Nuevas conversaciones hacia una ciudadanía comprometida

El coach ontológico Guillermo Tello indaga sobre las formas posibles de una participación efectiva de la ciudadanía en las decisiones del Estado.

Guillermo Tello

Hemos colocado quizás desde la inconsciencia colectiva a la ciudadanía por un lado y a la clase política por otro como si fueran dos componentes separados, imposibles de ser integrados. Sin embargo, podemos coincidir que la ciudadanía es una sola donde comparten espacios, personas "comunes" y quienes ejercen la práctica política en distintos ámbitos como la gestión pública, las empresas, asociaciones, gremios, etc. Es decir que los unos y los otros formamos parte de un mismo conglomerado: la ciudadanía.

Las diferencias empiezan a aflorar cuando las instituciones y sus estructuras empiezan a convertirse en estamentos con mayor o menor permeabilidad empezando a tomar distancia de quienes trabajan en ellas, tributan, practican ritos o deportes.

La aversión por la política, el desencanto general de la ciudadanía respecto a los partidos, la aparición de nuevas formaciones participativas frente a las establecidas, son algunos de los síntomas que presenta la manera de relacionarse políticos y ciudadanos, demandando cambios urgentes frente a los tiempos acuciantes que nos toca vivir.

En estos tiempos donde las democracias se ven afectadas por los desmanejos de los gobiernos de turno impactando directamente en el "bien común"; la corrupción enquistada; la escasa disposición a la escucha de algunos gestores públicos; la falta de espíritu crítico, las imprecisiones en los reclamos ciudadanos, nos sumerge en un escenario de desesperanza con delicadas posibilidades de una salida al menos por el corto plazo.

Por ello, es necesario que los dos polos de la convivencia social, clase política y "ciudadanos de a pie", fortalezcan sus competencias comunicativas fundamentalmente mejorando las conversaciones que permitan que el hecho político que las vincula se convierta en un espacio de diálogo, de encuentro para alcanzar mecanismos de participación genuinos tendientes a mejorar la calidad de vida de los habitantes de nuestra sociedad.

Por todo ello, es que los estamentos políticos deben trabajar para restaurar valores esenciales como la confianza y la transparencia como estandartes de su actuar y recomponer los lazos con una ciudadanía que espera ver esos cambios.

Por otra parte, los abusos que aparecen en el escenario político cobran más presencia cuando la barrera ciudadana que impide el avance de esos abusos se encuentra poco firme, inestable y permisiva.

Es por ello, que también se requiere de fortalecer los vínculos entre los habitantes de una comunidad que posibilite generar y poner en práctica los mecanismos de participación más efectiva y comprometida, junto al monitoreo y fiscalización de los actos públicos, ganando en transparencia, honestidad y eficiencia en los diferentes espacios del Estado y con la correspondiente resonancia en el sector privado.

Participación ciudadana en la gestión pública

La participación supone la satisfacción de necesidades, el fortalecimiento de la ciudadanía, fortifica la pertenencia, la construcción de una identidad social y la aspiración a ocupar un lugar protagónico en el desarrollo de las sociedades.

La participación ciudadana en la gestión pública implica un proceso de construcción social de las políticas públicas. Es un derecho, una responsabilidad y un complemento de los mecanismos tradicionales de representación política. (Carta Iberoamericana de Participación Ciudadana en la Gestión Pública, 2009)

La investigadora chilena Nuria Cunill Grau (1991) denomina como participación ciudadana a un tipo de práctica social y política que supone una interacción expresa entre el Estado y los actores de la sociedad civil, a partir de los cuales estos últimos "penetran en el Estado".

Cunill Grau asocia la participación a dos procesos políticos: 1) a la crisis de representatividad que se hace evidente, según la autora, a partir de la irrupción de los movimientos sociales que reivindicaron nuevas formas de hacer política y de expresar sus intereses y 2) a la crisis de la eficacia del Estado, por su devaluación como promotor del desarrollo social y económico. Agregamos la relación entre participación y pobreza, que no es un fenómeno nuevo, sino que se remonta a la década del ´60 como estrategia para el "desarrollo de las comunidades".

La doctora Silvia Bolos (2003), señala que la relación entre Estado-sociedad se inicia como una respuesta desde lo social a una convocatoria realizada por parte de las autoridades gubernamentales, en espacios institucionales que éstos designan o crean, para involucrar a actores de la población en alguna actividad específica.

Desde este esquema institucional se concibe a la participación ciudadana como método que garantiza a la población la influencia en la adopción y ejecución de las decisiones de la política institucional y de procesos sociopolíticos más amplios.

En un relato cronológico podemos mencionar que mientras en los años ´80, se identificaba a la participación como medio para el desarrollo de la democracia, en los

´90, como medio para lograr la eficiencia y transparencia del Estado. Ya para el siglo XXI, en el 2015 se profundiza la participación como medio para la modernización del Estado, promovida particularmente por el uso de las nuevas tecnologías.

La doctora en filosofía María Teresa Sirvent, investigadora principal en el CONICET, define a la participación como un derecho, cuyo ejercicio incide en el crecimiento

individual y social, en el desarrollo de las personas y, a la vez, en su capacidad de "hacer cultura" transformando las formas de convivencia y de relaciones sociales.

Para Rofman y Foglia, se evidenció una institucionalización de la participación "donde la misma fue asumiendo otros carriles, enmarcada en políticas con enfoque de derechos".

En definitiva, los procesos participativos atravesaron temas relevantes que fueron signados por la pobreza, la reforma del Estado, la crisis de representación política, la reconstrucción de la esfera pública, el Gobierno Abierto y las nuevas tecnologías.

Augusto Varas, en un artículo sobre "Democratización y Políticas Públicas", nos dice:

"Tomando en cuenta el nuevo contexto en que se dan las políticas públicas, su función propiamente política al interior de los procesos democratizadores puede analizarse a partir de tres dimensiones indisolublemente interrelacionadas, el rol que juegan en la construcción del interés público, su capacidad para armonizar intereses corporativos y su potencialidad para permitir la participación ciudadana."

Construcción participativa cada vez más genuina

El expresidente de Chile, Patricio Aylwin, durante la recuperación de la democracia en el país trasandino, al inaugurar un seminario titulado "El desafío de la participación: democracia y modernización del Estado", indicaba: "...la superación de la pobreza no es un problema que pueda dejarse meramente a la economía. Se requiere también de ciudadanos activos, comprometidos en organizaciones sociales para adaptar y ejecutar programas estatales...".

Es oportuno poner en valor cuando la incorporación de los usuarios en ciertos momentos de la gestión pública permite afinar la ejecución de la política hasta aspectos que quedan ignorados cuando esas mismas iniciativas son responsabilidad sólo de los funcionarios. Quién mejor que los propios destinatarios de los servicios son quienes viven en "carne propia" las deficiencias o ausencias de las prestaciones que por ellos pagan.

Así, algunos "diagnósticos participativos" sobre todo los que se practican en gobiernos locales hace mucho tiempo, ponen sobre la mesa problemáticas recogidas por los habitantes a través de sus organizaciones sociales que escapaban a la información que era recogida por los instrumentos técnicos de la investigación.

Si bien esta situación nos pone en ventaja desde la mirada como usuario o consumidor, esta concepción de participación, también en algún caso termina siendo subordinada, a las acciones que terminan siendo decididas, diseñadas y controladas por el aparato técnico burocrático, que es externo a quienes se invita a participar.

Está claro entonces que los resultados que impacten directa y positivamente en la comunidad tienen que ver con los grados de participación y compromiso responsable de los ciudadanos y a la apertura de los gobiernos, sobre todo los locales para la implementación efectiva de las políticas públicas gestadas en espacios de articulación e implementación conjunta.

Participación y toma de decisiones

Durante mucho tiempo dentro de la gestión pública se ha asociado la "participación" con la capacidad de influir en las decisiones y que este esquema inevitablemente afecta la redistribución del poder.

Si bien el concepto ha sido definido de forma clara, la participación ciudadana en la gestión pública aún no es una práctica extendida, tomando algunos ejemplos en departamentos de nuestra provincia donde en algunos municipios tienen un grado de institucionalización que debe ser preservado y fortalecido.

Es un deber y un derecho, el que la ciudadanía deba y pueda participar en todas las etapas del ciclo de gestión de políticas públicas, transitando todo el proceso desde el diseño, formulación, planificación, ejecución, seguimiento y evaluación. También es cierto que la participación de ciudadanos y ciudadanas en los procesos de gestión pública se hace dificultoso porque resulta complejo que la comunidad se comprometa voluntariamente sólo por su responsabilidad política, generando un desbalance cuando en la contraparte, los gestores públicos reciben una retribución económica.

Probablemente no sea necesariamente un reconocimiento económico que motive a los ciudadanos a participar en estos procesos, situación que debe revisarse para generar más transparencia y compromiso en la gestión de la cosa pública de manera responsable y colaborativa entre Estado y ciudadanía.

Coaching Ontológico y Ciudadanía

Esta disciplina que está siendo utilizada en distintos ámbitos de la sociedad tanto en las empresas, organizaciones de la sociedad civil, la educación, gestión pública y la política partidaria, está impactando en los modos de relacionarse en busca de una mejor convivencia, respetando los intereses y necesidades humanas y contribuyendo en la práctica política para alcanzar esas aspiraciones que por hoy están dificultadas para los habitantes de nuestro país.

Es muy fácil, inculpar a los responsables políticos de los padeceres ciudadanos. Esta actitud nos exime de la culpa proclamando nuestra inocencia. Dijimos al principio que la ciudadanía contiene dos elementos: ciudadanos propiamente y gobernantes. Es importante entonces antes de juzgar a quienes rigen los destinos de una comunidad:

¿qué tanta responsabilidad como ciudadanos nos compete?

La convivencia es un acto de co-responsabilidad donde cada uno de nosotros debe reclamar por sus derechos y también hacerse cargo de las obligaciones.

Para avanzar en la construcción de nuevos escenarios, vamos a compartir algunas distinciones que el coaching ontológico aporta al diálogo entre los distintos actores sociales para construir convivencia desde el encuentro en el respeto y la colaboración.

No podemos intervenir sobre lo que no se observa

La realidad que nos rodea y nosotros siendo parte de ella posee distintos observadores que la interpretan de manera diferente y en otros casos lo hacen desde la coincidencia.

Lo cierto es que la realidad se experimenta desde mundos interpretativos quedando limitado para acceder a la "verdad absoluta", al decir de Humberto Maturana. Vivimos en mundos interpretativos.

Rafael Echeverría desde su Modelo del Observador afirma: "Desde la perspectiva centrada en el observador, resulta claro que los problemas, las posibilidades y las soluciones que enfrentan los seres humanos no pertenecen a las condiciones externas o supuestamente objetivas que estos encaran, sino al tipo de observador que ellos son. Los problemas, las posibilidades y las soluciones no son factores externos al observador, ni se encuentran "allí afuera" para ser vistos por cualquiera. Los problemas, las posibilidades y las soluciones forman parte del mundo del observador: son lo que son, en el observador y para el observador. De acuerdo al tipo de observador que somos definimos el tipo de problemas, las posibilidades y las soluciones que retiran nuestro actuar, y por ende, nuestra vida".

Si bien esta mirada de Echeverría puede resultar de carácter individualista, trayendo una perspectiva sistémica podemos convenir en que el mencionado observador puede convertirse en una institución, un gobierno, una empresa y a su vez todos en conjunto.

Como no podemos intervenir sobre lo que no se observa, aparece los conceptos de complejidad y profundidad que permiten adentrarnos en el detalle de los elementos que componen un sistema pudiendo reconocer variables que en un análisis más superficial quedan ocultos y por tanto perdiendo riqueza conceptual y analítica.

Estas aproximaciones resultan muy útiles para quienes ejercen la política que profundizando en las interpretaciones sociales, su complejidad y profundidad generan una mayor precisión en los análisis para llevar adelante las políticas públicas que resulten oportunas y efectivas para la sociedad.

El valor de la escucha

Escuchar es interpretar y hacerse cargo de lo escuchado. Y más cuando tenemos responsabilidades políticas no sólo en el ámbito público, también las organizaciones empresariales, educativas, sindicales, profesionales, uniones vecinales, centros de jubilados, clubes deportivos. Todos tienen una misión de servicio atendiendo las inquietudes de sus liderados.

Es por ello que debemos visualizar dos componentes en el proceso de escucha: quien habla haciéndose cargo responsablemente y quien escucha recibiendo conscientemente el mensaje que le llega.

Los actores políticos que tienen desempeño público deben hacerse cargo de la palabra "empeñada" a través de lo que declaran teniendo en cuenta que cuando lo hacen están esbozando una realidad a futuro que imperiosamente por su compromiso con lo dicho y con la esperanza que algo bueno va a suceder para la comunidad, se cumpla. Cuando eso no sucede, siembra una cuota de descrédito y desconfianza, minando su identidad pública. Pero hay algo más relevante a considerar, y es que el incumplimiento y el desencanto que producen no siempre se ve reflejado en un reclamo consistente persistente de parte de la ciudadanía para que las promesas se cumplan.

La inquietud: dar con lo que es importante

El componente central de la escucha es detectar la inquietud. ¿Qué es lo que les importa a las personas que quieren ser escuchadas en sus reclamos, en sus quejas, en sus dolores?

Identificar esas inquietudes y hacerse cargo de ellas es una competencia primordial para quienes se consideran gestores políticos.

Cuando la clase política dice: "nosotros escuchamos a los ciudadanos" y no resuelven lo que escuchan, solo están oyendo. Escuchar es interpretar lo que oyen y además hacerse cargo y que no necesariamente implica resolver la situación porque en muchos casos probablemente excede las posibilidades para quienes ejercen el poder público, pero sí poder articular los mecanismos necesarios para canalizar las inquietudes emergentes y darles respuesta.

Si seguimos ahondando en el fenómeno de la escucha en política, quienes la ejercen deben entrenar cómo detectar la inquietud profunda de lo que se escucha. Qué valores están en juego en esos dolores que se recoge de la gente, como sentir que de los gobernantes aparece la confianza, el compromiso, la transparencia, el comportamiento ético. Es ahí donde la vocación de servir que rige a cualquier autoridad política debe aflorar para centrar sus energías colaborando en la resolución de los problemas que la comunidad vive a diario en su existencia.

Saber pedir, saber proponer, saber prometer, saber cumplir

La gestión política es una continua coordinación de acciones y la calidad de esa coordinación nos va a dar la calidad de los resultados.

En ese juego de coordinar aparecen pedidos que la comunidad realiza, propuestas que los funcionarios ofrecen, promesas que surgen de las conversaciones y cumplimientos que a veces se hacen efectivos y otras no.

En este juego de acciones que practicamos aparece lo que denominamos "condiciones de satisfacción". Cuando dejamos en claro con qué me considero satisfecho para que este pedido sea cumplido y mientras más específicas sean esas condiciones minimizamos la posibilidades de conflictos posteriores. En este contexto el plazo acordado es primordial su cumplimiento. Si la fecha no es respetada tengo derecho a reclamar por lo cumplido en la promesa.

Declaraciones

Cuando se declaró nuestra independencia en 1816. La Declaración de los Derechos Humanos, Declaración de los Derechos de niños y niñas. Sus incumplimientos han generado conflictos y movilizaciones que han marcado nuestra historia.

Dentro del coaching ontológico nos encontramos con las declaraciones, donde a partir de lo declarado construyo una realidad. Cuando decimos "te perdono", creo una realidad, cuando "no te perdono", creo otra.

Las plataformas partidarias en momentos de elecciones están plagadas de declaraciones plasmadas en lo que van a hacer los candidatos. Cuando lo declarado

en el momento del ejercicio del poder en el gobierno, empieza a no ser respetado y cumplido aparece el descrédito de la identidad pública de los gobernantes y el desencanto de los gobernados. El punto es, que esta cronificación del incumplimiento ya deja de hacer mella en la piel de los ciudadanos y ciudadanas.

Las promesas

En tiempos de campaña, vemos que la herramienta central en los discursos de los postulantes a cargos públicos, además de descalificar al adversario, es la promesa. Con diferentes matices cada una de ellas se reviste de consistencias disímiles, otras altisonantes lejos de la posibilidad de ser cumplidas y aun así las predican. La clase política es dueña y responsable de prometer lo que se les antoje y a partir de ahí esa promesa se convierte en un compromiso con la ciudadanía para ser cumplido. Esta situación cobra relevancia cuando una parte de la ciudadanía, porque no vamos a generalizar, no se viste de fiscalizadora de los compromisos asumidos y frente a esto terminamos presenciando territorios de impunidad, ya que lo prometido y no cumplido no tiene consecuencias que asumir, ni precios por pagar.

Emociones políticas

La gestión de las emociones para el CO juega un papel primordial en los resultados que se obtienen en los diferentes espacios de la convivencia social. En el ejercicio de la política podemos encontrarnos con un abanico emocional que configura nuestro "estar siendo" e impacta directamente la generación de estados de ánimo que afectan las relaciones interpersonales en los ámbitos familiares, comunitarios y sociales.

Sin profundizar suficientemente podemos ver aparecer emociones sociales invalidantes como el enojo, donde considero que existe una situación injusta para mí y los que me rodean; el desencanto que se muestra frente a las promesas incumplidas, el miedo que se siente frente al temor a perder algo importante y la tristeza cuando ya perdemos algo que consideramos valioso para nosotros.

Las emociones no preguntan para entrar, entran. El desafío es qué hacemos cuando están frente nuestro. Tenemos dos alternativas: sumirnos en la queja constante que es nociva y no resuelve y además de afectar directamente nuestra salud. O hacernos cargo de nuestros estados emocionales y canalizarlos en busca de soluciones que contribuyan a mejorar nuestra calidad de vida.

También podemos encontrar emociones consideradas validantes es decir que nos disponen a accionar positivamente frente a las vicisitudes de la vida. El entusiasmo, cuando inspiro fuerzas para llevar adelante una actividad; la esperanza cuando considero que lo que viene es bueno, o la convicción que me allana el camino hacia lo que creo correcto. En este contexto debemos propiciar la empatía política porque

tenemos un "otro" que afortunadamente es distinto. Es muy saludable ponerse en sus zapatos y reconocer sus dolores que pueden ser similares a los míos y juntos ver posibilidades de encontrarles una respuesta.

Las emociones y estados de ánimo nos acompañan donde quiera que vayamos. El reto es hacerlos jugar a nuestro favor desde la confianza individual y colectiva y comprometidos con un propósito superior.

Diálogo, encuentro, convivencia social

El biólogo chileno Humberto Maturana, fallecido recientemente nos interpela en la convivencia: "La democracia es un modo de convivir que se funda en el mutuo respeto y el deseo de estar juntos haciendo lo que se hace en la colaboración. Si no queremos estar juntos, si no nos respetamos, no va a haber democracia bajo ninguna circunstancia; desde el momento en que vivimos en democracia elegimos vivir en la honestidad, el mutuo respeto y va a surgir la colaboración. En cambio, nosotros estamos compitiendo, gobierno y oposición, estamos en ese juego que es siempre agresión recíproca. La democracia no cabe, porque no conversamos, no reflexionamos. Si pienso que un determinado curso que sigue un grupo, supongamos el gobierno, no es adecuado, no debo funcionar en términos de oposición, sino de colaboración, y conversar y reflexionar".

Si bien el diálogo es una instancia de acercamiento en el juego político, no siempre resulta productivo cuando entramos en la fase del debate. En este espacio ya nos encasillamos en nuestras posiciones perdiendo de vista el interés supremo que nos convoca.

Es por ello que debemos apostar al encuentro donde partimos de las coincidencias, por ejemplo: ¿Queremos una Mendoza, pujante, justa, participativa? ¿Alguien puede oponerse a eso? Una vez establecidas las coincidencias, avanzamos en que nos diferenciamos reconociendo en qué podemos ser una posibilidad desde nuestros recursos y talentos y valorar y reconocer a los otros actores que piensan en disidencias. Ahí es donde se construye el encuentro, bajando los egos, haciendo aparecer al otro en lo diferente.

Bibliografía consultada:

Bolos Silvia. Participación y espacio público. Universidad Nacional Autónoma de México.

Echeverría Rafael: Ontología del Lenguaje. Editorial Dolmen. Santiago de Chile.

https://franciscodiez.com.ar/7945-humberto-maturana-si-queremos-convivir-siempre- podemos-llegar-a-un-acuerdo

Pagani, M. L. (2019). Balances de la participación ciudadana en la Argentina. Análisis de las trayectorias, supuestos y desafíos. Revista Estado y Políticas Públicas. Año VII, Núm. 12, 191-210.

EL AUTOR. Guillermo Tello. Comunicador Social. Coach Ontológico Profesional acreditado Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional.

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