Responsabilidades políticas

A 40 años de recuperada la democracia, un análisis crítico de la situación.

Mauricio Castillo

Como un capricho de los dioses, se van materializando las profecías, premoniciones y designios de quien sabe qué autor o actor tragicómico.

La Argentina, sumida en un mar de confusiones, desaciertos, hay voluntades que lograron el objetivo: incertidumbre, y en algunos momentos la desesperanza de poder vivir de manera normal. La naturalización de sentirnos sin rumbo como país, en un mundo cada vez más globalizado, aislados, según con la lente con que se mire, de lo económico, y la desazón de mejorar en lo social y cultural.

¿Cabe la pregunta? ¿Quién o quiénes hicieron todo lo posible, para que hoy, luego de un pasado, que sin lugar a dudas fue el proceso, que nos llevó a esta hecatombe o realidad esperada? 

¿Quién tiene la culpa de Milei?

¿Hay responsabilidades o responsables? O simplemente la respuesta es una devolución de favores o resultados buscados para que los más de 45 millones de argentinos (personas) deambulemos como personajes de una serie oriental, producidos profesionalmente, como zombis.

Ya con casi 40 años de democracia, cada vez más devaluada, y no justamente por imperialismos idílicos, ni por una geopolítica que puede ahogar y manipular voluntades populares, buscar un culpable o los culpables va a estar difícil como el de seguir pensándonos como que todo lo somos. 

Se escuchan los dichos por parte de algunos, los que practican el "haz lo que yo digo y no lo que yo hago", "si los gobernantes de turno, fueran oposición"; o sea no estuvieran en el gobierno, "...el país ya hubiera explotado". Triste pero real esta afirmación y pensamiento de quienes escapan y se autoexcluyen de su propio letargo y falta de compromiso a la hora de hacer algo para cambiar esta realidad, al menos en su metro y medio, y más allá.

No hablo del ciudadano común, con sentido común, que es quien ha recibido todos los embates por parte de quienes hoy tienen las responsabilidades, de acuerdo a su juramento en la función política, y que, por más diferente ideología o color partidario, siguen eludiendo y justificando, con la búsqueda de responsables, o interpretando la responsabilidad como un ente fuera de la conducta humana, sin hacerse cargo de entender que son servidores del pueblo. Nada justifica que sigan aprovechándose de la dignidad de haber sido elegido por una mayoría o minoría.

Conclusión: la libertad no avanza... sino que la inmoralidad y la impunidad, que hoy atraviesa la cultura, demoran el otro resultado, el de sentirnos libres, pero con la desaparición justa de aquellos que evitan asumir las responsabilidades políticas de las decisiones y acciones que tienen como obligación y deber a cumplir, en el nivel nacional, provincial y local.

Ellos y ellas son los responsables políticos, que el presente y la historia los pone y pondrá en el lugar donde tienen que estar, y los ciudadanos de bien con valores y principios recuperados, comiencen de una vez y por siempre a exigir, para que ello suceda. 

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