Día del Canillita: un oficio que se extingue

Este 7 de noviembre se celebra el Día del Canillita y Gustavo Capone está presente dando cuenta de un oficio que se extingue en el mundo ante el avance del teléfono como centro de las comunicaciones y las noticias.

"Cambia, todo cambia". Seguramente cuando Julio Numhauser, ese gran músico, cantante y compositor chileno, fundador del grupo Quilapayún, escribió esa canción estaba muy lejos de pensar lo que vendría. Aquel tiempo tiránico de 1982 inspiraba una página política urgente cubierta de nostálgica melancolía. 

Hoy la vigente pandemia, más la extensa cuarentena, en el marco y contexto de una muy distinta coyuntura a la de aquella canción también determina que actividades son imprescindibles y cuáles no. Y si bien había rubros y trabajos que hacía rato vislumbraban un derrotero hacia el abismo, el duro tiempo presente precipitó el desenlace final. 

Aquella canción, popularizada en el mundo por la voz de Mercedes Sosa, podría servir de referencia para recordar un oficio que no solo cambió para siempre, sino que nostálgicamente uno percibe que no volverá. Habrá que adecuarse. Entrenarse a otro modo. Alfabetizarse en el medio de una nueva normalidad, ya que la lectura será siempre una acción imprescindible, aunque muchos de los históricos puentes que acercaban la palabra al lector se rompieron para siempre.

La mañana como escenario

Para quienes devoramos diarios y revistas desde hace años, no puede pasar inadvertido un día como hoy.

Siempre sostengo que mi vocación actual por la lectura nació de esperar ansioso el diario de la mañana. Ese diario que con sistemática regularidad traía "el canillita". Hábito y necesidad de lectura que con el tiempo se fue transformando en una especie de "sana enfermedad". Y si bien actualmente, hay usos que se convirtieron en rutinarios y habituales, siempre recuerdo haber concurrido, por años a los cafés donde ofrecían como atención complementaria los diarios de la jornada. Eran tiempos de estudiante, cuando los presupuestos lejos del hogar materno se exhibían escasos, y distante estaba aún la lectura de diarios por internet.

En el fondo ese hábito de desayuno con el diario había nacido desde niño, como mérito de una costumbre familiar, sostenido ininterrumpidamente con la complicidad del "canillita". Es por tal que, para quienes leemos diarios y revistas desde hace un tiempazo, sería imperdonable ignorar un aliado incondicional de nuestro hábito. Un oficio que no conoció de feriados, de mañanas nevadas, ni lluvias torrenciales. Muy por el contrario, era habitual esperar con ansiedad el diario del domingo. Ese día en todos descansábamos, menos él.

"El canillita", prototipo del pibe que "labura"

Niños vendedores de periódicos en New Jersey, Estados Unidos, a comienzos de siglo XX.

El nombre de "canillita" nació para definir al vendedor callejero de periódicos, aunque con el tiempo también se puede atribuir y extender dicha palabra a los vendedores de puestos fijos o quioscos que comercializan diarios y revistas.

Se considera que esta denominación surgió debido a la repercusión del sainete "Canillita" de Florencio Sánchez.

Florencio Sánchez.

La obra recreaba la situación de un "purrete" de unos 14 años que se ganaba la vida "laburando" en la venta de periódicos, con el loable fin de mantener a sus padres, y que era tal su pobreza que tenía solamente unos pantalones que le habían quedado cortos al ir creciendo de niño, mostrando así "las patitas" y los tobillos flacos como dos chorritos de agua que salen de una canilla.

Este sería el origen de la denominación, donde el lunfardo, la picaresca sátira de la escena y el típico humor criollo, inmortalizaron la palabra del nuevo oficio popular.

En Argentina se conmemora el día 7 de noviembre "día del canillita" por la muerte en 1947 de Florencio Sánchez. Como recuerdo y homenaje a la trayectoria de un uruguayo de nacimiento, reflejo cabal del típico rioplatense, donde el "charco" del Río de la Plata está lejos de ser una frontera, para ser el puente cultural que tanto identifica históricamente a ambos países.

La mitología popular impulsó a un joven delgado con estridente voz de cantor, mientras con uno de sus brazos sostenía el manojo de diarios, y con la otra manito hace una especie de corneta, desde donde surge el clásico e inconfundible grito como si fuera de gol: ¡¡¡Diarioooooo!!!!!

Todo nació como una estrategia de marketing

Si bien no se sabe a ciencia cierta quién fue el primer vendedor callejero de diarios, si podríamos aseverar que la primera vez que se escuchó el grito de los pioneros "diarero" por nuestras ciudades, estuvo relacionado a una estrategia de marketing (diríamos hoy) implementada por el diario "La República" en 1867 para conquistar el mercado urbano que por ese entonces tenía como líderes indiscutidos a "El Nacional" dirigido por Dalmasio Vélez Sarsfield, que con dos ediciones diarias albergó en sus páginas escritos de Sarmiento, Alberdi, Bartolomé Mitre y Miguel Cané y a la "La Tribuna" fundado por los hijos de Florencio Varela.

En el medio de esos dos "tanques" apareció un nuevo invento argentino: los vendedores callejeros de "La República".

Con nombre propio

Brillante y estratégica idea de venta, que transformó los modos de comercialización de la época, convirtiéndose en una práctica que llegó hasta la actualidad y que desde aquellos tiempos sumó una nueva fuente de trabajo.

Con un apelativo común: "el canillita". El gran repartidor. Y con un querido nombre propio en cada uno de nuestros imborrables recuerdos particulares, asentados en la referencial dimensión de nuestra querida "patria chica". "Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo". La adecuación fue obligadamente imperativa. El recuerdo será eterno.




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