¡Feliz día, papá!

Isabel Bohorquez en una carta personal compatible con almas gentiles y agradecidas de todo el mundo. Su reflexión en el Día del Padre.

Isabel Bohorquez

Crecí sintiéndome amada por mi padre. Y esa experiencia ha sido una de las más fabulosas condiciones en el camino de mi existencia.

Los recuerdos se remontan a mi más temprana infancia y transitan a lo largo de toda mi vida, inclusive cuando ya siendo abuelo prodigaba amor a manos llenas a sus nietos que cobijó hasta el final de su camino.

Falleció siendo eso: un viejito amoroso y gentil. Las dos virtudes más grandiosas que alguien puede desarrollar.

Él me despertaba cada mañana y me daba el desayuno, luego me llevaba a la escuela. Cada día, año tras año. Cuando yo ya estaba casada y era mamá de mis niños en edad escolar, iba tempranito a mi casa con el pan fresco y las facturitas o bizcochos para el desayuno de sus nietos. Nunca faltó, ni una sola vez. Incluso cuando las inclemencias de la vida fueron muy grandes.

Nuestra hija mayor agonizaba ya en su etapa terminal de un cáncer impiadoso que no pudimos vencer y allí estaba firme mi papá, cada madrugada, cuando el sueño parecía vencerme en mi vigilia sin cuartel. Únicamente en su compañía protectora yo me animaba a cerrar los ojos sentada en el suelo junto a la cama de mi hijita. Él velaba nuestro sueño y el Dios mismo que apreciaba tanta dedicación, contemplaba en silencio.

¿Quién fue mi papá? Un hombre -como tantos millones de hombres- que aprendió a cuidar de los suyos y lo hizo con esmero.

Como tantos hombres que destinan gran parte de su vida a cuidar de su familia... en esto no hay fronteras de ninguna índole.

Como tantos hombres que han aprendido a amar a partir de la paternidad porque en su propio camino no habían experimentado un cariño que los sostuviera...

Como tantos hombres que entendieron el lenguaje del afecto cuando les dijeron papá por primera vez...

Como tantos hombres que han ampliado su capacidad de intervenir en el mundo haciendo la cena, ocupándose de las tareas escolares, cambiando pañales o tomando la fiebre durante la madrugada...

Pienso en todos ellos, los observo en la calle cuando pasan empujando el carrito de su bebé o esperan a las puertas de la escuela y lo anhelo en mis propios hijos varones que algún día -ojalá- serán unos papás fabulosos.

No estoy romantizando la figura paterna. Algunos hombres nunca aprenden a ser buenos padres y eso provoca un dolor en el corazón que puede eternizarse.

Pero en recuerdo del mío que si me amó y en nombre de todos los hombres que entregan su corazón en esta tarea, quizá la más compleja y sensible de la existencia humana...por adhesión a todos esos hombres...

Feliz día papá.



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