Sobre la crisis y el "desarme" del kirchnerismo

"El fracaso de los experimentos progre-estatistas-populistas suele tener consecuencias graves y duraderas, ya que desmoralizan y desorientan a la militancia y a las masas trabajadoras, y allanan el camino a las políticas de la derecha", escribe en esta columna el profesor de Economía de la UBA Rolando Astarita .

Rolando Astarita

Una explicación de la crisis del kirchnerismo: los grupos económicos y la oligarquía impusieron su programa económico, un Plan Austral perpetuo, desde 1976 a la fecha. Ese programa contempla estallidos sistemáticos, recurrentes crisis cambiarias e híper devaluaciones. Ante esta situación, y con la excusa de "hoy no se puede", el cristinismo abandona toda voluntad de pelea y llama a la unidad nacional con los que imponen ese programa desde hace medio siglo. Es la interpretación de Alejandro Horowicz en "Las recetas de siempre pero con otro packaging" en La Nación 30/09/2023.

Un abordaje parecido es el de Fernando Rosso en "Sobre derrotas y desarmes", editorial de Izquierda Diario, y escrito a propósito del libro de Horowicz El kirchnerismo desarmado. La larga agonía del cuarto peronismo. Rosso coincide con Horowicz en que a partir de 1976 se impuso un plan económico y político de saqueo, endeudamiento externo, fuga de capitales, y nuevos y mayores endeudamientos. Con la precisión de que detrás de ese plan siempre estuvo el FMI. En este contexto, continúa el razonamiento, la democracia se sostiene a condición de no apartarse del programa "perpetuo". Y concluye: "Traducido a la política en general y al kirchnerismo en particular, [Horowicz] está diciendo algo muy profundo y crudo: [el kirchnerismo] no está solamente derrotado, sino que está desarmado en su voluntad de pelea. (...) Personalmente creo que el diagnóstico es bastante certero".

Programas y políticas económicas, no fueron todas iguales

Discrepo con lo que dicen Horowicz y Rosso. En primer lugar porque no es cierto que la clase capitalista ("el bloque de poder") tenga como programa, o desee, los estallidos cambiarios y/o bancarios, y una elevada inflación. Es que las crisis cambiarias y las híper devaluaciones van de la mano de desvalorizaciones masivas de capital. ¿Cómo se puede pensar que son deseadas o programadas, por los grupos económicos o los gobiernos capitalistas? No tiene sentido. Tampoco tiene sentido decir que el capital es partidario de mantener, durante décadas, elevadas tasas de inflación, o de que haya híper inflaciones recurrentes.

Pero en segundo lugar, tampoco es verdad que las políticas y programas económicos de los últimos 50 años hayan sido iguales (planes "Australes"); o que tuvieran siempre la aprobación del gran capital o el FMI. Menos todavía se puede afirmar que las instrumentaciones de esos planes gozaron siempre de apoyo generalizado de las clases dominantes, o del FMI. Por ejemplo, el plan de Convertibilidad en principio no fue apoyado por el FMI. Más en general, el Fondo no recomienda regímenes de convertibilidad (o dolarizaciones) para bajar la inflación. Es necesario criticar al FMI y sus políticas, pero esto no puede hacerse desconociendo los hechos.

La especificidad del kirchnerismo

El problema de fondo con el planteo de Horowicz y Rosso es que se trata de una generalidad abstracta, esto es, carente de contenido. Como también es una generalidad abstracta decir que la causa de la larga crisis argentina es que todos los gobiernos aplicaron el programa del FMI (intervención de Myriam Bregman en el debate presidencial, 1/10/2023). Con explicaciones de este tipo no se explica nada. Si se dejan de lado las diferencias específicas, las contradicciones particulares, la crítica es externa a la materia tratada (de ahí el subjetivismo, las invocaciones a la voluntad de resistir, y semejantes) y solo convence a los convencidos.

En otros términos, la crítica al kirchnerismo debe ser interna. O sea, además de la crítica a su carácter de clase, hay que demostrar por qué y cómo el "K-modelo productivo e inclusivo" terminó en crisis. Después de todo, entre 2003 y 2012 Argentina no estuvo bajo la órbita del FMI; hubo años de alto crecimiento y mejora de los salarios; creció la participación del Estado en la economía y se amplió el mercado interno. Sin embargo, a partir de 2012 la economía se estancó. ¿Qué ocurrió? ¿El estancamiento se debió a que el gobierno "nacional y popular" aplicaba el enésimo plan Austral, dictado por el FMI y "los factores de poder"? La pregunta es retórica, pero llama a dejar de lado esa noche conceptual en la que "todos los gatos son pardos".

Yendo al grano, lo hemos planteado en entradas anteriores, y lo reiteramos ahora: el kirchnerismo asumió que es posible sostener la demanda en base a gasto fiscal, financiado principalmente con emisión monetaria. O, en una formulación apenas distinta, que basta con promover la demanda para que aumente la inversión, se estabilicen los precios y se mantenga el balance del sector externo. Pero esto es lo que no ocurrió. Y no ocurrió por la sencilla razón de que así no funciona el modo de producción capitalista. De hecho, incluso en los años de mayor crecimiento económico la inversión nunca superó el 20% del producto bruto interno. Y hacia el 2012 el "modelo" entró en un impasse. La mejor manera de verlo es a través de los balances de la cuenta corriente (la balanza de pagos ha sido históricamente un punto neurálgico para el estallido de las crisis en Argentina).

Lo detallamos: en los siete años que van de 2003 a 2009 el superávit acumulado en cuenta corriente fue de US$ 41.849 millones. Pero en los seis años siguientes, entre 2010 y 2015, hubo un déficit acumulado de US$49.071 millones. Sin entrada de capitales que lo compensara -por el contrario, había fuga de capitales- entre diciembre de 2010 y diciembre de 2015 el Banco Central perdió reservas por US$ 26.760 millones. Subrayamos: estas evoluciones ocurrieron sin intervención del FMI. Tampoco se puede decir que semejante déficit figurara en los programas o reclamos de las cámaras empresarias de Argentina.

De manera que hacia el final del segundo gobierno de CFK la situación del sector externo era crecientemente insostenible. De ahí lo ocurrido bajo el gobierno de Cambiemos: entre 2016 y 2018 el acumulado en cuenta corriente fue negativo en otros US$ 73.400 millones. El gobierno buscó financiarlo con la entrada de capitales especulativos Pero al agravarse el déficit la economía estalló: en los primeros meses de 2018 los fondos especulativos comenzaron a salir precipitadamente, asumiendo en muchos casos importantes pérdidas. De ahí la mega devaluación, la mayor inflación, la caída de los salarios y jubilaciones, y las renovadas fugas de capitales. Pero esta no fue una situación buscada a propósito por el gran capital (otra suerte de «plan Austral»), sino el estallido de contradicciones tan incontenibles como objetivas.

Otro ejemplo de crítica "interna"

En este breve apartado presento otro ejemplo de la importancia de diferenciar teorías y programas, y de la necesidad de la crítica interna. Se refiere a la llamada Teoría Monetaria Moderna, una suerte de enfoque cartalista - keynesiano que dice que el financiamiento monetario de los déficits no deprecia la moneda ni genera presiones inflacionarias. Basándose en ella economistas kirchneristas justificaron en su momento la emisión monetaria para cubrir déficits fiscales. Evidentemente, no se puede atribuir tal posición al FMI o a la ortodoxia monetarista. Esa sería una crítica no solo externa, sino también desatinada. Por lo cual es necesario adentrarse en los razonamientos de la TMM y las evidencias empíricas o históricas que alega en su defensa, y a partir de allí desarrollar la crítica.

La necesaria crítica del keynesianismo bastardo

Los análisis deben interiorizarse de los rasgos específicos que, enmarcados en la teoría "general" (por caso, la teoría de la plusvalía; de la acumulación capitalista) permiten entender cómo se particularizan los universales. O sea, se trata de llegar a la totalidad concreta, plena de determinaciones. Una cuestión relevante en la crítica del "keynesianismo bastardo".

Es que el fracaso de los experimentos progre-estatistas-populistas suele tener consecuencias graves y duraderas, ya que desmoralizan y desorientan a la militancia y a las masas trabajadoras, y allanan el camino a las políticas de la derecha. Al respecto, en una nota anterior escribíamos "autores poskeynesianos dicen, con razón, que este tipo de populismo económico "comúnmente ha sido legitimado por un cierto tipo de ?keynesianismo' que da énfasis exclusivo a la demanda efectiva... y recomienda el uso indiscriminado de política fiscal y déficit fiscal como medios de estabilización cíclica". Se lo conoce como keynesianismo bastardo porque, de hecho, ni siquiera Keynes abogó por tales políticas. Mucho menos se puede decir que las mismas tengan algo que ver con lo que propone el marxismo (de Marx)".

En definitiva, lo que se interpreta como "desarme" y "falta de voluntad para resistir" por parte del kirchnerismo no es más que la manifestación de las limitaciones y contradicciones del estatismo nacionalista burgués, o pequeñoburgués. De hecho, su programa ya no podía responder al cuadro económico que enfrentaba el gobierno K a fines de 2015. No pudo dar respuesta entonces, menos lo puede ahora. Pero para comprender estos procesos hay que salir de las explicaciones reduccionistas, o simplistas (todo es culpa del FMI; durante medio siglo se aplicó el mismo Plan Austral, etcétera). Esas generalizaciones vacías llevan a un callejón sin salida, y debilitan el discurso crítico.

EL AUTOR. Rolando Astarita. Profesor de Economía en la Universidad de Buenos Aires. Se puede leer su blog con un clic aquí. Difundido por Sin Permiso.


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