La Corte Suprema de Argentina: Un espejo del pasado en la era de la igualdad de género

La vergüenza ante las candidaturas para la cobertura de las vacantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación comunicadas en el Boletín Oficial el 15 de abril pasado. Escribe Emiliana Lilloy.

Emiliana Lilloy

Solo 3 mujeres. Margarita Argúas fue la primera mujer argentina en ocupar un cargo en la Corte Suprema; fue entre 1970 y 1973. Elena Highton de Nolasco (desde 2004) y Carmen Argibay (desde 2005).

"Me da mucha vergüenza la traición que el mundo le hace a la mujer tantos años después de iniciada la lucha por la igualdad", dijo apenas comenzada su presentación la reconocida periodista española Pilar Rahola, en el W20 llevado a cabo en Argentina.

Hace un tiempo, un hábil personaje me recomendó que para comenzar una negociación debía ofrecer el precio más bajo, "el que te de vergüenza". De ahí en más, competiría con un negociador sin autoestima, devaluado, y sumido en el desconcierto.

¿No es acaso esto lo que nos está pasando a las juristas argentinas respecto a las candidaturas para la cobertura de las vacantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación comunicadas en el Boletín Oficial el 15 de abril pasado?

Luego de que sólo las ministras Margarita Argúas, Carmen María Argibay y Elena Highton de Nolasco hayan logrado conquistar un asiento en la historia del Tribunal Supremo ¿no deberíamos estar discutiendo sobre qué juristas mujeres integrarán el organismo, y no si es un hombre o una mujer? Porque ese sería el precio mínimo desde el que partir, después de más de ciento cincuenta años de exclusión. Vergüenza.

Cuando le preguntaron a la ex Ministra del Tribunal Supremo de EEUU Ruth Bader Ginsburg cuántas mujeres magistradas ocupando el tribunal serían las suficientes para que se considerara que hemos llegado a la igualdad, contestó que lo necesario sería que fueran todas mujeres. Ante el impacto de quienes la escuchaban ella respondió: siempre ha habido nueve hombres y nunca nadie lo ha cuestionado.

Sin embargo, este tema que parece comenzar a zanjarse en los países considerados más evolucionados como EEUU, Japón, Reino Unido, Alemania, incluso Canadá donde la integración de la Corte tiene mayor composición femenina, pareciera ser un tema de retroceso en la Argentina.

Aún en 2024 a nuestra sociedad pareciera no causarle estupefacción el hecho de que uno de los órganos más importantes y definitorios de la política y los derechos de toda la ciudadanía no sea integrado por ninguna mujer.

Quizás esto suceda porque creemos que no un tema tan importante como la educación pública o por que se cruzan argumentos sofistas que generan confusión, como el de que este no es un acto de discriminación ya que hay muchas mujeres en el gobierno actual, o que las mujeres deberíamos llegar por capacidad y no por cupo.

En cuanto a la relevancia de los cargos a ocupar, debemos entender que la Corte Suprema es la garante de los derechos de la ciudadanía, e incluso podría terminar definiendo temas por los que sí salimos a la calle a protestar, como la educación pública y el derecho al aborto legal.

El argumento de que existen mujeres en el gobierno, pierde todo sentido si pensamos que ninguno de ellos implica el poder y capacidad de decisión que conlleva ser miembro de la Corte, pero sobre todo, el hecho de que los cargos en este organismo sean perpetuos, nos invita a pensar que postergaríamos alrededor de 20 años la posibilidad de lograr la igualdad y la representatividad en uno de los tres grandes poderes del Estado.

Respecto al argumento de la capacidad y la resistencia a los cupos, vale sólo mencionar a juristas destacadas como la actual Presidenta de la Asociación de Mujeres Juezas Argentinas, Dra. Susana Medina o la reconocida jurista Dra. Aida Kemelmajer de Carlucci -quien es permanentemente consultada por las Cortes y Organismos Internacionales y es ex Ministra de la Corte Mendocina- entre otras eminencias del derecho, para probar que capacidad no es lo que falta. Lo cierto es que, si eligiéramos a nuestros/as magistrados/as por capacidad, la Corte podría tener actualmente una integración totalmente femenina, como lo deseaba irónicamente la Ministra estadounidense.

Ante la existencia de estas mujeres juristas y la prueba de la participación mayoritaria de las mujeres en universidades y el mejor desempeño, el argumento de que los cupos no son necesarios se desvanece, y nos obliga a entender la evidencia de que la capacidad no es el elemento que está gravitando cuando hablamos de Poder, y es justamente por eso que las mujeres tenemos que hacer visible la verdadera causa de la exclusión, defendiendo juntas nuestro derecho a ocupar los espacios.

Luego de más de 200 años de lucha de un movimiento que da la vuelta al mundo, en la Argentina se hace una proposición que desconcierta y nos hace sentir como en una película que viaja del presente al pasado, haciendo peligrar el futuro que creíamos conquistado.

El viernes pasado, la Asociación de Mujeres Juezas Argentinas (AMJA) emitió un comunicado a sus asociadas informando la decisión de impugnar las candidaturas propuestas. Esto implica un gran paso para todas, porque lograr espacios de decisión no ha sido una dádiva o concesión de los varones, ha sido una verdadera conquista de quienes nos precedieron y que estamos llamadas a defender. Como ya lo dijo Bader Ginsburg "Las mujeres pertenecen a todos los lugares donde se toman decisiones. No debería ser que las mujeres sean la excepción" y mucho menos, debemos agregar, ser completamente excluidas de ellos.

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