Cinco observaciones y un bonus sobre los viajes en vehículo en findes XL

Aquí, cinco aspectos de un viaje por "rutas" que dan cuenta del contexto de la travesía. Pueden ser seis, sumando el bonus. O muchas más, con lo que puedan agregar los lectores. Un racconto antojadizo, personal, amargo pero con onda.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Viajar en vehículo particular durante un fin de semana largo para ocio es toda una experiencia. Ya hay muchas películas que han centrado su argumentación en lo que ocurre dentro del habitáculo, con los viajeros, sus desavenencias o acuerdos, alegrías, tristezas, disputas, diálogos, silencios, gritos, comida abordo, música escogida como compañía individual o colectiva y mucho más.

Aquí hay algunas conclusiones en torno al hecho de viajar por rutas en la Argentina, en largas extensiones.

Por razones de bronca y posibilidades de estallido, esta cuenta no incluye experiencias en el viaje a Chile, que podrían ser parte de comentarios a esta nota en las redes o de algún artículo posterior:


La "presencia" policial no garantiza que todo salga mejor

Puede comprobarse con facilidad que muchas veces y en todo el país, se abusa de la instalación de puestos de "control" policial en los fines de semana largos en las rutas. Están quietos, en un solo lugar y se autoperciben "trampas". Es posible que sueñen con que los prófugos buscados caigan justo allí, porque a veces son menos vivos de lo que parecen y han caído. De hecho, han mostrado como un "éxito" haber pillado a uno paralizando una columna de decenas de miles de otras personas que construyeron el embudo para darles la posibilidad de cacería a ese puesto policial. Indudablemente, aunque a los uniformados les encante "hacer estadística", es decir, mostrar muchos números, al estilo de "se controlaron 10 mil vehículos". Eso implica que los pararon, les preguntaron a dónde van y de dónde vienen y consiguieron poco más que demorar todo, atosigar la marcha y arruinarles las vacaciones a todos, como si se tratara de prófugos potenciales. Todos, absolutamente todos. 

Los accidentes no existen: hay gente que invoca a la desgracia

 Arrancando este segundo ítem habiendo leído el primero, cabe decir que en donde están los policías mientras creen "hacer Patria" paralizando el flujo vehicular, es en donde se producen los incidentes que requerirían de su presencia. Esto es: en el trayecto de las rutas, en donde no están y cuesta conseguir uno justo cuando empieza la danza de la doble línea amarilla. Sobre todo, la autosuficiencia engreída de las camionetas que tienen velocidad y rápida reacción y van tejiendo su trayecto al crochet, colándose en pequeños espacios, pasando las líneas amarillas, ocasionándoles pánico a los que vienen de frente y a los que quedan detrás cuando se acomodan a la derecha. Esto, cuando no se matan o matan a alguien, o lo dejan inválido para siempre. Ese apuro que demuestran (no solo los conductores de camionetas, hay que decirlo) debe ser estudiado por científicos: ¿qué los impulsa a esa reacción suicida, en cadena, constante, en lugares en donde ya se sabe que, inclusive, no hay ni siquiera señal de celular para pedir auxilio. ¿Nadie piensa en eso?

Las estaciones de servicio, esos nodos intergalácticos

En la ruta lo más deseado y buscado son las estaciones de servicio, y no solo por los baños, sino por el combustible para recarga, lógicamente, y la posibilidad de adquirir algún producto para consumo propio en el trayecto. Parecen bases interestelares: es una baraja en donde se mezclan personas de los más diversos orígenes y destinos, tanto en lo real y concreto como en lo filosófico y simbólico. Se entablan conversaciones muchas veces con el que acabás de putear en la ruta, sin saberlo. Son relaciones más que efímeras, aunque mucho más largas que las expresiones de sorpresa cuando te sorprenden en el baño ocupado. Y eso, los baños: las mujeres hacen colas interminables, que rompen cualquier cálculo del tiempo de viaje, como si un policía estuviera haciendo "presencia" allí y les pidiera documentos, mientras que los de hombres permiten una fluidez eficaz. Allí no llegó la onda progre de los "baños para todes". ¿Por qué no hay baños unisex y todos aguantan esperas compartidas? La limpieza es una quimera. Cuando se consigue un buen baño, es tema de conversación no solo en el auto durante el viaje, sino que entra en el anecdotario del viaje hacia los amigos y parientes, acompañando las postales del recreo.

Y los baños (cuando no hay)

Las balizas encendidas de un auto pueden denotar en este tipo de trayecto la existencia de un desperfecto. Puede ser del vehículo mismo, que está parado en la banquina. O, en caso de haber en el sitio un árbol cercano o arbusto, un improvisado baño. Hay algo que acelera intestinos y vejigas durante los viajes. Puede ser la abundancia de mate, la ansiedad somatizada o no alguna otra causa, pero resulta que cada quien que baja a despachar lo que le sobra se siente colonizando territorio virgen... hasta que encuentra muestras gratis de que no, que ya había descartes allí antes de pisar ese suelo.

El abuso del "balicismo"

Un tema que debe abordarse en debates electorales debería ser el del abuso en la utilización, precisamente, de las balizas de los autos. Se sabe -en vano, porque nadie le da bolilla- que se deben accionar solo cuando el vehículo está totalmente detenido. Pero muchos entienden que pueden hacerlo, además, cuando les parezca apropiado. Es como el exceso en el uso de mayúsculas de los abogados en los textos o de las comillas de los muy bohemios en los textos, o de los signos de expresión al final de los posteos en Facebook de señoras y señores grandes. Por eso, a pesar de que se sabe que, si hay balizas puestas, hay un vehículo parado, puede que no, y que sea un librepensador de las leyes de seguridad vial, como los policías del punto 1 o los conductores del punto 2. 

Bonus: Las rutas

Conviven varias Argentina superpuestas, como capas de una torta Rogel. Así, pueden verse en las rutas cosas del mundo más desarrollado, como vehículos sofisticados y de alta velocidad, pero caminos que son poco más que una huella de finca a las que se les denomina, pomposamente, "ruta nacional". Eso da vergüenza de inmediato, porque ya no se trata solo de soñar con autopistas seguras, sino con calles al menos pavimentadas. Si tienen banquina (para lo del punto 4, por ejemplo), mejor. Hay "rutas nacionales" que tienen escalones a su costado: si los "mordés", te das vuelta. Hay velocidades máximas ridículas en muchos sentidos: son bajas para la capacidad de los vehículos actuales, pero son altas para la calidad que ofrece la carretera. Así, todo es una ensalada de épocas, en donde conviven momentos de esplendor (nacional y/o particular de cada uno) con las de degradación.

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