La supuesta irrelevancia del lenguaje inclusivo

"Nombrar los cargos de poder en femenino por ejemplo, habilita a las mujeres a ocupar esos cargos ya no como intrusas o excepciones, sino como dueñas, porque están siendo nombradas en ellos, les pertenecen", sostiene Emiliana Lilloy en esta columna.

Emiliana Lilloy

Podemos pensar que Hipócrates abrió la puerta de la investigación libre de prejuicios cuando expresó "Medicina es la que cura" Del mismo modo, hoy nos vemos invitadas a pensar en una idea que abra nuestro horizonte lingüístico "Lenguaje es el que comunica".

Desde los orígenes de nuestra civilización los seres humanos hemos comunicado a través de palabras, gestos y símbolos. Los reyes y los papas vistieron trajes pomposos y recibieron a sus pares y súbditos con grandes banquetes, discursos y ostentaciones a fin de mostrar su poder. Hoy asistimos a normas protocolares sea cual sea al lugar a donde vamos: a quien se nombra o qué se nombra primero. Cuál es el orden de aparición o de cercanía en un acto político, quién toma la palabra y quién escucha. El lenguaje, hablado o no, es una manifestación de poder, un símbolo que explica el orden de las cosas y comunica nuestra posición en el mundo.

Cuando alguien en Argentina dice "todos y todas" al hablar en público, aparece un imaginario en nosotras. De la misma manera que si alguien utiliza un lenguaje masculino "genérico" en todo su discurso. Sólo con nombrar la realidad de una u otra manera nos indica una posición política frente a las cosas, frente a la realidad, y en este caso concreto, frente a las desigualdades históricas y aún persistentes entre varones y mujeres.

A pesar de que cada vez son más las personas que incorporan a las mujeres en el discurso nombrándolas -y nombrándose a si mismas- y que mayoritariamente las generaciones que vienen utilizan la "e" para comunicarse, vemos que el debate sobre la corrección del lenguaje inclusivo surge de tanto en tanto en los medios de comunicación, incluso en decisiones institucionales sobre cómo deben ser redactados sus documentos.

Tres son los argumentos más utilizados para denostar a quienes pretenden su uso. Por un lado, se dice que la verdadera igualdad e inclusión está en hablar con lenguaje de señas u otros que hagan que personas con capacidades diferentes accedan al mundo en las mismas condiciones.

El otro, es destacar la irrelevancia de buscar la igualdad a través del cambio de una letra en las palabras o agregar a las mujeres en el discurso -con lo engorroso que esto resulta- habiendo tantas cosas para hacer antes, tantas políticas "más serias o eficientes" para lograr la verdadera igualdad y erradicar la violencia. El Tercero, preservar nuestra gramática y la estructura del lenguaje.

A poco que se profundice, cuesta comprender la lógica del primero de ellos. Sobre todo, porque no se entiende la relación de exclusión que pueda existir entre las dos propuestas ¿puede trabajarse para que todas las personas accedan a un sistema de comunicación en el mundo al tiempo que pueden nombrarse a las mujeres y disidencias en el discurso? La idea contraria implicaría por ejemplo, decir que, si abogamos porque no haya hambre en el mundo, no debemos abogar por los derechos de las mujeres. Ambas son políticas necesarias y nobles y no se encuentra ninguna contradicción lógica ni práctica en llevarlas a cabo.

El segundo argumento, el de la irrelevancia, podría resultar a primera vista más sólido, pero cae por su propio peso ante la actitud de los detractores para combatir su uso. Esto se hace evidente cuando pensamos: si el uso o no del lenguaje inclusivo es tan irrelevante ¿Por qué genera tanto debate? ¿Por qué en vez de ocuparnos de cosas más importantes como la inflación, la pobreza y la inseguridad, ocupamos nuestro tiempo y recursos en sacar resoluciones que prohíban su uso en las escuelas?

El lenguaje es político, el lenguaje es el que comunica realidad. Lo que decimos, cómo lo decimos, lo que nombramos y lo que no, es una norma de conducta. Nombrar los cargos de poder en femenino por ejemplo, habilita a las mujeres a ocupar esos cargos ya no como intrusas o excepciones, sino como dueñas, porque están siendo nombradas en ellos, les pertenecen.

El lenguaje inclusivo con sus distintas manifestaciones ya está entre nosotras porque comunica un cambio social, una visión nueva de las cosas, un nuevo estatus de poder de los seres humanos, un reordenamiento. ¿Cómo pretendemos que no genere resistencia?

Sería interesante que pidiéramos a la sociedad catalana que retire la señalética en su lengua de toda Cataluña, por resultar caro, engorroso e innecesario, ante la evidente realidad de que allí ya no viven personas que no hablan el español, y hecho esto, sentarnos a mirar qué pasa en las calles de Barcelona. Hablar y comunicar en Catalán es un mensaje político de soberanía e independencia.

También es un dato de color recordar cómo la España persiguió el uso del "Voseo" en Argentina en un acto de imperialismo cultural, o cómo la RAE prohibió el uso de la palabra "Independizarse" y lo calificó como un neologismo inútil durante los siglos XIX y XX.

Sin embargo, pese a esta evidencia, aún podemos estar de acuerdo o no en el uso del inclusivo. En lo que no podemos dejar de coincidir es en la certeza de la relevancia del planteo. Porque si alguien sigue sosteniendo su irrelevancia, invito a preguntarnos de nuevo ¿por qué seguimos hablando de esto? Una vez reconocido el valor político de la transformación de nuestra lengua y símbolos, podremos iniciar otra discusión: la de si podemos o debemos prohibirlo conforme a nuestra ley de identidad de género o nuestra Constitución Nacional que proclama la libertad de expresión.

Pero más allá de todo argumento legal, sabemos que, la única verdad es la realidad. Las prohibiciones lingüísticas jamás tuvieron éxito ni aquí ni en el mundo, porque el lenguaje es un hecho, como la pandemia, como la guerra, como el frío, como la primavera.

En cuanto al tercero de los argumentos- que es quizás el expresado con menos ironía y más argumentos genuinos-, podría ser una misión noble buscar las adecuaciones y maneras de expresarnos que respeten la gramática y estructuras de nuestra lengua sin excluir a nadie. Mientras ello sucede, y como el lenguaje es el que comunica y sobre todo "lo que comunica", quizás podamos dar preminencia a la fuerza social que este cambio está provocando, y aplicar al caso aquella frase famosa: "No importa el color del gato, lo que importa es que caza ratones"

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