Los próceres que se llevaban mal

Próceres, pero hombres de carne y hueso al fin, una lista de enconos que trae al presente la historiadora Luciana Sabina (@kalipolis en X), entre los que se encuentra un "encamotado" héroe histórico mendocino.

Luciana Sabina

Hoy haremos un viaje a través de la discordia y los desacuerdos entre algunos personajes históricos a los que consideramos próceres.

Comenzando por los hombres de Mayo es bastante conocido el encono entre Saavedra y Moreno. Pero es poco divulgado que en sus memorias, Saavedra no disimula el odio hacia Moreno llamándolo "monstruoso joven" del que Dios lo había librado tempranamente.

Ya adentrándonos en la lucha por la Independencia, podemos hablar de la relación entre Manuel Dorrego y Belgrano. Debido al mal desempeño militar de éste último, San Martín lo reemplazó al mando del Ejército del Norte por un tiempo.

Cuenta Gregorio de La Madrid que en una reunión a la que acudieron todos los jefes Dorrego intentó burlarse del desplazado Belgrano "a consecuencia de haber repetido aquél la voz de mando que dio el general San Martín; pero éste así que notó la risa del comandante Dorrego, empuñó uno de los candeleros que había en la mesa, y dando en ella con él, dijo a Dorrego, en alta voz: ?Señor comandante, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando y no a reír'; con lo que impuso silencio". José Francisco lo expulsó del ejército inmediatamente, dándole dos horas para irse a Santiago del Estero. Poco después Belgrano pasó por allí y despectivamente "mandó Dorrego a felicitarlo con un loco vestido de brigadier", cuenta La Madrid.

Pocos años más tarde Godoy Cruz y Pueyrredón se conocieron en Tucumán, cuando ambos se desempeñaron como diputados en el Congreso de 1816. Luego de declararse la Independenci,a Godoy Cruz se instaló en Buenos Aires. Allí se enamoró de Victoria Ituarte, sobrina de Pueyrredón. El mendocino no fue correspondido, la joven mantenía un romance con Manuel Hermenegildo Aguirre -uno de los creadores de la famosa Pirámide de Mayo- habiéndose comprometido secretamente.

En un acto poco galante, Godoy Cruz habló con el tío de la adolescente esperando que la convenciera. A Pueyrredón le pareció una idea magnífica sumarlo a sus filas familiares, pero ninguno de los dos logró su cometido. Juan Martín, convertido en la máxima autoridad nacional, envió a Aguirre en misión a Estados Unidos, buscando allanar el camino para su amigo. Nada hizo cambiar de opinión a la novia. Se encerró en su hogar, esperó un año y medio la llegada de Manuel, y estuvo presente en el puerto para recibirlo. Al mes siguiente se casaron. Victoria y Silvina Ocampo fueron bisnietas de aquellos enamorados.

Godoy Cruz se sintió muy herido y retiró su amistad al viejo camarada. "Debe usted saber que este joven que fue amigo íntimo -escribió Pueyrredón a San Martín, se convirtió en enemigo. Solicitó casarse con una sobrina, me interesé en su enlace, pero (...) desde que él vio destruida la esperanza, se retiró de golpe de la casa y empezó a dejarme ver un semblante de desagrado. ¿Lo cree posible? Pues juro a usted, ante el sol, que no ha habido ni hay más un comino entre los dos".

Los desacuerdos también escribieron parte de nuestra historia. Con respecto al abandono de la lucha americana por parte de San Martín, es muy esclarecedor el relato de Tomás Guido:

"Bolívar y yo no cabemos en el Perú (...). Él no excusará medios, por audaces que fuesen, para penetrar a esta República seguido de sus tropas, y quizá entonces no me sería dado evitar un conflicto a que la fatalidad pudiera llevarnos, dando así al mundo un humillante escándalo. Los despojos del triunfo, de cualquier lado que se inclinase la fortuna, los recoge­rían los maturrangos, nuestros implacables enemigos, y aparece­ríamos convertidos en instrumentos de pasiones mezquinas. No seré yo, mi amigo, quien deje ese legado a mi patria (...) puede el general Bolívar aprovechar de mi ausencia: si lograse afianzar en el Perú lo que hemos ganado, y algo más, me daré por satisfecho; su victoria sería, de cualquier modo, victoria americana"

Dos grandes que alguna vez sirvieron al Libertador se llevaban muy mal: los generales Paz y La Madrid (si, originalmente el apellido se escribe de este modo). La relación entre ambos oficiales era mala, pero se deterioró mucho más ya retirados del combate, cuando el general cordo­bés se indignó al leer las memorias del tucumano y destinó muchas páginas de las propias para refutarlo. Paz no tiene despacho en describirlo como un ser devorado por los celos, la envidia y la malevolencia. Señala sus mentiras y no logra entender cómo escribió todo aquello, mostrándose victorioso cuando perdió cada batalla que dirigió y cuando aún estaban todos vivos para desmentirlo. "Mucho daño hicieron las ridículas fanfarroneadas del general La Madrid -comenta, por ejemplo-, que ofrecía con su escuadrón de volun­tarios y algunos cientos de riojanos marchar a Buenos Aires a derribar a Rosas y a todos los caudillos que lo apoyaban. Después de haber estrujado La Rioja, sin haber hecho mucho para convertir a nuestra causa a sus habitantes, quería a todo trance salir de esa provincia para correr otras aventuras.

Pero Paz no era el único que destilaba contra Gregorio. Cuando todos habían sido vencidos, La Madrid les dio la espalda y muy oportunamente se acomodó en el bando de Rosas. Pero también lo traicionó y volvió a cambiar de grupo.

Desde luego todos miraron con recelo. Tomás de Iriarte lo vuelca en sus memorias: "Me mortificó bastante el General La Madrid con mil patrañas y sandeces y hasta quiso hacerme creer que había engañado a Rosas para hacerle des­pués una jugada, cuando no hay y quien no sepa que al llegar Madrid al Tucumán se sospechó de él y hasta se destinaron personas a observarlo. El coronel Acha, entre otros, estaba en­cargado de no perder de vista los pasos de Madrid; y de írsele encima si daba alguno falso: porque es cierto que se sospechaba mucho de él y de su amistad con Rosas".

Avanzando en el tiempo encontramos otra pintoresca enemistad. Cuando Sarmiento era presidente le presentaron a Alejo Julio Argentino Roca como el hombre ideal para enfrentar ciertos focos de disturbios. Al verlo Sarmiento lo rechazó de inmediato, años más tarde señaló que creía más oportuno enviar a "un hombre más viejo y, si era posible, un poco feo". Julio Argentino tenía 28 años y era todo un galán. Finalmente su ministro de Guerra, Gainza, lo convenció: "Es un muchacho, pero con cabeza de viejo".

Roca fue enviado al Norte en misión. En ese momento Felipe Varela arremetió en la zona, sin saber "que en los senderos valientes sólo ha de hallar". Julio Argentino lo venció y arrojó hacia Chile, donde murió poco después.

Lo cierto es que gracias a la correspondencia de ambos con diversos personajes, sabemos que se detestaban. Eso no les impidió trabajar juntos en la Ley 1420 sembrando escuelas a lo largo y ancho de la Patria.


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