremo.

Las peores guerras son las religiosas en primer término, las de conquista territorial y patrimonial ajena y las de intolerancia racial.

No es digno del más evolucionado cerebro de la naturaleza reaccionar así frente a los diferendos que involucran los títulos anteriores.

Pero más allá de esta postura que creo indiscutibles, las guerras son el pan nuestro de cada día en este convulsionado mundo, lo que las hace al parecer inevitables en la práctica; y es precisamente aquí cuando debe aparecer la figura del mediador, vale decir de la persona de confianza de quienes sostienen intereses contrapuestos, con el fin de evitar o finalizar un litigio.

Los cancilleres, en tanto ministros de Relaciones Exteriores, serían los indicados para tal tarea, sin embargo muchas veces fracasan por la terquedad de las partes o por la magnitud de los intereses en juego.

Los responsables del enfrentamiento muy rara vez exponen su propia vida, y ésto cuando quedan literalmente acorralados por el enemigo, no siendo raro que apelen al suicidio; tal el caso de Galtieri en la primera sentencia y el de Hitler en la segunda.

Cuando se trata de enfrentamientos armados entre países religiosos mayoritariamente, es cuando resulta inexcusable la participación de los grandes líderes religiosos parta terminar con la barbarie absolutamente contrapuesta a los fundamentos de cualquier religión.

Mucho más cuando se trata de hostilidades entre países de un mismo credo, en este caso el cristianismo, aunque pertenezcan a enfoques diferentes pero que tienen el común denominador de la fe en Cristo.

Guiándonos por las mayorías, aquí se enfrentan el Cristianismo Apostólico Ortodoxo y el Catolicismo Apostólico Romano, cuyos referentes principales son el Patriarca Cirilo y el Papa Francisco.

Sin son cristianos el "NO MATARÁS" debiera ser el leitmotiv de ambos.

El caso de Cirilo es sencillamente dantesco por cuanto bendijo las armas y los soldados rusos y justificó públicamente la tremenda decisión del Vladimir Putin de iniciar una guerra de exterminio; y lo es así por cuanto no tiene reparos en las pérdidas humanas de mujeres, ancianos y niños, dado que los misiles inteligentes no lo son tanto como para evitar esas muertes por propia determinación.

Buena parte de la misma población rusa se ha manifestado en contra de la guerra, pero son actos rápidamente sofocados por el aparato represor oficial, de todas maneras más de 260.000 rusos han huido al anunciarse la posibilidad de una movilización parcial.

La actitud de Bergoglio no es por cierto la de Cirilo, sino que se declara también públicamente en contra de las belicosidades.

Sin embargo su participación en pos de la paz se limita a las oraciones y ruegos, supuestamente a su Creador, lo que resulta absolutamente inoperante como lo demuestra la persistencia inmutable del enfrentamiento.

Lo que resulta inentendible es cómo los representantes de un mismo Dios aboguen por conductas absolutamente contrapuestas.

Ninguno de ellos, hasta donde sabemos, ha intentado decididamente una reunión cumbre con las respectivas presencias de ambos, junto a los líderes políticos respectivos para detener este desatino.

El mundo entero o casi, lo desaprueba, pero admitamos que lo hace en voz muy baja, casi inaudible, por cuanto al hombre, cada vez más individualista, en tanto la guerra no llame directa o indirectamente a su puerta, poco le importa del horror que viven ambos bandos.

Los soldados rusos no tienen seguramente idea clara de por qué deben matar ucranianos exponiendo para ello su propia vida. Rusia admite pérdidas "significativas" de vidas y nefasta repercusión en su economía

Inútil hablar de cifras porque ambos contendores mienten como es habitual.

Ante esta vergonzosa realidad mundial, los ruegos de Bergoglio, tan ineficaces, y la postura beligerante de Cirilo hacen que cualquier observador, feligrés o no, dude de la INFINITA bondad del Creador que todo lo ve y todo lo sabe. Si es así, debiera detener de inmediato este verdadero holocausto binacional.

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